La tarde de aquel miércoles 1 de agosto de 2018, callejeando por la ciudad de Cali (Colombia), me detuve en un puesto de libros viejos. Mi vista se fijó en un pequeño librito titulado Las profecías del Papa Juan XXIII. La historia de la Humanidad de 1935 a 2033 editado por el Círculo de Lectores en 1976. Lo compré.
2033: ¿el nacimiento de un mundo nuevo?
En ese año de mediados de los 70, las sensacionales revelaciones de su autor -un periodista italiano llamado Pier Carpi- descubrieron al mundo la existencia de unas supuestas profecías pertenecientes a Angelo Roncalli, que tomó el nombre de Juan XXIII al ser elegido Sumo Pontífice de la Iglesia católica, y que, supuestamente, habían sido depositadas en el seno de una sociedad iniciática.
Carpi, que, según afirma, fue el primero en no creer en la autenticidad de tales profecías, sin embargo se sintió atraído por la interpretación esotérica del texto. Y luego de seis años de ininterrumpido estudio, al fin se decidió a publicar las más evidentes, ya que debido a la complejidad de algunas y a la gran personalidad a la que estaban ligadas, se imponía un examen riguroso y una lógica reserva en cuanto a las interpretaciones. Las profecías contienen una extensa lista de premoniciones que abarca desde 1935 hasta 2033.
Curiosa cubierta de Marigot para el libro 'Las profecías del Papa Juan XXIII'.
Quiero detenerme aquí especialmente en dos de las profecías que hablan sobre el futuro y que están recogidas en el libro:
La primera dice así: “Y el mundo entero se insubordinará contra el juego de los poderosos, la secreta hermandad de los grandes que tramaba la esclavización de los pueblos. Los escasos jefes honrados se unirán y los culpables serán derrotados”.
La segunda tiene que ver con la fecha en que se producirá -según las citadas supuestas profecías de Juan XXIII- el final de los tiempos (que no el fin del mundo). Según el Papa Bueno, esa fecha corresponde a “veinte siglos más la edad del Salvador”, es decir, el año 2033. Esa sería la fecha dada para el nacimiento de un mundo nuevo.
No obstante, leyendo el libro de Pier Carpi se podría interpretar que la clave de las profecías de Angelo Roncalli es la siguiente: si bien en muchos puntos se abaten sobre la humanidad catástrofes, guerras y terrores, más frecuentemente aparecen las palabras de consuelo, de resurrección y de auténtico progreso humano. Todo el texto es notablemente rico en esperanza, diría incluso en certeza y en confianza sobre el futuro del hombre, estrechamente ligado a su esencia inescindible de hijo de Dios y criatura del Creador.
No en vano, Juan XXIII llegó a decir en el discurso inaugural del Concilio Vaticano II, el día 11 de octubre de 1962, que muchas personas, quizás con buena voluntad pero sin criterio ni cordura, no ven en los tiempos modernos más que prevaricación y ruina, como si no hubiesen aprendido del pasado que siempre es maestro de la vida. Él personalmente, disidente de estos “profetas de calamidades” que siempre anuncian acontecimientos desgraciados y apocalípticos, creía que la Providencia divina nos lleva hacia un nuevo orden de relaciones humanas y que todo lo dispone para el bien de la Iglesia y de la humanidad.
No se trata pues de un optimismo ingenuo del Papa Bueno, sino de la fe por la que creemos que toda la humanidad es conducida por el Espíritu del Señor que llena el universo. En medio de dolores de parto podemos esperar y trabajar por un nuevo nacimiento, un nuevo renacer espiritual para el conjunto de la humanidad.
Desde aquella tarde del 1 de agosto del 2018 en la que adquirí el libro de Pier Carpi y, posteriormente, discerniendo sobre la íntima experiencia que continuó en el centro de la ciudad de Cali a lo largo de aquella noche hasta el alba del 2 de agosto, festividad de Nuestra Señora de los Ángeles, vivencia que narré en el artículo Nessun Dorma (incluido en el libro ¡Despertad! Transhumanismo y Nuevo Orden Mundial), la fecha del año 2033 -segundo milenario de la Redención- siempre me ha llamado poderosamente la atención.
En el libro Calendario de la creación, los autores Rubén Machí Martínez y Sergio Mauricio Martínez Monterrubio también hacen mención del año 2033 como una fecha relevante en los tiempos del Creador. A continuación reproducimos un cuadro cronológico sintético de distintos calendarios proféticos superpuestos confeccionado por Rubén Machí.
Año 2033 en la propuesta cronológica síntesis de calendarios proféticos (Rubén Machí, 2015).
De la agenda del hombre (2030) a la Agenda de Dios (2033)
Como podemos ver, estamos entrando en una década única, ya que dentro de diez años celebraremos el acontecimiento que cambió el curso de la historia: en 2033 se cumplirán 2000 años de la muerte y resurrección de Cristo. ¡Será el bimilenario de la Redención!
Este aniversario es tan importante que propongo prepararnos con fe y docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo para desarrollar una Agenda 2033 que establezca unos Objetivos de Renovación Espiritual (ORE) para cada uno de nosotros y para el conjunto de la humanidad. Cristo es la verdadera Agenda del Creador.
Tal y como ha señalado en alguna ocasión el padre José Granados, superior general de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María, “se podría añadir un plus a la agenda 2030 para convertirla en Agenda 2033. Estos tres años de más representan la vida pública de Cristo, desde su bautismo en el Jordán hasta el bautismo con que fue bautizado en la cruz y en la resurrección. Así llegamos a 2033, segundo milenario de la Pascua, cuando se abrió su corazón y brotó el manantial que vivifica a todo hombre”.
El Santísimo Sacramento, fuente de vida para un mundo nuevo. Foto: Gabriel González Torres.
Para empezar a difundir y desarrollar esta Agenda 2033, se me ocurre recomendar el libro de Eduardo Granados Agenda 2033 nueva y eterna. Este libro se propone a lo largo de sus 17 capítulos “recapitular en Cristo los puntos de la agenda 2030. Y de esta forma, que vuelva a brillar la Agenda de Cristo, Alfa y Omega de todas las agendas humanas”.
Así, con la mirada puesta en 2033 y en la celebración de los 2000 años de la Redención, el autor, tomando algunas palabras de San Juan Pablo II, sintetiza muy bien lo que queremos desarrollar: “La Agenda 2033 parte de la aceptación de las gracias de la Redención por parte de la humanidad de nuestro tiempo, mediante la renovación espiritual de todo el pueblo de Dios”. Y es que “sólo Él tiene palabras de Vida Eterna” (Juan 6,68).
A continuación, enumeramos la presentación que hace Eduardo Granados en el citado libro de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, que va desplegando a lo largo del texto para elevarlos, hacerlos trascender, hasta que se van transformando y finalmente renombrando como un punto de la Agenda 2033 (que en este artículo hemos querido denominar Objetivos de Renovación Espiritual, ORE).
Veamos pues, de forma sintética, este ejercicio de verticalidad de los ORE sobre la horizontalidad de los ODS:
1.
Agenda 2030: Fin de la pobreza.
Agenda 2033: Amar al pobre.
2.
Agenda 2030: Hambre cero.
Agenda 2033: Hambre infinita
3.
Agenda 2030: Salud y bienestar.
Agenda 2033: Dolor salvífico y bien-amar.
4.
Agenda 2030: Educación de calidad.
Agenda 2033: Educación transformable.
5.
Agenda 2030: Igualdad de género.
Agenda 2033: Comunión de hombre y mujer.
6.
Agenda 2030: Agua limpia y saneamiento.
Agenda 2033: Agua viva y vino nuevo.
7.
Agenda 2030: Energía asequible y no contaminante.
Agenda 2033: Familia: energía del amor eterno.
8.
Agenda 2030: Trabajo decente y crecimiento económico.
Agenda 2033: Trabajo “divinizante” y crecimiento integral.
9.
Agenda 2030: Industria, innovación e infraestructuras.
Agenda 2033: Generación humana. Innovación para el encuentro.
10.
Agenda 2030: Reducción de la desigualdad.
Agenda 2033: Unidad en la diferencia.
11.
Agenda 2030: Ciudades y comunidades sostenibles.
Agenda 2033: Civilización del Amor.
12.
Agenda 2030: Producción y consumo responsable.
Agenda 2033: Economía de la gratuidad.
13.
Agenda 2030: Acción por el clima.
Agenda 2033: Acción por la ecología integral.
14.
Agenda 2030: Vida submarina.
Agenda 2033: Vida oculta.
15.
Agenda 2030: Vida de ecosistemas terrestres.
Agenda 2033: Ecosistemas del bien común.
16.
Agenda 2030: Paz, justicia e instituciones sólidas.
Agenda 2033: Verdad en el amor.
17.
Agenda 2030: Alianzas para lograr los objetivos.
Agenda 2033: Alianza nueva y eterna.
Se parte pues de la agenda del hombre, la que tenemos, la agenda 2030 que la humanidad quiere desarrollar a través de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la Asamblea de las Naciones Unidas en 2015, para transformarla, de la mano de Cristo Redentor, en una Agenda con mayúsculas, la Agenda del Creador a través de la gracias santificante, impulsando los Objetivos de Renovación Espiritual (ORE). Este es el auténtico Gran Reinicio que propone Dios Padre para su creación. Un reseteo del mundo que será transformado en cielos nuevos y tierra nueva (Apocalipsis 21, 1).
Como destaca monseñor José Ignacio Munilla en el prólogo al libro, San Pablo nos descubre en los orígenes del cristianismo esta Agenda de Dios: “Este plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegara el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” (Efesios 1,10).
El obispo Munilla en el citado prólogo, poniendo nuestra visión en el horizonte de la celebración del bimilenario de la Redención, nos exhorta a que “ojalá se vaya generando en la Iglesia un deseo de caminar hacia 2033, y se convierta en nuestra referencia futura y en nuestra ancla presente. Ojalá intensifiquemos ese anhelo de vivir en la contemplación de Cristo crucificado, ansiando cada día más que el torrente de agua y sangre de su corazón abierto llegue a todos los rincones del mundo. Así se lo encomendamos a San Juan Pablo II”.
Finalmente, Eduardo Granados nos recuerda en el libro referenciado que “Cristo fue la Agenda de Dios Padre para nosotros. En el año 33, Dios nos mostró con la Redención su Agenda, marcada por el Amor infinito de Dios al hombre, una sobreabundancia de gracia. Pero la Redención esconde otro tesoro. No sólo nos revela lo que Cristo nos ama sino la grandeza de nuestro corazón, la grandeza del hombre. Como escribía San Juan Pablo II: 'Cristo Redentor descubre al hombre el propio hombre. (…) Y por eso todo hombre debe entrar en Cristo con todo su ser, debe «apropiarse» y asimilar toda la realidad de la Redención para encontrarse a sí mismo' (Redemptor Hominis, 10)”.