De tres asuntos muy dispares trato en esta comunicación semanal. La primera: el pasado domingo, con la Santa Misa presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro, de Roma, dio comienzo el Sínodo de los Obispos sobre el matrimonio y la familia. Por el tema y por todo lo que se ha montado frente él, va a ser un acontecimiento muy importante para la Iglesia y para la misma Humanidad. Y qué bien hace Dios las cosas: coincidiendo con esta apertura en la liturgia dominical tocaba proclamar el Evangelio en el que Jesús, con toda claridad, sin ambigüedades y sin buenismos de ningún tipo abordaba el tema del matrimonio respondiendo a preguntas tramposas que le tendían unos fariseos: "¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?". Jesús les dijo: "Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre".
En esas palabras de Jesús tenemos lo fundamental sobre el matrimonio, en cuya verdad se fundamenta también la familia, futuro del hombre y de la humanidad. “Hombre y mujer los creó”; así lo ha querido Dios desde el comienzo, en la creación misma ha dejado inscrita la verdad del matrimonio. El matrimonio obra de Dios, no creación humana, de la que el hombre no puede disponer. Una unión indefectible, para siempre, e indisoluble: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. Este es el camino y el norte del Sínodo, del que tanto y tan esperanzador aguardamos: la confirmación, sencillamente, de lo que nos ha llegado de parte de Dios por su Hijo, Palabra eterna en que se nos ha comunicado la verdad plena, la verdad que nos hace libres. Esta es la grandeza, la belleza del matrimonio, base de la familia cristiana, en la que brilla la esperanza de la humanidad. Sigamos pidiendo por el Sínodo: que Dios conceda la sabiduría necesaria a los padres sinodales, a los expertos, para descubrir lo que es grato a los ojos de Dios: afirmar la verdad del matrimonio como la gran luz que el mundo necesita.
El otro asunto que quería comunicar es mi invitación a todos los fieles cristianos a que el día 9 de este mes de octubre, fiesta de la Patria Valenciana, se unan al Te Deum, a la acción de gracias, que tendrá lugar en la Catedral a las 11 de la mañana. Ese día Valencia recuerda agradecida su reconquista, por parte del Rey Jaime I el Conquistador, del poder invasor. Con este motivo se consagró la Iglesia Catedral, iglesia madre de la diócesis en la que se encuentra esa tierra valenciana que había abrazado tempranamente la fe cristiana y que constituía su identidad y sus raíces más profundas.
Había dejado, hacía siglos, de ser cristiana, y aquel día recuperó su libertad y su ser más propio asentado en esas raíces. Por eso, Valencia entera el 9 de octubre da gracias por esta recuperación de lo perdido, de ser ella misma, de su libertad inseparable de la verdad. Es un día muy grande para Valencia –más aún en estos momentos en que vientos contrarios se ciernen sobre esa identidad, pretendiendo borrarla–, un día para dar gracias y para orar por Valencia. El próximo día 9 entrará en nuestra Catedral, para dar gracias por su libertad, identidad y cristianía recuperadas, Valencia entera, simbolizada en su muy querida y respetada bandera: La Senyera. Por eso invito a todos los fieles cristianos a que se unan en la Catedral, a que se unan desde las 10 de la mañana a la Santa Misa que se celebrará con ocasión del aniversario de la consagración de la Catedral, al que seguirá el solemne y tradicional Te Deum a las 11 como queda dicho. Invito, pues, a la plegaria, a la acción de gracias, a una acción religiosa y eclesial.
El tercer asunto trata también de otra invitación: el domingo, día 11 de octubre, en la Catedral, en la Eucaristía de las 12 de la mañana, el Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Renzo Fratini me impondrá, Dios mediante, el Palio Arzobispal, que recibí de manos del Santo Padre, Francisco, el pasado 29 de junio en San Pedro, de Roma. Como sabéis el Palio Arzobispal significa la comunión de la sede metropolitana, en este caso Valencia, con la sede de Pedro en Roma, y la comunión así mismo de los Obispos de la Provincia Eclesiástica con la Iglesia universal presidida por el Sucesor de Pedro, el Papa. El Palio, por ello, es signo, vínculo y compromiso de comunión. La Iglesia es misterio de comunión, el núcleo y la esencia de la Iglesia es la comunión, la Iglesia es como un sacramento de la unión íntima con Dios y de la unidad del género humano. Sin esa comunión, presidida por el Papa, que nos confirma en la fe y en la caridad y nos alienta en la esperanza, no hay Iglesia. Avivar y fortalecer la comunión es una tarea y exigencia de siempre, una necesidad especialmente sentida en los tiempos que corremos. Por ello invito a participar en dicha Eucaristía; y a los que no puedan venir por muchas y comprensibles razones, les invito, en todo caso, que recen por el Papa y por mí. Gracias de todo Corazón.