El pasado nueve de septiembre fue un día de esos a olvidar. Dos votaciones, una en el Senado español y la otra en el Parlamento Europeo de Bruselas arrojaron unos resultados descorazonadores.
El primer gol que nos metieron fue en el Senado español. Ese día llegó a su final la tramitación de la mini-reforma de la Ley del Aborto. A cambio de que se exigiese a las menores el consentimiento de su representante legal, los senadores del PP votaron, como ya lo habían hecho sus colegas del Parlamento, a favor de que el aborto sea un derecho y también aceptaron la ideología de género. Hubo cinco diputados y siete senadores del PP que no votaron esa Ley.
La opinión de la Iglesia sobre ella es clarísima: En el Vaticano II la constitución pastoral Gaudium et Spes califica al aborto como crimen abominable (nº 51). San Juan Pablo II en la encíclica Evangelium vitae declara que ante “una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto, nunca es lícito someterse a ella, ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto” (nº 73). La objeción de conciencia está explícitamente mandada en el Nuevo Testamento en el libro de Hechos 4,19 y 5,29 donde se dice : “Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres”. Creo que fue Ortega y Gasset el que dijo: “El que comete un crimen es culpable, pero también lo es el que pudiendo impedirlo, no hace nada para evitarlo”, cosa que evidentemente ha sucedido con el PP y su mayoría absoluta.
Cito por su claridad la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis de febrero de 2007 de Benedicto XVI, cuyo nº 83 dice así: “Es importante notar lo que los Padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Corintios 11,27-29)”.
Este texto de San Pablo citado por el Papa dice así: “Así, pues, quien come el pan y bebe del cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; pues el que sin discernir come y bebe el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación”.
El segundo gol por la escuadra fue el mismo día en el Parlamento de Bruselas. Se pretendía imponer la ideología de género en todos los colegios de la Unión Europea. El resultado de la votación fue 408 a favor, 236 en contra y 40 abstenciones. Los espàñoles votaron a favor 42 (9 del PP), 5 en contra (del PP) y 3 abstenciones (del PP). Se trata de un atentado contra el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus principios y valores. Con esto más las votaciones del Parlamento Europeo y del Senado, hay que decir que todos los Partidos españoles del arco parlamentario están a favor de la ideología de género, que es exactamente lo contrario que la Moral Católica. Para la ideología de género no hay ningún criterio discriminante entre lo lícito y lo ilícito, lo normal y lo anormal, siendo, por tanto, permisibles y moralmente iguales todas las relaciones sexuales voluntarias, significando para ellos el ser responsable tan sólo el tomar precauciones contraceptivas a fin de evitar embarazos no deseados y siendo la obtención del placer el principal objetivo de la sexualidad, que cada uno puede tratar de alcanzar según le venga en gana.
En mi artículo anterior publiqué los textos de los Papas de condena de la ideología de género, una ideología que va no sólo contra la Moral de la Iglesia, sino contra el más elemental sentido común (de hecho intenta cambiar lo que se entiende por sentido común). Cuando vi estas leyes no pude por menos de pensar que nos habían metido dos goles por la escuadra, pero reflexionando un poco más, me dí cuenta que se trataba de dos goles por la escuadra masónica.
Y ahora respondiendo a la pregunta: ¿Puede un político católico comulgar tras votar a favor de unas leyes que favorecen el relativismo, el aborto y la ideología de género? Tras los datos que he aportado me parece que la contestación es claramente no.