Allá va una imagen que sirve ayer, hoy y siempre.
Esta noche me he asomado a la ventana para ver las estrellas. Pero las luces que más se veían eran las de las Cuatro Torres, esos rascacielos que se levantan majestuosos sobre la Castellana de Madrid.
¡Ni rastro de estrellas! O al menos a primera vista. Porque cuando en vez de cerrar la ventana y meterme en la cama he esperado y me he quedado unos instantes más, va y encuentro una. Y otra, y otra, y aparecen ante mis ojos tres estrellas que entonces descubro que están colocaditas en una fila simétrica, cada una exactamente a la misma distancia de la otra. Y cuatro, cinco, seis... y tintinean que parece que me están guiñando un ojo.
Descubierto un pequeño espectáculo de belleza gracias a haberme parado a mirar, que es un paso por delante de ver. Con vistazos rápidos no descubres nada; párate, espera y mira, y descubrirás. Es una fórmula que nunca falla.