Políticamente soy muy güelfo, un güelfo blanco, como Dante. Por eso, me apasionan, por un lado, mi ciudad-Estado, esto es, España, y el Imperio, esto es, la civilización occidental; y, por el otro, la Iglesia, esto es, la Iglesia católica. A estas alturas, tendría que decir (ay, un Unamuno doble) que me duelen, porque (ahora como Quevedo) no hallo donde poner los ojos que no sea recuerdo de la muerte.
De la Iglesia hablo mucho menos por cuatro razones. Primero, el borriquito delante: porque yo sé poco. Sus asuntos son profundamente complejos, entreverados de trascendencia y turbulencias y cubiertos por un velo de discreción, como mandan los cánones. Segundo, porque no es propio de un buen hijo desgarrar los velos, sino, si acaso, ponerlos. Tercero, por la santa pachorra que regala la fe. Sobre la Iglesia no prevalecerán las crisis, prometió quien era la Verdad. Sin fe, ¿qué importa la Iglesia? Y con fe, tiene un futuro más prometedor que nada en el mundo.
Con todo, amenazan nubarrones en el Pseudo Sínodo de Alemania, que preocupan muchísimo en Roma. La diferencia con lo de la Amazonía es palmaria. Lo amazónico ha resultado regular, porque, con ese intento un tanto sobreactuado de ponerse a la altura indígena, no se ha conseguido abandonar cierta imagen de paternalismo. A los amazoneros se les ha permitido cualquier cosa, quién sabe si porque inconscientemente importaban menos o porque dejan menos dinero en las arcas o porque la historia ya nos dice que Alemania es una gran proveedora mundial de conflictos.
Ahora suficientes obispos alemanes están dispuestos a ponerse los dogmas por montera y preparan una revolución de la moralidad de cuidado. Tanto, que se pondrán fuera de juego de la autoridad del Papa, que no termina de encontrar el modo de frenarlos a estas alturas. La palabra «cisma» ya ha sonado y sólo su sombra hace temer por la suerte del catolicismo en Centroeuropa y por las finanzas vaticanas, muy apoyadas en la contribución alemana.
No se me ha olvidado la cuarta razón por la que hablo menos de la Iglesia en mis artículos. Infinitamente más que cualquier opinión o análisis, lo que permite a cualquiera ayudar a su Santa Madre Iglesia, por muy poco informado o preparado que esté, es la oración constante. Si logro que algunos lectores más se interesen por lo que está pasando, bien. Si consigo que alguien se anime a rezar, muchísimo mejor. Yo ya me pongo.
Publicado en Diario de Cádiz.