He pasado ocho días recluido en el nuevo Hospital General de Villalba (Madrid), aquejado de una pancreatitis aguda. Un hospital magnífico de titularidad pública y gestión privada, habitaciones individuales con sofá-cama para el acompañante, personal sanitario todo joven, en general femenino, que me han tratado como si fuera el abuelito de todas ellas. Incluso me piropeaban llamándome guapo y cosas así. Fíjense, a mis años. Yo correspondía de igual modo. Mi santa, desde le casa del Padre, se habrá tronchado de risa. El internista, doctor Rodrigo García Madero, amabilísimo, ha estado siempre muy pendiente de la evolución de mi dolencia. Así también yo soy partidario de la sanidad pública, sobre todo si es de libre elección, gestión privada y sin liberados sindicaleros enguarrando desde la rebotica, que es su única ocupación.
Como no tenía nada que hacer ni me apetecía leer, me puse a zapear por los numerosos canales que pueden sintonizarse desde el televisor, gratuito, de la habitación. Y hete aquí que de pronto tropiezo con la Tere Forcades, ya salida de madre, quiero decir, de la madre abadesa, sin toca ni hábito, rajando a destajo. Al verla de paisano, pero vestida discretamente con una blusa gris, deduje que le han dado, por fin, el boleto. ¡Ya era hora! Porque eso de estar en misa y repicando no quedaba muy estético. Por cierto, que la toca la favorece más que el pelo suelto. O sea, que el cambio ha ido a peor.
Doña Forcades aparecía contestando a una entrevistadora del canal internacional RT, que emite desde Moscú en español, como agente de propaganda del gobierno ruso, según dicen sus críticos. (Véase Wikipedia). A esta benedictina catalana con licencia temporal para politiquear le gusta más salir en la caja tonta que al padre Ángel García, de Mensajeros de la Paz, que ya es decir.
Estuvo qué se yo el tiempo dándole a la muy, que diría un gitano. El sonido era muy deficiente, de forma que no se entendía bien lo que decía, pero continuamente subtitulaban la sustancia de sus palabras. Por supuesto defendió su “Procés”, de perfil claramente izquierdista, como tantos otros grupos y grupitos que han aparecido últimamente en el Ruedo Ibérico. Soberanista, hasta cierto punto, partidaria del Estado metomentodo, vigilante al modo del Gran Hermano, antiticapitalista -faltaría plus-, pero permitiendo la pequeña propiedad privada. Hermoso detalle del espíritu botiguer -tendero-, del seny catalán.
Ahora bien, ¿hasta qué nivel o cantidad de propiedad privada permitiría ese estado ideal en que sueña esta monja temporalmente nomonja? Porque, veamos. Si un emprendedor monta su botigueta y le va a bien, ¿se prohibirá que crezca? Si fuera así, Amancio Ortega, extraordinariamente dotado para los negocios, todavía estaría dándole al pedal de la vieja Singer, que manejaba sin límite de horas Rosalía, su primera y ya difunta esposa mientras él recorría incansable los pueblos vendiendo las batas de estar por casa que confeccionaban en su propio domicilio. Es decir, que Zara nunca hubiera nacido, ni las decenas de miles de operarios que trabajan en ella estarían ocupados, ni millones de clientes podrían beneficiarse de los bajos precios y modelos que dictan moda de este empresario nato con aspecto de aldeano gallego, ni Hacienda se pondría las botas con el montonazo de impuestos que genera el imperio de la aguja.
Algo así podríamos decir de otro paradigma de emprendedor, Juan Roig, el hijo del carnicero de Tabernes Blanques (Valencia). Si le aplicáramos el modelo que pretende imponer la Forcades, nunca hubiese creado la gran cadena de supermercados Mercadona (mercado de la mujer), de “precios siempre bajos”, sino que permanecería, con sus hermanos Francisco y Fernando, detrás del mostrador de Cárnicas Roig, en la carretera nacional 340, a un tiro de piedra de la capital valenciana. Ni Fernando, con sus fábricas de azulejos, hubiera llegado nunca a dueño del Villarreal C.F., el más modesto pero uno de los equipos mejor gestionados de la primera división de fútbol español.
¡Que no, doña Tere Forcades, que no! Que “vosté” sabrá mucho de teología y medicina, que es lo suyo, pero de ciencia política y económica no tiene ni repajolera idea, como otros muchos políticos indocumentados que también quieren hacernos felices, sin más argumentos que la demagogia y los escupitajos a la inteligencia. Aunque en esto de hablar únicamente porque tiene boca, no esta sola, sino que la acompañan legiones de necios metidos a redentores de la humanidad.