Como demostró magistralmente Carlos Eire, de la Universidad de Yale, en Reformations: The Early Modern World, 1450-1650, no hubo una Reforma Protestante, sino más bien diversos movimientos religiosos, a menudo en desacuerdo unos con otros, que desgarraron la Cristiandad occidental en el siglo XVI. Sin embargo, la protesta de Martín Lutero en Wittenberg el 31 de octubre de 1517 se considera desde hace mucho como el pistoletazo de salida de “la Reforma”, y varias denominaciones protestantes celebran el Día de la Reforma el domingo más cercano al 31 de octubre. Así que la palabra "Wittenberg" puede servir como sinónimo de otros esfuerzos para alejar a las comunidades cristianas de la autoridad de Roma y del Papado.
Lo cual sugiere que lo que se está tramando hoy en el catolicismo alemán es un Wittenberg a cámara lenta sinodal.
En este caso, nadie está clavando en la puerta de una iglesia unas proposiciones rechazadas. Más bien es que los engranajes de una burocracia eclesiástica extensa y bien financiada están trabajando a destajo para obtener unas conclusiones que parecen cocinadas en el proceso desde su comienzo: una alemana revisión (entiéndase abandono) de la disciplina del celibato clerical; alguna forma de oficialización u ordenación del papel de la mujer en el catolicismo germano; una sustitución alemana de la ética católica sobre el amor humano; una “democratización” alemana del gobierno de la Iglesia… en resumen, el sueño de la Revolución Católica Pendiente, por fin realizada de Colonia a Berlín y de Hamburgo a Múnich. Es el “camino sinodal” en el que se ha embarcado por su cuenta la Iglesia en Alemania.
Como era de esperar, el trasfondo anti-romano y anti-papal de todo esto ha sido disimulado o rotundamente negado por el cardenal Reinhard Marx y otros obispos católicos alemanes. Pero el Comité Central de los Católicos Alemanes (el Politiburó laico -por usar una denominación más precisa y apropiada- que está codirigiendo el “camino sinodal” junto con la conferencia episcopal alemana) se fue de la lengua. Asombrado ante el hecho de que los raudales de dinero alemán para el sínodo amazónico de 2019 no dieran los resultados apetecidos, el Zentralkomitee respondió a la exhortación apostólica del Papa Francisco sobre la Amazonia deplorando que el Papa no respaldase la ordenación de hombres casados y de diaconisas. Y lo hizo en inequívocos términos wittenbergianos: “Lamentamos mucho que el Papa Francisco no dé un paso adelante en su [exhortación]. Más bien refuerza las posiciones previas de la Iglesia romana tanto en términos de acceso al sacerdocio como en la participación de mujeres en los ministerios”.
“Las posiciones previas de la Iglesia romana”… Vaya, vaya. Al menos, dicha expresión tiene el mérito de la sinceridad, dado que no tiene peso teológico. Pero téngase en cuenta de qué va esto. La “Iglesia romana”, al parecer, es una más entre los innumerables Iglesias locales. Lo que implica que el obispo de Roma, su cabeza, es uno más entre los obispos que constituyen el colegio episcopal. Y eso contradice de plano tanto las Escrituras (véase Mt 16, 13-19) como la acreditada Tradición de la Iglesia tal como la expresó la constitución dogmática del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia (Lumen gentium).
Numerosos comentarios sugieren que la Iglesia alemana se encuentra en un estado de cisma de facto, un término que yo mismo he utilizado. Pero me pregunto ahora si es correcto, y si para describir lo que está pasando con el camino sinodal alemán no sería más indicado hablar de apostasía: una arrogante determinación de romper con la doctrina católica en nombre de una mejor comprensión contemporánea de lo que la constitución dogmática del Concilio Vaticano II sobre la Divina Revelación (Dei Verbum) llamó “Sagrada Tradición y Sagrada Escritura”. Me parece que esto es lo que implica la expresión utilizada en la bofetada del Comité Central al Papa Francisco.
A la luz de todo esto, quienes creen que la Iglesia católica “cambia de paradigma” podrían reconsiderarlo. Porque lo que está pasando con el camino sinodal alemán es un auténtico cambio de paradigma: un cambio hacia una concepción de la Iglesia católica como una federación de Iglesias locales, cada una de las cuales sostiene su propia doctrina, su propia enseñanza moral y su propia práctica pastoral. Eso, sin embargo, no es catolicismo. Es anglicanismo. Y cualquiera que conozca algo sobre la demografía cristiana mundial sabe que la opción local del anglicanismo no ha resultado muy bien.
Es sorprendente que, enfrentados a la evidencia empírica de que el protestantismo progresista se ha hundido en todo el mundo, los católicos alemanes, consagrados y laicos, parezcan decididos a crear una forma nominalmente católica de protestantismo progresista por medio de un Wittenberg a cámara lenta. Pero quizá este triste asunto no sea tan sorprendente. Hace casi veinte años, el cardenal Joseph Ratzinger me dijo que “el catolicismo organizado en Alemania es un laboratorio de ideas viejas”. En aquel momento, ambos entendimos que él se refería a las ideas intentadas y fallidas de los años 70. Ahora parece, sin embargo, como si esas “ideas viejas” tuviesen un pedigrí del siglo XVI.
Publicado en The Catholic World Report.
Traducción de Carmelo López-Arias.