Los profesores piden más protección contra la violencia en las aulas. El riesgo cero no existe, pero si en lugar de tanta atención psicológica los niños recibieran más clases de religión, la diferencia entre bien y mal la tendrían más clara, la vida tendría más valor, y primero hablaríamos de asesinato y luego de sus posibles atenuantes.
No existe una explicación psicológica del mundo. Existe una explicación moral, y espiritual. Un crimen no hay que esconderlo, hay que mostrarlo. Dejar claro que es un crimen, aunque sólo sea para que podamos perdonarlo. Primero la culpa, luego la piedad.
Los profesores no pueden pedir más protección contra la degradación de su relación con los alumnos como si ellos fueran ajenos a tan lamentable proceso. Cuando crees que un psicólogo puede sustituir a Dios ya se ve que el brote psicótico será lo próximo en llegar.
La enseñanza pública española ha renegando de cualquier idea de orden y jerarquía. Tanta vulgaridad intelectual, y formal, ha llevado a los maestros a perder cualquier autoridad. Y esto no es ningún brote sino el profundo defecto que a lo largo de los años ha sembrado el naufragante izquierdismo de la mayoría de los docentes públicos. La derecha tampoco ha estado a la altura y su inhibición ha sido total.
Los grotescos apologetas de todas las teorías de lo equivocado tienen en las aulas el preciso fruto de lo que han predicado. Es extraño que la violencia escolar no esté mucho más disparada, porque de tanta rabia difundida cabría esperar sucesos diarios. Hace tiempo que en la enseñanza pública española se cuecen todas las categorías del mal.
Con dejadez y propaganda hemos convertido a millones de niños españoles en adultos frívolos, irresponsables y relativistas; y con una visión del mundo contraria a los intereses de la Humanidad. Nuestra educación pública da de largo la nota más baja de la sociedad.
Poco podemos hacer contra copilotos suicidas o locos que un día toman la metralleta. Pero podemos entender que educar es reprimir, que hay bien y mal, y que el temor de Dios es el único y auténtico eje vertebrador de la sociedad. Nuestro mundo es imperfecto pero podemos hacerlo mucho mejor. Los niños empezaron a extraviarse el día que empezaron a tener derechos. Y desde que echamos al crucifijo de clase, pues qué quieres que te diga, ha entrado cualquier salvaje.
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