Decir que los resultados de las elecciones norteamericanas son muy importantes no solo para aquel país sino para todo el mundo es una afirmación tan elemental que no requiere ser argumentada por su evidencia. Por ello mismo es lógico sentir inquietud profunda a la vista de los principios que inspiran y exponen los candidatos a la presidencia y vicepresidencia de los Estados Unidos en los comicios del próximo mes de noviembre.
El país se ha polarizado profundamente en los últimos años, y los objetivos de republicanos y demócratas son más distantes de lo que lo eran hace unas décadas, en que las divergencias eran poco más que de matiz y pesaba más la figura del candidato a presidente que los programas. Aún hoy, siendo mayores las discrepancias, en temas como la economía nadie teme grandes altibajos según ganen unos u otros. Los demócratas solían estar más a la izquierda, y los republicanos a la derecha, pero unos y otros en posiciones muy moderadas.
En los últimos años un aspecto importante como la masiva inmigración ilegal y las expulsiones de los que han pasado la frontera enfrentan en los debates a los candidatos. Los republicanos se muestran retóricamente más radicales en impedirla que los demócratas, pero en la realidad, la práctica aplicada en este asunto por los últimos gobiernos de ambos partidos, los presididos por Obama, Trump o Biden, ha sido muy similar. A lo más, unos y otros lo exponen y publicitan de manera distinta, unos de forma explícita y descarnada y otros vergonzante procurando silenciarlo, pero ambos construyeron muros y deportaron inmigrantes.
Son otros los aspectos en que las posiciones son abismales. Y tienen especial relación con la dignidad de las personas. Sea cristiano o no, para cualquiera que defienda la vida desde su concepción hasta la muerte natural, quien considere de gran importancia la familia natural, aquel que sienta preocupación por la imposición de la ideología LGTBI+ en sus diversos aspectos, o que le inquiete la promoción de los planteamientos woke, puede llevarse las manos a la cabeza a la vista de los planteamientos y objetivos del Partido Demócrata, y de forma muy especial de sus candidatos a la presidencia y vicepresidencia.
Los católicos votaban demócrata
No está de más recordar que, hasta hace solo unos treinta años, la mayoría de los católicos norteamericanos votaban al Partido Demócrata. Se le consideraba más abierto hacia las personas llegadas de fuera, más cercano a las clases populares. Muchos católicos eren descendientes de emigrantes europeos, sobre todo de Irlanda, Italia, Alemania y Polonia, casi todos ellos católicos, que habían llegado a finales del siglo XIX y principios del XX, y habían sufrido muchas veces discriminación y exclusión social, y el Partido Demócrata era visto como el más próximo a los inmigrantes y a las clases populares.
De otro lado, ser católico en un país mayoritariamente protestante los llevaba a formar parte de una minoría que podía verse aislada y menospreciada, y el Partido Demócrata era más inclusivo, mientras el Republicano tenía con él a los que se definían como WASP (acrónimo de White, Anglosaxon, Protestant: Blanco, Anglosajón, Protestante), más próximo a las élites económico-sociales.
Las posiciones de los candidatos
Como es lógico, cualquier persona puede y debe valorar el conjunto de las propuestas de unos y otros antes de votar, así como la calidad de los candidatos y su postura ante asuntos clave. Revisemos algunos.
Los muchos defectos de Donald Trump, candidato republicano, no hace falta detallarlos, porque todos los días la prensa (española y buena parte de la mundial) los da a conocer. Es evidente la posición hostil generalizada hacia él. No entramos en la polémica, aunque cualquier observador imparcial y mínimamente crítico pueda pensar ante tal avalancha que no todo debe ser verdad.
En cualquier caso, en temas relacionados con la familia y la vida, Donald Trump ha adoptado posiciones mucho más respetuosas con la ley natural y los principios cristianos, y como candidato a la vicepresidencia ha escogido a James David Vance, un converso católico (desde 2019) que es precisamente un luchador en favor de tales principios, un provida y profamilia. De padres divorciados, tuvo una infancia muy dura, vivió en suma pobreza y fue cuidado en gran parte por sus abuelos maternos. Tomó el apellido de sus abuelos, Vance, dejando el de su padre, a quien poco conoció.
En el otro lado, Kamala Harris, candidata a la presidencia por los demócratas, de ascendencia afroindia, se distingue por sus posiciones abortistas y su feminismo radical, y lo ha hecho en toda su trayectoria como fiscal general de California, senadora y vicepresidenta con Joe Biden. Fue promotora también de la legalización del cannabis.
Si Harris representa lo “progre” en todos estos campos, quien ha elegido como candidato a la vicepresidencia, Tim Walz, gobernador de Minnesota, es un paradigma de ello. Es un radical activista abortista, promotor de lo LGTBI+ y lo trans. Defiende el aborto hasta el minuto antes del parto, y en 2023 derogó en su estado la protección a los bebés nacidos tras un aborto fallido, así como blindó el derecho al aborto en el intento de que no pudieran modificarlo posibles decisiones futuras del Tribunal Supremo norteamericano. Ha favorecido las terapias trans y ha convertido el estado de Minnesota en un territorio favorable a los transgénero. Incluso es claramente contrario a las entidades cristianas. De sus actuaciones en estos campos tienen buen conocimiento los cristianos de Minnesota, porque lo han sufrido.
Todo ello con el agravante de la experiencia: el gobierno de Biden, con Kamala Harris como vicepresidenta, ha sido promotor del aborto y lo ha impulsado en otros países. Si ganan las elecciones se proponen ir más allá.
Cualquier ciudadano consciente, y si es cristiano aún más, debe valorar los propósitos de unos y otros partidos al ir a votar. Los temas de vida, familia, dignidad de la persona, etc. son de mucho calado y han de tener un peso muy importante en la decisión. Por ello, sin entrar en otros aspectos muy opinables, uno se cuestiona si, en conciencia, un cristiano norteamericano puede votar hoy al Partido Demócrata, aunque lo hubiera hecho en el pasado.