Oigo y leo a los dirigentes del PP tratando de explicar su batacazo en las elecciones andaluzas y me da la risa floja. Claro que no son los únicos que pretenden enmascarar su tropezón. Pretensión vana, ya que al final las cifras son las que son y no tienen vuelta de hoja. Veamos algunas de ellas (redondeo las centenas).
La participación fue del 63’94 %, algo superior a las elecciones autonómicas anteriores (2012), 60’78. El incremento en votantes ha sido de 135.000. El PP consiguió 1.064.000 (26’76 %) y 33 escaños, frente a 1.567.000 (40’66 %) y 50 escaños en 2012, con una pérdida del tercio de votos respecto a las anteriores. El PSOE 1.409.000 (35’43 %) y 47 escaños, los mismos que en 2012, frente a 1.523.000 (39’52 %), hace tres años; pérdida 114.000 votos. IU ha sufrido también un buen batacazo; ha pasado de 437.000 votos (11’30 %) a 274.000 (6’89 %); pérdida, 154.000 votos, casi un tercio también de sus votantes. Otros, como UpyD, PA (andalucistas), Vox, etc., han desaparecido del mapa o apenas han arañado unas migajas.
Otros, en cambio, “nuevos en esta plaza”, han conseguido un buen talego de sufragios a costa de sus vecinos. Podemos, con 590.000 votos, ha engordado restando papeletas, me parece, a IU, 154.000; a PSOE, 114.000, a otros minoritarios y por el incremento de la participación que ha aumentado en 135.000 votos. Ciudadanos, por su parte, con 369.000 votos, se ha beneficiado, casi exclusivamente, del desastre pepero.
De estos datos podemos sacar algunas conclusiones: primera, el batacazo del PP se debe principalmente, aunque ahora sus dirigentes quieran ignorarlo, a la gran estafa que hizo a sus votantes renunciando a la modificación de la ley del aborto, según había prometido en las elecciones generales de 2011. Las numerosas y masivas manifestaciones pro-vida y pro-familia a lo largo de los últimos años, Rajoy y su camarilla arriolista se las han pasado por el arco del triunfo, pero como ya les advirtió más de uno, “en las urnas nos veremos las caras”. Y así ha ocurrido. El fracaso de Andalucía ha sido sólo el primer aviso.
Rajoy cree que enderezando la economía, que ciertamente dejó echa unos zorros el nefasto Zapatero, la gente se olvidaría de las tomaduras de pelo que les ha hecho. Como no lee seguramente más allá de las encuestas que le guisa el cocinero mayor del reino para complacerle, no recuerda que “no solo de pan vive el hombre” (Mateo 4, 4). Las personas, además de estómago, tienen cabeza, corazón, principios, valores, sentimientos, creencias, etc. Los jerifaltes peperos actuales, laicistas, acaso enmandilados, que se alzaron con el santo y la limosna del viejo PP democristiano-liberal, marchan veloces hacia la ruina total.
En las elecciones municipales y autonómicas que están al caer seguramente mejorarán algo sus resultados, porque los electores votan más a personas que a etiquetas. Eso les hará creer que ya ha pasado la borrasca. Que todo es cuestión de marketing, de hacer nuevas y atractivas promesas. Pero, ¿quién les va a creer, si han reiterado sus engaños a lo largo de toda la legislatura? “Sostenella y no enmendalla”.
A su vez, doña Susana se ha vanagloriado de que los andaluces les hayan vuelto a otorgar su confianza, con toda la “merdée” que ha destapado y sigue destapando la juez Mercedes Alaya, varita de nardo de andar pinturero. Gracias a la televisión conocemos todo su fondo de armario. Al final va a ser verdad aquello que dicen los enterados de que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”.
Muchos andaluces se han habituado de vivir de la mano tendida, de las subvenciones, sin percatarse que el subvencionismo, como las drogas, crea dependencia. Si se quiere corromper y arruinar a una sociedad, a un grupo social, no hay más que engatusarlo con dádivas y “ayuditas” varias. Así se explica que después de casi cuarenta años de régimen socialista, Andalucía, a pesar de sus excepcionales condiciones naturales, sea la primera de España en datos negativos, y la última, en datos positivos
En cuanto a Podemos, ha quedado demostrado lo que es. “Que viene el lobo”, clamaba todo el mundo. Al final ha venido y se ha visto que es el viejo lobo de Caperucita, aún más viejo y canoso, que se ha teñido el pelo de morado y se hacho la cirugía estética. Pero sigue siendo peligroso, aunque de momento sólo se coma a sus congéneres colorados, que van a terminar devorados por los lobeznos de la nueva camada.
Por su parte, Ciudadanos está por estrenar, es inédito. Hasta que no se defina más, no sabremos qué deriva tomará. Tiene un líder de aspecto atractivo, de apariencia centrista, catalán antiseparatista pero indefinido en más de un tema que a los católicos nos preocupan de manera especial: el derecho a la vida, el matrimonio y la familia de siempre, la libertad de enseñanza, la libertad religiosa, etc. Sin embargo, hay muchos electores que ante el desconcierto que ha sembrado el PP, están dispuestos a votarles.
Y de Vox ¿qué puedo decir si ellos mismos no acaban de encontrar la manera de levantar el vuelo? En fin, muchos interrogantes, muchas dudas, mucha confusión, y pocas respuestas válidas. Esperemos que el tiempo nos ayude a clarificar la situación antes, siquiera, de las elecciones generales.