Los que somos un poco mayores recordamos que en tiempos reinaba el silencio en domingo en el centro de la ciudad, y en los centros comerciales los aparcamientos estaban vacíos. La mayor parte de los negocios cerraban y poca gente tenía que trabajar en domingo. Sin duda había excepciones, como el personal médico, los servicios de emergencia y quienes realizaban labores esenciales en las plantas eléctricas. Pero para la mayoría, el domingo era un día libre. Y aunque el Sabbath bíblico era en sábado, en una nación ampliamente cristiana el domingo era el "sabbath", día de descanso.
En aquellos tiempos, la misa era por la mañana, y luego era el momento del hogar, con una comida familiar a mediodía. Recuerdo que en los años 60, después de la misa, nuestra familia volvía a casa, los niños nos quitábamos "la ropa de ir a la iglesia" y jugábamos: en el jardín en los meses de buen tiempo y en el sótano si hacía frío o mal tiempo. Papá y mamá anunciaban "la hora de los padres" y echaban a los niños del comedor, donde tomaban el café, leían el periódico y charlaban.
La cena era a las cuatro o las cinco de la tarde. A menudo los abuelos venían con nosotros o íbamos nosotros a su casa. Por la tarde echaban en la tele Mutual of Omaha’s Wild Kingdom (un programa sobre la naturaleza), seguido de El maravilloso mundo de Disney. Y luego venía el show de Lawrence Welk, que nosotros detestábamos pero que a mamá y papá les encantaba (en cuanto acababa Disney, nosotros nos íbamos para seguir jugando).
Fue el final de una época. A mediados de los 70 se fueron derogando numerosas leyes (Blue Laws o Sunday Laws, en Estados Unidos) que prohibían la venta de ciertos productos o la actividad de cierto tipo de negocios en domingo. ¡Al diablo con la familia, vámonos al centro comercial!
Hemos salido perdiendo. Para ser honestos, muchos de nosotros que estamos en buena situación económica todavía podemos observar el descanso dominical si así lo deseamos. Sin embargo, los más pobres y los más jóvenes que acaban de incorporarse al mundo laboral tienen normalmente pocas opciones de elegir si trabajar en domingo o no. Y quienes estamos en mejor situación no deberíamos olvidar eso cuando salimos los domingos al centro comercial o a un restaurante. Nosotros sí tenemos opción, y con nuestras decisiones de rendir tributo al ir de compras o al placer del cine y los restaurantes creamos un clima en el cual otros tienen que trabajar.
La semana pasada estaba leyendo un libro del entonces cardenal Ratzinger que hablaba de la justicia del descanso dominical. Pero antes de reproducir un párrafo del libro, os recuerdo el Tercer Mandamiento: "Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día descanso para Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad" (Éx 20, 8-10).
He aquí un breve extracto de las observaciones del Papa emérito Benedicto XVI (Joseph Ratzinger): "El Sabbath (entre otras cosas) es el día de la libertad de Dios y el día de la participación del hombre en la libertad de Dios. Meditar sobre la liberación de Israel de la esclavitud es esencial para la cuestión del Sabbath, que es, sin embargo, mucho más que una conmemoración. El Sabbath no es simplemente un recuerdo de lo que pasó, sino un ejercicio activo de libertad. Esta idea fundamental es la razón por la cual el Sabbath debería ser un día de descanso tanto para hombres como para animales, para amos y para siervos... Toda forma de dominio que haya sido establecida... llega a su fin... Es una anticipación de la sociedad libre de dominación, de la ciudad futura. En el Sabbath no hay amos ni siervos, sólo hay la libertad de los hijos de Dios, y la creación se libera de la ansiedad" (Obras Completas: Teología de la Liturgia, Ignatius Press, págs. 198-199 [traducción directa de la cita en inglés de Charles Pope, n.n.]).
Es una llamativa visión de la justicia, que se ha perdido en su mayor parte. Casi nadie que yo conozca relaciona el descanso dominical con la justicia. Pero, como escribe el cardenal Ratzinger, el descanso dominical une y bendice a todos. Nadie podía ser obligado a trabajar en el hogar de ningún judío, el amo y el siervo eran iguales y libres.
He aquí, de nuevo, algo que deberíamos considerar cuando planificamos nuestros domingos. No pretendo establecer para ti montones de normas personales que la Iglesia no establece. Pero ten en cuenta que la pérdida del descanso dominical sucedió hace no tanto. Y aunque tal vez los tiempos modernos requieran, más que antes, un mayor número de trabajadores esenciales en sus puestos todos los días de la semana, la auténtica verdad es que la mayor parte de la gente que trabaja los domingos lo hace por la mera conveniencia de otros.
Así que, si por lo que sea vas a un restaurante en domingo, ¿por qué no dejar una propina un poco mayor? Y si es absolutamente imprescindible ir al centro comercial en domingo, ten en cuenta ser más amable y caritativo con los más pobres y más jóvenes que se ven obligados a trabajar para tu conveniencia.
Tal vez los más liberales en materia económica negarán mis ideas sobre la "justicia" y me dirán que muchos de los pobres están encantados sólo con tener un trabajo, y que pronto podrán ascender y tener la opción de trabajar o no los domingos.
Lo entiendo. Pero pensad en esto, pensad mucho en esto: hubo un tiempo, no hace mucho, en el que realmente pensábamos que todos merecían un día para descansar juntos. El domingo era un día en el que la mayor parte de la gente podía reunirse con sus familiares (porque ¿de qué sirve librar un martes si nadie más puede descansar y disfrutar contigo?). Y todos cedíamos para que resultase así: respetábamos las justas necesidades de los demás de un día de alegría, de un día familiar, de un día de culto, de un día de justicia en el que todos fuesen iguales en un sentido real. No fue hace tanto...
Tomado del portal de la archidiócesis de Washington.
Publicado en ReL el 28 de marzo de 2015.
Traducción de Carmelo López-Arias.