Quieren pasar desapercibidos, pero todos les necesitamos. (¿Los valoramos?). Quieren amar, y aman. (¿Los amamos?). Quieren soñar con una sonrisa eterna, y sonríen. (¿Les sonreímos?). Es la vida compartida la que no tiene precio... o lo tiene tan elevado que nadie la compra, pues no la encuentran o no saben verla... o hasta odian. ¿Por qué? Porque cuesta. Cuesta, y nadie osa luchar al vacío. Pide compromiso, y nadie (o casi nadie) acepta el compromiso. Estamos en un callejón sin salida. Solo la oración (su oración y la nuestra) nos impulsará a volar hacia arriba y a colarnos por la silenciosa azotea hacia el firmamento luminoso.
Cuando escribía el primer párrafo tenía el resquemor de insistir en el “casi nadie quiere”, “casi nadie osa”, “casi nadie acepta”. Ya sabemos: “Casi nadie ama”. No lo he hecho de manera contundente porque no quería ser maximalista ni injusto, pero tampoco minimalista. Es cierto: más que “nadie”, sería justo blasonar un “casi nadie”. ¿Por qué un blasón? Bien sencillo: el blasón sella y transmite -si es auténtico- la nobleza, la verdad, la autenticidad, y las lanza hacia adelante, para dejar respirar al mundo, especialmente en momentos de crisis, y así nos da la posibilidad de imitar la nobleza, la grandeza y el amor.
Seguro que has conocido -aunque solo sea por los medios de comunicación estos días- a alguien noble. Quizás durante esta pandemia. Habrás descubierto -como “casi” todos- a personas heroicas escondidas en el anonimato del bien por amor a Dios y al hermano, por el servicio, por Amor. Ciertamente, en los momentos de crisis, cuando todo nos va mal y el mal es más aplastante y hasta amenaza nuestro bienestar del que vamos drogados, surgen de la nada esas personas calladas que no se sabe de ellas, y ahora de ellas depende la resolución de la crisis, hasta el punto de que hemos llegado a depender totalmente de ellas y de su oración. Porque están dando la vida por nosotros y nos reconfortan con su imaginación hecha oración y acción. En estos momentos son más preciados que el oro. Por eso no podemos pagarles: porque no tienen precio, valen demasiado: ¡son gratis!
Cuando pase la crisis -que pasará- conociéndonos de la manera que nos conocemos, como humanos que tienen bien poco de humano, al no necesitarlos ya, o creer que ya no los necesitamos, será fácil que volvamos a olvidarnos de ellos y de su labor callada. Y eso sería injusto. Por tanto, a ver si entendemos de una vez que el hombre, la mujer, el niño, el abuelito y la abuelita, el médico, el rey y el herrero o la cajera del súper, y también el no nacido, y el basurero y la monja contemplativa enclaustrada son indispensables. Todos llevamos sellada con fuego vivo la marca del Creador, que nos ha creado por amor y para quien todos juntos valemos igual que uno solo, porque todos estamos hechos a su imagen y por tanto tenemos la misma dignidad como hijos de Dios.
Ya vemos cómo es el ser humano de egoísta. Acuérdate, pues, de quien ahora te hace crecer, porque, cuando hayas crecido, será fácil que olvides que has crecido gracias a él -¡de Él!-, que te ha dado la vida.
¿Por qué no hacemos una cadena humana de personas que hacen por el prójimo lo que nadie quiere hacer? Son esos que el Papa Francisco gusta llamar “santos de la puerta de al lado”. Por ejemplo, te lanzo al cielo una persona de esas de las que venimos hablando y que, gracias a Dios, he tenido la inmensa fortuna de conocer. De manera callada, vive entregándose. Y, como ni el confinamiento ha podido con él, se ha lanzado a la palestra de YouTube sin imaginarse que YouTube le lanzaría a la palestra, y le forzaría a salir del anonimato.
El sacerdote Josep Maria Torras ha puesto en marcha un canal en Youtube, La Pinacoteca de la Oración, con meditaciones espirituales basadas en pintura sagrada.
No le digas que escribo esto de él, porque no querrá leerlo y me pedirá que no lo prodigue, ni a ti, ni mucho menos a los cuatro vientos, como pienso que debo hacer. Él es así, y es así como se siente cómodo; pero te hablo de él porque él es, como esos de los que venimos hablando, un ejemplo para todos nosotros.
En una intensa vida evangelizadora y de dirección espiritual en la que incluso ha encontrado tiempo para escribir varios libros sobre la oración, ahora ha creado su nueva obra de arte. Sin embargo, no ve en ella arte, sino hambre de almas santas. Por eso musita con su sonrisa silente –¡elocuente!- que “si uno solo de esos cuadros toca el alma de una sola persona, ya habrá servido para algo”. Es mossèn Josep Maria Torras, un sacerdote catalán de la prelatura del Opus Dei.
Mossèn Torras es autor, entre otras obras, de la serie de espiritualidad Acercarse a Jesús.
¿Quieres orar? ¿Estás distraído? ¡No importa! Entra en La Pinacoteca de la Oración, y comprobarás que esboza sugestivas imágenes musicadas, fruto de su intensa vida de oración y de abnegada labor de trato de almas... que tú estás llamado a completar. Es, como reza el subtítulo, La Obra de la Creación en miniaturas.
Ellas te llevarán -en catalán y en castellano- a una oración pausada, profunda, por las sendas del Evangelio, por más distraído que estés. Porque te obligan a parar. Así, confortados por la oración de la mano de Nuestro Redentor Jesús, saldremos de esta crisis del coronavirus fortalecidos. Porque son cuadros de testimonio, de fe, de oración, instantes de eternidad asequibles a un niño... aunque solo sea el que llevas dentro. ¡Casi nada!
Entra, y verás. Oye, y orarás. Tantos, como nuestro loado, son así. Y tú también puedes serlo. ¡Gracias, mossèn!