Estos días, con motivo de alguna pequeña modificación de la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, se va a volver a discutir en el Congreso sobre esta Ley, también llamada Ley del Aborto. En este artículo no quiero referirme a éste, sino a otra novedad legislativa de esta Ley, también muy importante, pero que corre el riesgo de pasar desapercibida. Me refiero a la perspectiva de género, sobre la que se hacen dos referencias, que dicen así: 1) Los poderes públicos garantizarán “la educación sanitaria integral y con perspectiva de género sobre salud sexual y salud reproductiva”(Título 1, Capítulo 1, art. 5, 1 e) y 2) “La formación de profesionales de la salud se abordará con perspectiva de género” (Capítulo II, art. 8).
Tras estas palabras, aparentemente inofensivas, se encuentra la afirmación que el ser humano puede escoger libremente su sexo. No importa nada que mi aparato reproductor sea masculino o femenino. El sexo no tiene que ver con la biología, sino con el rol social. En esta mentalidad, el hombre y la mujer eligen su sexo y lo podrían cambiar, cuantas veces lo estimen oportuno, porque las diferencias entre hombres y mujeres se deben a determinaciones sociales.
La primera que expresó esta estrafalaria idea fue Simone de Beauvoir con su afirmación “Una no nace mujer, la hacen mujer”, completada poco después con la afirmación: “Uno no nace varón, le hacen varón”. Es decir, no existe ni masculino ni femenino, sino que nos encontramos ante un producto cultural. El ser humano nace sexualmente neutro, posteriormente es socializado como hombre o mujer. La igualdad radical es un principio básico de esta ideología que pone la sexualidad al servicio del placer y como los órganos sexuales los tenemos para algo, es decir para usarlos, se alienta no sólo la masturbación, sino también las relaciones sexuales de toda clase, también entre menores, pues incluso la infancia tiene derecho a su emancipación sexual. Debo decir que la primera vez que oí hablar de ideología de género, creí que se estaban riendo de mí, sensación que han tenido siempre mis oyentes cuando oían esto por primera vez.
Bueno, pues esto, la "ideología de género”, es, por tanto como se pretende ¿educar? a nuestros niños y adolescentes. El objetivo de esta ideología es abolir la identidad sexual, liberando a la mujer de las ataduras de la naturaleza, y de las funciones asociadas a ella, como la maternidad y el hogar. Lo femenino y lo masculino hay que considerarlo como un producto de la sociedad, es decir consecuencia de la socialización de los roles en que se manifiestan ambos géneros. Por género se entiende la actividad femenina o masculina, no la mujer u hombre sexuado que lo desempeña. No existe una libido masculina y otra femenina, de manera que los hombres y las mujeres no sienten atracción por personas del sexo opuesto por naturaleza, sino más bien por un condicionamiento de la sociedad. Así, la orientación sexual, el deseo sexual depende de la socialización del género. Lo que se trata de conseguir es que no haya papeles de padres o madres fijos, sino intercambiables.
Para ello el sexo debe estar radicalmente separado de la procreación, erradicando del matrimonio el fin de la procreación y estableciendo nuevos derechos humanos que tienen poco que ver con la Declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948, como el derecho al hijo, que ya no es un don, sino un derecho, los derechos derivados de la propiedad y plena disposición del propio cuerpo, englobados bajo el concepto de salud reproductiva y que incluye el derecho al aborto, así como los derechos derivados del deseo sexual, como poder practicarlo cuando y como quiera. Es una ideología violenta que une una relación de odio entre los sexos con el socialismo más radical que considera a la mujer explotada por el capitalismo, y considera el hogar, la familia y el matrimonio como los lugares de la explotación.
La obsesión por la sexualidad de los niños es una constante del feminismo radical que defiende esta ideología. Hace pocos días, una señora me escribía: “Corrupción mayor que robar el dinero de los impuestos de los ciudadanos, es la corrupción que se practica en las escuelas enseñando a los niños la sexualidad indiscriminada, y eso lo sé de buena tinta porque se lo enseñaron a mi hija que con 12 años le dieron un condón y le enseñaron a masturbarse”.
Termino con una pregunta: ¿los diputados que van a votar con mínimas modificaciones a favor de la Ley Aído y en consecuencia de la ideología de género, que permanece inalterable, qué juicio les merecen: son malvados, ignorantes, idiotas, todo a la vez, o son por el contrario beneméritos y dignos de todo respeto?