Para el 14 de marzo, sábado próximo, está convocada por numerosas asociaciones pro-vida y pro-familia, otra gran manifestación en Madrid bajo el lema Cada vida importa. Por la vida, la mujer y la maternidad. Comenzará a las 12 horas del mediodía para recorrer el tramo de la calle de Alcalá que discurre desde la calle de Sevilla a la Puerta de Alcalá.
Todas aquellas personas con sentimientos humanitarios, en cuanto puedan y aún casi sin poder, cualquiera sea su credo o ideología, simplemente por tener corazón, están, estamos, obligados a participar, una vez más, en estas magnas concentraciones por la vida de los más indefensos. Hay que demostrar insistentemente a estos gobernantes desalmados, pusilámines, amasonados o compañeros de viaje, que no van a poder acallarnos nunca a los que defendemos el derecho primero de toda sociedad medianamente civilizada: el derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural.
La masonería, todas las obediencias masónicas existentes, pero no sólo ellas, se han propuesto la gran misión universal de combatir lo que llaman “la explosión demográfica”, y uno de los principales arietes de este combate es el aborto a escala planetaria. Ahora, para saber si un político o dirigente social de cualquier clase es masón o no, basta conocer su actitud ante la gran tragedia abortista. Si la defiende, caben pocas dudas acerca su condición de cofrade de la escuadra y el compás, o bien compañero de viaje, o feminista, o “tanmesinfot” que dicen en Valencia (que todo le da igual), o, en último extremo, forofo del equipo colorado. Probablemente en nuestro país haya muchísimos más acomplejados que “hijos de la viuda” fetén, porque estos en España, no pasarán mucho de los cinco mil, pero bien posicionados, de ahí su enorme influencia.
La generalidad de las agencias de la ONU están metidas en el gran proyecto de reducir la natalidad a “términos sostenibles”, de donde puede deducirse fácilmente que allí cortan el bacalao los mandiles. Allí, a una de aquellas covachuelas creo que de género, fue a parar la gran científica alcalaína (de los Gazules) Bibiana Aido, madre (el padre fue Zapatero) de la ley más perversa aprobada nunca jamás por el Parlamento español. Y allí, perdida en el anonimato, debe seguir, pero cobrando un sueldazo que no veas, como compensación, digo yo, a las decenas de miles de niños horriblemente descuartizados en el vientre de sus madres cada año en España.
El aborto es un crimen tan horrendo, en el que las propias madres propician el asesinato de los hijos que llevan en sus entrañas, y un negocio tan sucio y repugnante, que algo igual no es imaginable ni en las sociedades más primitivas y bárbaras. A Hitler, estos genocidas abortistas de ahora lo canonizarían si no resultara tan escandaloso y autoinculpatorio.