El mundo musulmán ha callado como un muerto ante el asesinato atroz, bárbaro, cafre, salvaje de los 21 cristianos coptos egipcios en una playa de Tripolitania, brutalmente degollados como corderos al final del ramadán. Un asesinato espeluznante convertido en espectáculo macabro. Un asesinato espantoso de personas absolutamente inocentes. Un asesinato colectivo de cristianos por el simple hecho de ser cristianos, de ser “infieles”. Cristianos coptos, cuya iglesia no combate al Islam, sino que lo sufre angustiosamente.
Los musulmanes, cuando creen que alguien ofende a su profeta o a su religión, montan la parda de un extremo a otro del planeta, y hasta cometen desmanes. Sin embargo, en ocasiones como esta, no se les oye mucho alzar la voz. Y el que calla, otorga, como dice el viejo dicho.
Cierto que el Islam no forma un cuerpo uniforme, pero justamente por eso, resulta más llamativa la uniformidad en el silencio, en la falta de reacción condenatoria, salvo alguna voz aislada, tan rara como sorprendente.
Tampoco los “progres” occidentales se han destacado por sus condenas. Acaso únicamente Obama y, en todo caso, el Papa, que ha dicho lo que tenía que decir y hacer lo que es propio que haga: celebrar una misa por estos hermanos coptos tan brutalmente degollados. Pero, ¿dónde están en esta ocasión los mandamases y la masa de enardecidos “republicanos” franceses que salieron a la calle para condenar, con toda justicia, la matanza de los dibujantes de Charlie Hebdo? Parece que los coptos egipcios no se merecen ningún lamento, ni mucho menos una condena “solidaria”. ¿Por qué llorarles, se dirán los ultra laicistas, si son simplemente cristianos?
Personalmente echo de menos, por ejemplo, que los mahometanos españoles o residentes en España pronuncien alguna palabra de censura, de rechazo de tamaña barbarie, cuando bien que arman ruido apoyados por masones y marxistas, enemigos tradicionales de la Iglesia católica, para intentar meter las narices en la catedral de Córdoba, ocho siglos atrás mezquita, “sólo” ocho siglo atrás, y más atrás aún basílica cristiana.
El Islam se está volviendo peligroso. Los buenistas multiculturalistas dicen que hay un islamismo pacífico, tolerante, pero yo no lo veo en ningún país de hegemonía mahometana, ni en algunos círculos de nuestra permisiva Europa. Y entretanto estamos permitiendo de manera indolente e irresponsable, la invasión islámica silenciosa, subterránea, de efecto termita, sin exigir, las autoridades españolas y europeas, algún trato de reciprocidad a los estados musulmanes. Así nos irá, como han podido comprobar, recientemente, Francia y Dinamarca.