Días atrás, dos ministros del Gobierno español (Exteriores y Justicia, si no recuerdo mal) afirmaron, más o menos al alimón, que el Islam es una religión de paz. Es lo mismo que sostienen portavoces de instituciones y asociaciones islámicas de nuestro país. Cuando unos y otros lo dicen, así será.
No sabía yo que los señores García-Margallo (viejo correligionario mío en la democracia cristiana) y Catalá, eran expertos en la fe de Mahoma, pero siempre es grato descubrir conocimientos ajenos. Ahora bien, a poco que uno transite por el Corán, se lleva más de una sorpresa.
El libro sagrado de los musulmanes está dividido en suras, y estas en aleyas, que podríamos aceptar con cierto atrevimiento a fin de entendernos como capítulos y versículos. En la sura 2, aleya 190, podemos leer: “Combatid por Dios contra quienes combaten contra vosotros, pero no os excedáis...” Aleya 191: “Matadlos donde deis con ellos, y expulsadles de donde os hayan expulsado...”, base doctrinal de quienes pretenden “recuperar” el Andalus. Aleya 193: “Combatid contra ellos hasta que dejen de induciros a apostatar y se rinda culto a Dios. Si cesan no haya más hostilidades que contra los impíos”.
Sura 3, aleya 28: “Que no tomen los creyentes como amigos a los infieles en lugar de tomar a los creyentes (...), a menos que tengáis algo que temer de ellos...” Sura 4, aleya 56: “A quienes no crean en Nuestros designios les arrojaremos a un Fuego. Siempre que se les consuma la piel, se la repondremos, para que gusten el castigo. Dios es poderoso, sabio.”
Sura 8, aleya 65: “¡Profeta! ¡Anima a los creyentes al combate! Si hay entre vosotros veinte hombres tenaces, vencerán a doscientos. Y si hay cien, vencerán a mil infieles, pues éstos son gente que no comprende.”
No es necesario seguir. Para muestra bastan estos botones. O leer, en estas mismas páginas, al católico caldeo irakí Raad Salam Naaman para entender cabalmente cómo se las gastan ciertos musulmanes.
Como el Islam, la generalidad del Islam, considera, siguiendo los preceptos de su libro sagrado, que es infiel todo aquel que no sigue la fe de Mahoma, viene a resultar que todos somos infieles, por lo tanto, todos los no musulmanes podemos ser objeto de la guerra santa, en particular si pertenecemos al mundo occidental.
El odio a Occidente, incluidos todos los países más o menos occidentalizados o en vías de serlo (China, Extremo Oriente, Sudeste asiático, África, etc.) tiene una explicación histórica y sociológica. El Islam se ha quedado atrasado en todo, atascado en la Edad Media. Hoy en día, el inmenso mundo musulmán no aporta ningún progreso en nada, no destaca en nada, absolutamente en nada, si acaso sólo en violencia, intentando inútilmente preservar la cultura medieval que le es propia.
Su vida entera depende de los progresos y avances científico-técnicos de Occidente. Ello tiene, necesariamente, que ocasionarles una tremenda frustración, viendo que el mundo, empezando por sus propias estructuras, se les escapa de las manos. De ahí que los grupos extremistas y fanatizados reaccionen con inusitada violencia, con la “comprensión” generalizada, si no es con el apoyo logístico y económico del resto del mundo islámico, intentando evitar lo inevitable.
El fanatismo islámico conserva, sin duda, una gran capacidad para causar enormes daños a Occidente, como quedó probado en el ataque y destrucción de las torres gemelas de Nueva York el 11-S de 2001 y en los asesinatos de días pasados en París. La tendría aún mayor si Irán lograra poseer la bomba atómica. Sin embargo, no tiene ninguna capacidad para cambiar el mundo ni imponer su credo y cultura al resto del planeta.
Todo lo que está ocurriendo ahora lo dejó científicamente analizado el gran historiador inglés Arnold Joseph Toynbee en su voluminosa obra en doce tomos Estudio de la Historia, del que hay un amplio compendio en tres tomos a cargo de D.C. Somervell (publicado por Alianza Editorial en 1970), y unas charlas radiofónicas que el propio Toynbee ofreció en la BBC de Londres. Pero la intelectualidad islámica, si existe, ¿ha leído a Toynbee? ¿Lo han leído las élites políticas y culturales occidentales?
En resumen podríamos decir que la violencia islámica es, además de lo que manda el Corán, la reacción previsible de una civilización que se considera avasallada por otra superior política, científica y técnicamente, y que no sabe cómo parar lo imparable. Ha ocurrido siempre así. Ejemplos históricos los hay para aburrir.
El Islam continuará siendo lo que es y revolviéndose peligrosamente en su impotencia, incluso de ellos mismos entre sí por diferencias de legitimidad ortodoxa, hasta que no veamos que consienten levantar templos cristianos en los países más estrictos o algo tan baladí como que un moro –según lo llamaría el clásico- vaya por la calle del bracete de su mora. Entonces podremos empezar a pensar que los musulmanes se están haciendo culturalmente vegetarianos.
Tienen que ver que el mundo se les escapa de las manos. Los estertores de una civilización que agoniza. No han leido a Toynbee.