Que Shakespeare era católico practicante en una época muy anticatólica se puede demostrar más allá de una duda razonable. Es algo evidente si consideramos lo que sabemos de su vida y lo que vemos en sus obras y poemas. Dado que esto es así, intriga la respuesta de Shakespeare a la tristemente célebre Conspiración de la Pólvora, también conocida como la "conspiración papista", cuyo objetivo era volar el Parlamento de Inglaterra con el rey dentro, y que fue descubierta en noviembre de 1605.
William Shakespeare (1564-1616), conocido como el Bardo de Avon por su lugar de nacimiento, Statford-upon-Avon (Warwickshire, al sur de Birmingham).
Analicemos los acontecimientos que llevaron a la conspiración y cómo respondió Shakespeare a ellos, empezando por la Rebelión de Essex de 1601. Guiada por el conde de Essex y apoyada por el mecenas de Shakespeare, el conde de Southampton, este intento malogrado de tomar el control del gobierno de la reina Isabel, dirigido por sir Robert Cecil, casi ciertamente tuvo el apoyo de Shakespeare.
Esto es evidente, en primer lugar, porque los simpatizantes del conde de Essex fueron al Teatro Globe en vísperas de la rebelión para persuadir a los Lord Chamberlain's Men [Los hombres del Lord Chamberlain], la compañía de teatro para la que Shakespeare escribió muchas de sus obras, que representara la obra del Bardo de Avon Ricardo II, estipulando que se incluyera la escena del derrocamiento. En esta escena, que había sido prohibida por el gobierno, el autor mostraba su simpatía por esos nobles, como Bolingbroke, que se habían rebelado contra el rey Ricardo, dramatizando la abdicación forzada del rey. Claramente, se esperaba que la representación de la obra fuera un detonante que provocara la revuelta de los londinenses contra la reina y sus ministros. A pesar de que la rebelión fracasó, la reina Isabel no tenía ninguna duda de que la representación de la obra de Shakespeare tenía como objetivo poner a la gente en su contra. "Yo soy Ricardo II", le dijo a sir William Lambarde, "¿acaso vos no os dais cuenta?".
Mientras el conde de Southampton permanecía recluido en la Torre de Londres por haber tomado parte en la rebelión, Shakespeare dio rienda suelta a su odio hacia Isabel y su gobierno escribiendo Hamlet. En esta obra hay una referencia solapada a la reina cuando se alude a su conocida costumbre de utilizar un espeso maquillaje blanco para ocultar su edad. "Vete a la alcoba de mi señora y dile que bien puede ponerse pintura de una pulgada de grueso, a esta figura ha de llegar [a la muerte]. Hazla reír con eso", le dice Hamlet a la calavera de Yorick.
Sin embargo, es la red de espías de Isabel, controlada por su jefe, sir Robert Cecil, la que se llevó la peor parte en la rabia de Shakespeare. Elegido como ejemplo para el papel de Polonio en la obra, Cecil es representado como un relativista maquiavélico y egoísta, como son los espías que están a sus órdenes. Este odio contra la red de espías de Isabel, evidente en toda la obra, está expresado en términos teológicos en la famosa escena del cementerio en la que Hamlet nos presenta un memento mori que se hace eco, con referencias intertextuales, del poema Upon the Image of Death del mártir jesuita San Roberto Southwell, al que Shakespeare conocía muy bien. Fue la traición de uno de los espías de Isabel la que llevó a su arresto, encarcelamiento, tortura y ejecución.
El golpe que le da Shakespeare a la anciana reina, comparándola con la calavera de Yorick, aunque sea sólo de manera alusiva, indica que a Isabel le faltaba poco para morir. Conscientes de que la reina ya no viviría mucho, los católicos ingleses esperaban que Jacobo la sucediera en el trono: este estaba casado con una católica y había dado a entender que cesaría todas las persecuciones que Isabel había emprendido contra los católicos.
Tras suceder a la reina en el trono, Jacobo mantuvo su promesa y permitió que los católicos practicaran su religión abiertamente. Muchos se sorprendieron por el gran número de personas que aún creían en la verdadera fe, que habían sobrevivido como Iglesia clandestina durante décadas de persecución estatal. Durante esta breve luna de miel, los católicos ingleses tuvieron que sentir un gran regocijo por poder disfrutar de libertad, el mismo que debió sentir la gente de la Unión Soviética cuando recuperó su libertad tras décadas de tiranía. En lo que respecta a Shakespeare, su respuesta la tenemos en el título de la obra que escribió durante este breve periodo de libertad religiosa: Bien está lo que bien acaba.
Jacobo se sintió inseguro cuando vio la firme oposición del Parlamento ante la concesión de libertad religiosa a los católicos de Inglaterra, por lo que incumplió sus promesas y restableció las leyes anticatólicas, ilegalizando de nuevo la práctica de la fe. De un modo maquiavélico, el rey sopesó el poder que tenían los católicos ingleses respecto al que tenía el Parlamento, cada vez más dominado por los puritanos, y decidió que era mejor para él secundar las exigencias del Parlamento.
Los católicos de Inglaterra se hundieron en un desconcierto desolador ante el giro devastador de los acontecimientos. Muchos capitularon y aceptaron la religión de Estado para, así, evitar la perspectiva futura de décadas de persecuciones; otros, más exaltados, decidieron que la única solución era la violencia.
Los acusados por la Conspiración de la Pólvora, en un grabado de la época. Guy Fawkes es el tercero por la derecha.
Fueron estos airados jóvenes lo que acabaron enredados en la Conspiración de la Pólvora, que estaba condenada al fracaso debido a la traición perpetrada por la misma red de espías, controlada por el mismo sir Robert "Polonius" Cecil, contra el que Shakespeare había expresado su rencor en Hamlet.
Los historiadores no se ponen de acuerdo en si toda la conspiración fue planificada por los espías de Cecil actuando como agentes provocadores, o si simplemente descubrieron el complot y permitieron que continuara para poder poner en marcha su trampa: lo que está claro es que Guy Fawkes y los demás conspiradores enfadados e insensatos estaban condenados al fracaso.
La célebre "máscara de Guy Fawkes" fue popularizada en los últimos años por la película V de Vendetta (2006), de James McTeigue.
¿Y qué pasa con Shakespeare? ¿Capituló y obedeció, o compartió su rabia con los conspiradores tras el restablecimiento de las persecuciones? Tenemos la clara respuesta en las obras que escribió en los meses que siguieron al restablecimiento de las draconianas leyes anticatólicas. Durante esos días oscuros e infaustos, Shakespeare escribió sus obras más negras y aciagas.
Otelo, escrita poco después de que se iniciaran de nuevo las persecuciones, nos presenta al pérfido y maquinador villano, Yago, cuyo nombre es la traducción al español de Jacobo [James, en inglés, se puede traducir como Jacobo o Santiago, Yago, ndt]. Es significativo que Shakespeare no utilice el nombre real del personaje maquiavélico de la historia original, lo que significa, presumiblemente, que el autor cambió el nombre, eligiendo el de Yago por probables razones alegóricas.
Cordelia, la heroína de El rey Lear, la siguiente obra de Shakespeare, está en la misma posición de recusación en la que se encontraron los católicos de Inglaterra. Cordelia, que de verdad ama a su rey [que es su padre, ndt], está obligada a exiliarse porque se niega a jurarle lealtad total, más allá de su conciencia, mientras que sus egoístas hermanas son premiadas por sus mentiras. La obra muestra la conversión del rey Lear, que pasa de una sabiduría mundana a una que es divina, es decir, cristiana y no de este mundo. El discurso final de la obra, después de que Lear se haya reunido con Cordelia y padre e hija se hayan reconciliado, transmite otra conexión intertextual con la poesía, de nuevo, del mártir jesuita San Roberto Southwell, en la referencia a su ir a la cárcel por ser "espías de Dios" ["God's spies"] , un juego de palabras con el que se hace referencia a la descripción que hace Southwell del martirio de María, reina de Escocia y madre de Jacobo, como la "especia de Dios" ["God's spice"].
Parecería que la intención de Shakespeare era zaherir la conciencia del rey Jacobo, esperando que tal vez tuviera una conversión de corazón similar a la de Lear, uniéndolo así en espíritu con su madre mártir. Como si esto no fuera suficientemente sorprendente, Shakespeare introduce en la obra un personaje llamado duque de Albany, que no aparece en la obra que Shakespeare utilizó como su fuente principal. El duque de Albany es un título nobiliario de la Casa de Estuardo, que el rey Jacobo había otorgado a su hijo Carlos cuando nació en 1600. En la obra de Shakespeare, el duque de Albany condena la maldad de los personajes mundanos y maquinadores, haciéndose así eco del enfoque moral que Shakespeare quería transmitir.
En lo que atañe al personaje de Cordelia, Shakespeare altera su nombre respecto al del personaje de la fuente principal, que se llama Cordella. Una tesis es que quiso jugar con las palabras, pues Cordelia evocaría el coeur de Lear, es decir, el corazón de Lear, la única que realmente le ama y a quien él está llamado a amar.
Considerar las referencias a la madre y al hijo de Jacobo como una mera coincidencia no es creíble. Claramente, la intención es vincular al rey de la ficción con el rey real, intentado persuadir al rey Jacobo que se vea a sí mismo en la historia y perciba, así, la utilidad moral que esta tiene para su propio papel y responsabilidad. Hay un giro irónico en el hecho de que el apoyo que Jacobo dio al Parlamento causó, en última instancia, la condena de su hijo, el duque de Albany real, a muerte: Carlos fue decapitado después de la victoria de las fuerzas del Parlamento [guiadas, entre otros, por Oliver Cromwell, ndt] en la Revolución inglesa, compartiendo así el destino de su abuela, María de Escocia.
Si la intención de Shakespeare era emplear en El rey Lear el arte de lo que puede llamarse una persuasión sutil y amable, en su siguiente obra, Macbeth, no hay nada de amable ni de sutil. La obra trata de un rey escocés malvado y malévolo que permite que su ambición siembre el caos.
Hay un nexo entre la obra de Shakespeare y La tragedia de Gowrie, una obra sobre el rey Jacobo, en la que se muestra su maldad en Escocia antes de su ascenso al trono de Inglaterra. La compañía teatral de Shakespeare la representó en diciembre de 1604, antes de ser prohibida. No se sabe quién fue el autor de esta obra prohibida sobre el verdadero rey Jacobo, pero no hay duda de que el Macbeth del Bardo de Avon pretende hacer una analogía entre ambos reyes escoceses. ¿Acaso es coincidencia que Shakespeare decida escribir una obra sobre un rey escocés cuyo nombre, "Macbeth", significa "hijo de Beth", es decir, hijo de Isabel? Al seguir las huellas tiránicas de Isabel, Jacobo no sólo estaba traicionando a los católicos de Inglaterra, sino que también traicionaba a su madre católica que, seguramente, había sido condenada a muerte por orden de Isabel. Si esto es una coincidencia, es tan tristemente fortuita que es difícil descartar la posibilidad de una acción de la providencia.
Volviendo a nuestra pregunta original, a saber: ¿Shakespeare capituló y obedeció, o compartió su rabia con los conspiradores tras el restablecimiento de las persecuciones?, podemos responder que por las evidencias que nos ha dejado en su obra parece que ni capituló ni obedeció. En lo que respecta a los conspiradores, seguramente no aprobó sus métodos violentos, pero claramente compartía su rabia.
Publicado en Crisis Magazine.
Traducción de Elena Faccia Serrano.