La apertura de relaciones diplomáticas entre EE.UU. y Cuba acordada el 17 de diciembre último fue el mejor regalo que podían hacerle a los cubanos en vísperas de las fiestas de la Navidad.

Según dijo el presidente de la gran nación americana del Norte, Barack Obama, en este acuerdo había tenido una participación activa el Papa Francisco, siempre atento a los problemas y conflictos humanos del mundo. Una participación silenciosa, discreta, cauta, pero eficaz, muy propia de la mejor diplomacia vaticana, que en esto de la discreción diplomática no le gana ni la masonería más sigilosa del planeta.

Un problema enquistado desde hace medio siglo, y no por culpa de los norteamericanos, sino por causa de la hostilidad mantenida por Fidel y su hermano, siempre dispuestos a ser el peón de brega de todo aquel que deseara tocar los cataplines al gigante del Norte.

Los cubanos que residen en la nación-presidio cubana de entrada notarán poco, o nada, la apertura castrista hacia los gringos, pero, como dice el refrán, “en comer y rascar todo es empezar”. Aunque se mantengan muchas de las actuales restricciones al comercio y a los viajes a Cuba, adoptadas en su día en represalia por la incautación sin indemnización alguna de las propiedades de los norteamericanos en la isla (y españoles y otros muchos extranjeros, etc.), poco a poco se aflojarán las tuercas.

Los bloqueos internacionales tienen poca efectividad disuasoria sobre los dictadores. Este tipo de medidas, no dañan directamente a los sátrapas, ni a su nivel de vida, por ostentoso que sea, ni a su omnímodo poder personal, sino especialmente a la sufrida población local que soporta la dictadura.

Recordemos, como ejemplo bien familiar, lo que sucedió en España en 1946. La recién creada ONU (UNO en inglés), acordó el 9 de febrero de ese año (me acuerdo perfectamente de todo aquello), la exclusión de nuestra país de esa organización supranacional por haber apostado a caballo perdedor en la Segunda Guerra Mundial. Franco replicó el 28 de ese mismo mes con el cierre de fronteras, especialmente para taponar la penetración del maquis comunistas desde Francia.

Todo ello en medio de grandes manifestaciones “patrióticas” en toda España, al grito bizarro, entre otros, de: “Si ellos tienen UNO, nosotros tenemos dos” ¡Espléndido!, salió a relucir, como no, la testosterona de la más genuina raza ibérica.

Y ¿cuál fue el resultado del casi total aislamiento de nuestra nación? No, desde luego, la pérdida del poder personal de Franco, que en lugar de resentirse salió reforzado. Los platos rotos terminó pagándolos, como siempre, la inmensa mayoría de los españolitos especialmente los de a pie. Doña Carmen seguro que no se vio nunca forzada al peligroso aunque forzoso peregrinaje al barrio de Delicias de Madrid, santuario ferroviario del estraperlo madrileño. Y gracias a Dios que había beneméritos estraperlistas, jugando al ratón y al gato con los aún más beneméritos “civiles”. En otro caso se hubiese extinguido la muy bravía estirpe de los “dos”. Pero no muertos a hierro o bala, sino de hambruna. ¡Loados sean, aunque lo hagamos a toro pasado, los salvadores estraperlistas!

La situación en Cuba, quiéranlo o no los propios Castro, o los puritanos de la democracia de fuera del perímetro castrista, exquisitos y exigentes en sus actitudes democráticas siempre que paguen otros la factura de los sacrificios, mejorará, irá a mejor. Llegarán mayores remesas de los exiliados en Florida, crecerá el turismo de relajo, que no es el más recomendable, pero es lo que da de sí el Caribe, los trasterrados podrán visitar a los suyos cada vez con mayor facilidad, se abrirán nuevos negocios y aumentarán las inversiones extranjeras y, con todo ello, mejorará el nivel de vida de la gente del “interior”, como se decía en España, etc., etc. Pero, por mucho que resistan, se morirán Fidel y Raúl, irremediablemente.

Alguno de la camarilla castrista intentará perpetuar el negocio dictatorial, como Marcelo Caetano pretendió en Portugal tras el fallecimiento de Oliveira Salazar. Dará igual, muertos los perros, muerta la rabia.

El pueblo cubano tiene motivos para sentirse muy esperanzado, aunque siga el acoso de la dictadura a los opositores, continúen las detenciones y eventualmente los encarcelamientos temporales, no pocas privaciones y el régimen liberticida, pero, pero... ha sido abierta una gatera. La Virgen de la Caridad del Cobre los protege, el Papa está con ellos y, muy especialmente, los Castro tienen fecha de caducidad.