El ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, José Manuel García- Margallo, ha realizado un gran esfuerzo para que España entrara en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para el bienio 2015-2016.
Parecía que era el único objetivo de política exterior de nuestro país. Sin embargo, una vez conseguido no parece que en Exteriores y en Moncloa hayan dedicado mucho tiempo a elaborar un programa para el ejercicio del cargo. Desde la cancillería española sólo salen lugares comunes, eso sí, políticamente correctos, sobre la defensa de la democracia y de los derechos humanos así como la ciberseguridad (en lo que sin duda somos una gran potencia). Y todo ello envuelto en la lucha para contribuir a “la paz y la seguridad internacionales”. Ya saben, el discurso de los concursos de belleza: “la paz en el mundo”.
De hecho, la única concreción es la de la ideología de género. Como resultaría demasiado visible adoptar el mantra feminista de la ideología de género -ya sabemos todos lo que eso significa- España ha optado por hablar de igualdad de género, que es lo mismo, en boca del lobby feminista, pero suena menos totalitario.
Es más, en Exteriores completan la afirmación con algo aún más jocundo: “la plena participación de las mujeres en la construcción de la paz”. Esto es definitivo.
Se da la circunstancia de que, durante su balance del Ejercicio 2014, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a preguntas de Hispanidad, se negó a condenar la masacre de cristianos por parte del Califato Islámico, la mayor persecución de nuestros días. Se enfadó mucho el presidente del Gobierno, a quien no se le deben hacer ese tipo de preguntas dado que “mi Gobierno ha defendido siempre la democracia y los derechos humanos de todo el mundo”. Sí, pero aquí estábamos hablando de un problema concreto: el exterminio de cristianos en Irak y Siria a cargo de los fundamentalistas... por el hecho de ser cristianos. Lo que, además de poco democrático, resulta que se hace por cristofobia.
En cualquier caso, todo indica que Rajoy se conforma con haber llegado al Consejo de Seguridad. Ejercer es otra cosa. Pero también indica que al igual que José María Aznar, su antecesor, exigió que su Gobierno ignorara el espinoso asunto del aborto y la defensa del no nacido, Rajoy exige a sus ministros que se alejan de cualquier apariencia de defensa de la libertad religiosa en general, de los cristianos en particular y del cristianismo en singular. Él es muy laico y hablar de persecución de los cristianos no hace intelectual y resulta muy poco diplomático.
Y en esta decisión pesa, sin duda, la postura firme del obispo de Alcalá, Reig Pla, quien calificó la actual Gobierno del PP de “estructura de pecado” y que consiguió que otros cuatro obispos españoles ratificaran que un católico no puede votar al PP.
Y recientemente, Reig aseguró que si Rajoy había retirado su reforma del aborto era porque así se lo había exigido el Nuevo Orden Mundial... como condición previa para entrar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
A la vicepresidenta Soraya, también a preguntas de Hispanidad, no le gustó nada lo que dijeron los obispos sobre la incoherencia de un católico votante del PP.
Está claro, Rajoy se ha divorciado de los católicos. Al menos hasta que en vísperas de las elecciones precise de su voto.
Eulogio López
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