Aunque en agosto el cuerpo nos pida disertar sobre los ángeles, ya empieza la campaña de la vuelta al cole. El debate de investidura de Madrid habrá sido todo lo extemporáneo que se quiera, pero ha arrojado mucha luz sobre el problema de la educación.
Errejón ha demostrado que la izquierda ignora o prefiere ignorar la revolución social que supondría el cheque escolar (un dinero dado a todos los padres para que puedan llevar a sus hijos al colegio público, concertado o privado que deseen). Él ha dictaminado que al «hijo de un reponedor» no le interesa ir al colegio británico, sino que haya una buena escuela pública, donde se garantice, además, la mezcla de clases sociales. Vale, pero yo creo que habría que oír al reponedor y a su hijo. El cheque escolar les permitiría escoger y, por tanto, se lograría esa mezcla social que Errejón quiere imponer por la fuerza, pero a través de la libertad. Convertir la enseñanza pública en la opción por defecto no contribuye a su prestigio. La gente no suele valorar lo que le imponen.
Isa Serra, de Podemos, ha sido todavía más clara. Como si se repartiese los papeles con su otrora camarada Íñigo, en vez de cargar contra el cheque, lo ha hecho contra el pin parental, esto es, contra el instrumento mediante el cual los padres autorizarán o no que sus hijos reciban charlas o vayan a actividades más doctrinales que académicas. Serra ha espetado a Rocío Monasterio que «la educación pública tiene como objetivo proteger a los niños de padres como usted». Pero donde Serra dice «usted», usted debe leer «usted», pues éstos vienen a por sus niños.
Ha hecho, pues, una defensa del pin parental a contrario sensu más eficaz que el discurso apasionado de Vox. Demuestra que el pin no es inocuo. Quieren la educación pública para reeducar a los hijos de todos, diga lo que diga la Constitución y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que reconocen a los padres el derecho a educarlos, naturalmente.
El pin parental tiene como objetivo defender a nuestros niños de políticos como Clara Serra, por supuesto; pero también protege a la enseñanza pública. Ésta debe tener la calidad y el prestigio para que los padres la escojan libremente incluso disponiendo de un cheque escolar. Y debe ser tan neutral ideológicamente como para que todas las familias puedan confiarle una parte sustancial de la educación de sus niños sin tener el corazón en un puño.
Publicado en Diario de Cádiz.