La reciente encíclica del Papa, «Caritas in Veritate», ha gozado de un golpe mediático sin precedentes. A ello ha contribuido la oportunidad del tema específico de la misma y la necesidad de unas palabras procedentes de una personalidad constituida con la suficiente autoridad moral para pronunciarlas. El impacto mediático de este documento pontificio es un hecho si como prueba aducimos la constatación de que a estas alturas son más bien pocos los que no saben que el Papa escribió una encíclica. Ahora bien, aventurarse a decir si el impacto ha sido positivo o negativo, es una cuestión distinta. Ya desde antes que apareciera la «Caritas in Veritate» se había formado una expectativa en torno a ella, y no sólo en círculos de economistas, periodistas y especialistas afines, sino en la misma ciudadanía, incluso por parte de personas que no son creyentes. Botón de muestra son los resultados de la
encuesta realizada en Estados Unidos por los Caballero de Colón y el Marist College Institute for Public Opinion: una amplia mayoría de los estadounidense querían escuchar al Papa. El mismo día que se dio a conocer la encíclica, el martes 7 de julio de 2009, la prensa internacional comenzó a satisfacer ese deseo que no era sólo el de la sociedad estadounidense. La rapidez con que los diarios digitales, la radio y la televisión comenzaron a titular sus cabeceras y a emitir juicios sobre el contenido de la encíclica, incluso sobre el autor, llevaban a poner en duda el que en tan poco tiempo el periodista o el medio en cuestión hubieran leído concienzudamente las 127 ó 136 páginas (dependiendo qué edición se tuviera) donde se recogen una introducción, seis capítulos y una conclusión sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad; un «todo» dirigido explícitamente a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas, a todos los fieles laicos y a todos los hombres de buena voluntad. De esta manera, la gente fue quedándose con titulares o contenidos resultados de lecturas parciales, comentarios sectarios e ideologizados, extractos reduccionistas incapaces de dar una visión sintética del documento o críticas y ataques frontales.
El escollo de quedarse en la reforma de la ONU y la reducción a encíclica económica No fueron pocos los medios que se centraron en el punto número 67 de la encíclica alegando que Benedicto XVI pide una reforma de la ONU, una verdadera autoridad política internacional o que sencillamente la redujeron a un documento de carácter económico. El francés
Le Parisien decía, por ejemplo, que es fundamental encontrar un gobierno mundial que sea confiado a la ONU, si bien también destacaba las palabras del Papa en torno a la defensa de la familia y a la procreación responsable. En esta misma línea,
The Washington Post fijaba su atención en la dignidad del individuo y la necesidad de una justicia equitativa para todos los hombres en el titular «El Papa reclama una nueva estructura económica».
The New York Times bautizaba así su reporte: «El Papa propone un nuevo orden financiero guiado por la ética», resaltando en él las referencias del Papa al respeto de la dignidad humana. El diario chileno
La Nación destacó el llamamiento del Santo Padre a la creación de una autoridad mundial. En ese sentido, el boliviano
La Razón recalcaba también esta reforma, mientras que
El Periódico de Cataluña decía que «El Papa aboga por refundar la ONU y el capitalismo»,
El País reiteraba que «El Papa pide una gobernanza mundial» y
La Vanguardia afirmaba que «El Papa reclama una reforma de la ONU y del sistema financiero mundial». En Argentina, el diario
Clarín se sumaba a la corriente reduccionista al enunciar la noticia «El Papa culpa de la crisis a la economía sin ética y pide cambios en la ONU». En el Reino Unido
The Daily Mail rotulaba así la información: «El Papa propone un nuevo sistema económico mundial que se guíe por el bien común».
Times resaltó el factor «amor» como propuesta base del Pontífice para un nuevo sistema económico y
Le Monde se decantaba también en esta línea, más inexactamente, al referir que el Papa deseaba meter la ética y la fe en el corazón de la mundialización. En México el diario
El Universal sintetizaba así la noticia: «El Papa propone un nuevo orden financiero», y en España
El Mundo aseveraba que «Benedicto XVI defiende que la economía necesita ética». En Estados Unidos,
Wall Street Journal también ponía una cabecera afín a la reforma de la ONU y de los cuerpos internacionales.
USA Today puso en marcha una encuesta en la portada de su portal digital cuestionando la autoridad global del Papa en temas económicos. Pero, ¿qué decía exactamente el número 67 de la «Caritas in Veritate»? Ante todo es conveniente recordar que es sólo un punto, dentro del capítulo quinto dedicado a una reflexión sobre la colaboración de la familia humana, de entre los 79 que contiene todo el documento y, ciertamente, no es el que resume la esencia del mismo. Reproduzco a continuación las partes más importantes de este número 67:
«Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres. Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. Obviamente, debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales. En efecto, cuando esto falta, el derecho internacional, no obstante los grandes progresos alcanzados en los diversos campos, correría el riesgo de estar condicionado por los equilibrios de poder entre los más fuertes (…)». La reducción de la encíclica a un documento de carácter económico es errónea. El subtítulo de la encíclica pone de manifiesto que ella trata sobre el desarrollo humano integral y en él la economía es un elemento más del desarrollo, pero no el único.
¿El Papa gira a la izquierda? ¿Una encíclica anticapitalista? Otros medios de comunicación se decantaron por afirmar y comentar la «simpatía» o el «giro» del Papa hacia la izquierda y su cariz anticapitalista. Así, Marco Politi en la página 16 del italiano
La Repubblica se «sorprendía» de que el Papa, según él, girara hacia la socialdemocracia, además de acusarlo de fijar en la encíclica los paletos de su visión moral. La Repubblica dedicó dos páginas y un editorial a la «Caritas in Veritate». Con el título «Benedicto XVI gira a la izquierda y censura las finanzas sin escrúpulos», el diario español
El Correo se unía también a este sector informativo. El también español
El País hizo lo propio al reportar como titular la noticia del siguiente modo: «Un Ratzinger globalizado y de izquierdas»
The Financial Times anotaba que la encíclica es una llamada de advertencia al capitalismo desenfrenado, además de destacar los comentarios del Papa a las agencias internacionales que fomentan el aborto e imponen la esterilización. El tendencioso rotativo mexicano
Reforma apuntaba a una inexacta síntesis que tituló «El Papa critica el capitalismo en su encíclica». Llama la atención, a quien ha tenido la oportunidad de leer completa la «Caritas in Veritate», que la palabra «capitalismo» aparezca sólo una vez (cf. no 41) y sea precisamente para superar toda ideología. Dice el texto: «El predominio persistente del binomio mercado-Estado nos ha acostumbrado a pensar exclusivamente en el empresario privado de tipo capitalista por un lado y en el directivo estatal por otro. En realidad, la iniciativa empresarial se ha de entender de modo articulado. Así lo revelan diversas motivaciones metaeconómicas. El ser empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un significado humano. Es propio de todo trabajo visto como actus personae y por eso es bueno que todo trabajador tenga la posibilidad de dar la propia aportación a su labor, de modo que él mismo sea consciente de que está trabajando en algo propio». Ya desde el día de la presentación de la encíclica,
Stefano Zamagni, profesor de economía política en la universidad de Bolonia, dejó claro en la Sala de Prensa de la Santa Sede que «no es una encíclica anticapitalista» –si bien la condena cuando deriva en tiranía–. Incluso fue más allá al afirmar que el Papa supera la lucha ideológica pues, como se puede constatar en el texto íntegro de la misma, no se hace alusión a ideologías económicas. De la misma opinión es el catedrático de economía aplicada de la universidad Complutense de Madrid,
José Tomás Raga, quien valora la encíclica positivamente (cf. ZENIT, 09.07.2009).
Los ataques frontales Algunos mass media filo-izquierdistas optaron por enfrentarse abiertamente al Papa con acusaciones o lecturas sectarias. En las páginas 4 y 5 del italiano
Liberazione, Fulvio Fania acusaba al Papa de no haber tratado el tema de la guerra en su encíclica mientras que el también italiano
Il Manifiesto afirmaba que el miedo de la Iglesia por el comunismo la ha hecho ir hacia el capitalismo. El ex líder comunista
Santiago Carrillo fue más allá al declarar en una entrevista a la cadena SER, de España, que el Papa es un demagogo y que ha copiado a Marx: «Desde mi punto de vista –declaraba Carrillo– esa encíclica encubre otra política real del Papa y del Vaticano que no es acabar con la avaricia del capitalismo, y tal y cual, sino que es seguir manteniendo las costumbres tradicionales, frenar el avance de la Historia... Y, claro, a un público como el suyo, al que les está diciendo que las costumbres son perversas, y tal y cual, hay que darle de vez en cuando algo que entienda mejor. Y lo que entiende hoy muchísima gente es que este mundo es injusto y que hay que cambiar cosas». Todo lo anterior contrasta con un artículo como el de
Paolo Del Debbio en el
Libero. Del Debbio pone en evidencia que la «Caritas in Veritate» no condena el mercado y la globalización y que pide ayudas asistenciales para países pobres. Una mención aparte merece el «católico»
George Weigel, quien desde su muy particular punto de vista pontifica, como ya es costumbre al comentar lo que no le parece, aseverando en el
National Review que el Papa está manipulado y por eso escribe lo que escribe en esta encíclica. Como se mencionaba antes, llama la atención que en la encíclica no haya referencias a ideologías que otros se regodean en traer a colación como para recordar que sus planteamientos ideológicos y políticos están vivos. Durante la presentación de la encíclica en Via della Conciliazione, el 7 de julio pasado, el cardenal
Paul Josef Cordes subrayó que «Caritas in Veritate» inspira pero no hace política. El cardenal Cordes también enfatizó que la encíclica no se puede leer fuera del Evangelio pues, lejos de ser un sistema ideológico o un manifiesto político sin alma, la doctrina social de la Iglesia compromete a un cambio al cristiano en lo personal para encarnar su fe. Estas anotaciones logran atenuar los exabruptos y ataques a los que se ha hecho referencia anteriormente. En un artículo-comentario de
Carl Anderson, Caballero Supremo de los Caballero de Colón, el autor inicia una constatación que encuentra relación con las declaraciones del cardenal Cordes: «Mucho antes que la izquierda y la derecha, estaba el Evangelio, y mucho después de que esas etiquetas políticas hayan caído en el olvido, el Evangelio permanecerá».
Una cobertura más equilibrada Afortunadamente también hubo espacio para los que leyeron toda la encíclica. Por su seriedad, destaca la columna de
Ritanna Armeni en el diario
Il Riformista, en donde además de subrayar aspectos positivos de la «Caritas in Veritate», invita a la izquierda política a «leer, subrayar y reflexionar». En
Libero,
Caterina Maniaci fija su atención en un aspecto importante del documento: el término fraternidad sustituye al de solidaridad. Aunque fue acusado de adelantar información «bajo embargo» el mismo día de la presentación de la encíclica –y se espera una penalización correctiva por parte de la Sala de Prensa de la Santa Sede–,
Il Corriere de la Sera publicó en portada la noticia sobre la aparición de la encíclica bajo el título «El trabajo es un derecho para todos». Un día más tarde, el 8 de julio,
Il Corriere de la Sera publicó una entrevista de
María Antonieta Calabró al economista
Ettore Gotti Tedeschi quien de una manera informal se aventura a postular a Benedicto XVI, dentro de la misma entrevista, para el premio Nobel de economía. ¿El motivo? El Papa relaciona el sentido positivo de la demografía y el desarrollo. ¿Dónde? En el número 28, del capítulo segundo dedicado al desarrollo humano en nuestro tiempo, Benedicto XVI dice:
«La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social. La acogida de la vida forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca. Fomentando la apertura a la vida, los pueblos ricos pueden comprender mejor las necesidades de los que son pobres, evitar el empleo de ingentes recursos económicos e intelectuales para satisfacer deseos egoístas entre los propios ciudadanos y promover, por el contrario, buenas actuaciones en la perspectiva de una producción moralmente sana y solidaria, en el respeto del derecho fundamental de cada pueblo y cada persona a la vida». El italiano
Avvenire y los españoles
La Razón y
ABC son tres de los diarios que dedican más espacio a este importante documento papal. En un artículo de
Francesco Botturi (In gioco le categorie per ripensare il senso dell´umano), el Avvenire destaca que el esfuerzo de la encíclica es demostrar la racionalidad del conjugar de modo nuevo técnica, economía y política con una sabiduría sobre el ser humano. Avvenire incluye entrevistas a
Mario Toso, consultor del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, y a
Stefano Zamagni, profesor de economía política en la universidad de Bolonia quien también participó como experto en la presentación oficial de la encíclica el 7 de julio.
La Razón (España) y el
ABC ofrecieron siete y cuatro páginas a la aparición de la encíclica. Días más tarde fueron apareciendo ricos artículos-comentarios, entre otros, del cardenal
Antonio Cañizares y el escritor
Juan Manuel de Prada. En Francia,
La Croix ofreció interesantes aproximaciones y titulares realistas como «Caritas in Veritate: Benedicto XVI actualiza la doctrina social de la Iglesia». El rotativo italiano de cariz económico
Il Sole 24Ore también concedió amplio espacio a comentarios sobre la «Caritas in Veritate», destacando el análisis del vaticanista
Carlo Marroni. El francés
Le Figaro señalaba que Benedicto XVI deposita su confianza en el hombre, en su capacidad de invención y generosidad, en un artículo titulado «Credo social de Benedicto XVI». Por su parte,
L´Osservatore Romano insistió en las tres ideas básicas de la nueva encíclica: caridad, verdad y ética. La agencia
EFE tuvo el acierto de emitir un servicio titulado «La encíclica, el documento más importante que escribe un Papa». En él se puede profundizar en la historia de las encíclicas y en otros detalles culturales de interés. Los informativos socioreligiosos también cubrieron la noticia de una manera coherente, centrada y profesional.
Religionenlibertad.com,
ForumLibertas.com,
AnalisisDigital.com,
ReligionConfidencial.com,
InfoCatolica.com y
AlfayOmega.es son una muestra de la tratativa responsable y amena de la información, sin caer en exageraciones pías.
Eulogio López ha venido ofreciendo algunos comentarios de la encíclica en
Hispanidad.com, el decano de la prensa digital en español y un diario de corte económico.
Al menos mencionaron la encíclica Otros diarios apenas si le dieron espacio. Así, por ejemplo,
Il Mesaggero quien publicó una breve entrevista a monseñor
Fisichella, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, o
La Stampa, quien se limitó a una entrevista a
Michael Novak.
¿Con qué mensaje nos quedamos? La panorámica de las cabeceras de los medios de comunicación que llevan la batuta de la información mundial, confirman dos cosas: 1) que efectivamente la encíclica impactó y 2) que la mayoría de la gente, puesto que no ha leído la «Caritas in Veritate» –y quizá no la leerá– se ha quedado con segmentos no siempre adecuadamente transmitidos, a veces incluso conscientemente manipulados, de la esencia real de la tercera encíclica de Benedicto XVI. ¿Y cuál sería ese núcleo sustancial, esa idea madre que da pie y guía toda la doctrina de la «Caritas in Veritate»? ¿Cuál es la novedad de esta encíclica social respecto a otras que han aparecido en el pasado y han sido firmadas por Papas como
León XIII,
Juan XXIII,
Pablo VI o
Juan Pablo II? ¿Qué se debe tomar en cuenta para apreciarla mejor? En la Catequesis durante la audiencia general del pasado miércoles 8 de julio, el mismo Benedicto XVI respondió a la primera pregunta: «La caridad en la verdad es la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de toda la humanidad». El Papa nos dice que para que la sociedad sea una verdadera comunidad, cuyas relaciones sean dictadas por la fraternidad, debemos reconsiderar el amor y la verdad como fuerzas sociales fundamentales. Más que hablar de novedad, se debe hacer referencia a las aportaciones que hace la encíclica. La valoración de esas aportaciones está correlacionada con la finalidad del documento, con su esencia que es, a la vez, una respuesta que se nos ofrece. «Caritas in Veritate» reactualiza la doctrina social de la Iglesia en el entorno actual de la globalización proponiendo un humanismo integral que pone el acento en el ser humano como primer capital que debe ser custodiado. De ahí pasa a una defensa de la economía de mercado que debe tener como prerrogativa el bien común. Ciertamente presenta aportaciones originales como la relación entre el derecho a la libertad religiosa y a la vida con el desarrollo (cf. números 28 y 29). La encíclica es un documento moral, no político. No sin razón dice el mismo Benedicto XVI en el número 18: «La fe cristiana se ocupa del desarrollo, no apoyándose en privilegios o posiciones de poder, ni tampoco en los méritos de los cristianos, que ciertamente se han dado y también hoy se dan, junto con sus naturales limitaciones, sino sólo en Cristo, al cual debe remitirse toda vocación auténtica al desarrollo humano integral». Y después de todo, podríamos preguntarnos todavía, todo esto que nos dice el Papa, cómo respalda nuestra visión del mundo. Carl Anderson, a quien ya hemos citado antes, responde a un interrogante semejante que va en este sentido: «no debemos preguntarnos cómo esta encíclica respalda nuestra visión del mundo, sino al contrario, cómo debe cambiar nuestra visión del mundo». Posiblemente, para poder aplicar prácticamente las enseñanzas ahí contenidas, el primer paso sea leer la encíclica y no confiarse siempre demasiado en los titulares de los periódicos. El impacto mediático de la «Caritas in Veritate» no significa nada si más que acercarnos al texto íntegro y original, aleja de la posibilidad de conocer, de primera mano, todo lo que ahí está expuesto. Será positivo, en cambio, si nos acerca a la lectura reposada de esta joya del pensamiento de un hombre elegido por Dios para ser su Vicario en la tierra.