Uno de los mayores obstáculos para el desarrollo es hoy la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, que olvida a Dios y corre el peligro de olvidar también a los hombres. «El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano», señala Benedicto XVI en su nueva encíclica «Caritas in veritate». Cuando el hombre se aparta de Dios, se vuelve contra el mismo hombre, porque su horizonte se estrecha y se mezclan en él sus propios egoísmos que le restan solidaridad, apertura a los demás y valoración de la vida en todos sus aspectos. El Papa conjuga el amor y la verdad al servicio del hombre y de su desarrollo integral. El motor de toda la vida del hombre es el amor, también en el campo de la justicia y de la paz. El amor es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. En el relativismo de nuestro tiempo, toda verdad vale, y por eso el hombre se hace escéptico, agnóstico, incluso desanimado para grandes empresas. No hay referencia a la verdad que es Dios y que se nos ha dado a conocer en la naturaleza y en la revelación. Un amor sin verdad es como un envoltorio vacío que cada uno rellena arbitrariamente. El cristianismo, que es la religión del amor, ofrece la verdad de Dios y del hombre, revelada plenamente en Cristo, que ha dado testimonio de la verdad con un amor hasta el extremo. El cristianismo no sólo es un elemento útil en el progreso de los pueblos, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral. * Monseñor Demetrio fernández es obispo de Tarazona