En el Libro “Aborto cero”, por cierto muy buen libro, Esperanza Oña, diputada provida en Andalucía, cosa espero siga siendo a pesar del gigantesco engaño de Rajoy, cuenta en su colaboración que una diputada socialista, empezó su discurso abortista con esta perorata: “Subo a esta tribuna para defender la libertad de las mujeres; para defender nuestro derecho a decidir libremente sobre nuestro cuerpo; nuestro derecho a decidir libremente sobre nuestra maternidad; nuestro derecho, en definitiva, a decidir libremente sobre nuestra vida”. Creo vale la pena reflexionar sobre estas frases.
“Defender la libertad de las mujeres”. Por supuesto y la de los hombres también. Pero hay unas líneas rojas, como el crimen y en general los delitos, que no podemos ni debemos traspasar, aunque supongan una cortapisa a mi libertad. Sobre la violación creo estamos todos de acuerdo, sobre la pedofilia, no tengo tan claro que la ideología de género la condene, mejor dicho, lo tengo muy claro.
“Defender nuestro derecho a decidir libremente sobre nuestro cuerpo”. En el 2007 Miguel Delibes escribía: “En lo concerniente a la libertad habrá que preguntarse en nombre de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer. Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero”. Es difícil explicar en menos palabras los límites jurídicos del derecho a usar libremente el propio cuerpo.
Julián Marías afirmaba: “Nadie puede disponer de vida humana alguna. Tampoco existe poder que tenga potestad para privar de la vida a otro, ni para dar el derecho a alguien de matar a un tercero”. Libertad y crimen son incompatibles. Les guste o no les guste a los defensores del aborto es indiscutible que éste consiste en la muerte del feto o embrión dentro del seno de su madre. Y san Juan Pablo II, en su Encíclica “Evangelium vitae” declara: “Por tanto, con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral. Esta doctrina, fundamentada en aquella ley no escrita que cada hombre, a la luz de la razón, encuentra en el propio corazón (cf. Rm 2, 1415), es corroborada por la Sagrada Escritura, transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal.
La decisión deliberada de privar a un ser humano inocente de su vida es siempre mala desde el punto de vista moral y nunca puede ser lícita ni como fin, ni como medio para un fin bueno. En efecto, es una desobediencia grave a la ley moral, más aún, a Dios mismo, su autor y garante; y contradice las virtudes fundamentales de la justicia y de la caridad. Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su responsabilidad ni puede consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo” (nº 57).
Una Sociedad, cuyos dirigentes políticos de casi todos los colores se horrorizan ante el maltrato a un animal, pero consideran que matar a ciento veinte mil seres humanos es un derecho, es una sociedad cuyos dirigentes se han vuelto locos y que está gravísimamente enferma. De esta postura hay un precedente clarísimo: cuando Himmler, uno de los grndes genocidas de la Historia, presenció una corrida de toros y no le gustó porque lo consideró un espectáculo sangriento y cruel. Por cierto el aborto, cada pocos años, mata más gente que la Segunda Guerra Mundial. En España los muertos por aborto hoy, son más o menos, los que hubo en el mismo período de tiempo en la Guerra Civil.
“Nuestro derecho a decidir libremente sobre nuestra maternidad”. Eso no es así. Como decía una chica virgen: “Yo puedo dejar de ser virgen cuando me dé la gana. Pero mis amigas no vírgenes, no pueden ser ya vírgenes nunca”. Pues lo mismo pasa con las chicas embarazadas. Pueden escoger ser madres de un hijo vivo o de un hijo muerto, y además matado por ellas, lo cual con frecuencia tiene consecuencias terroríficas en su vida, como las que produce el síndrome posaborto. Pero ya han sido y son madres.
“Derecho a decidir libremente sobre nuestras vidas”. Dos de los dones más grandes que Dios nos ha dado son la cabeza para pensar y nuestra libertad, que Él escrupulosamente respeta. “Dios hará contigo todas las trampas que pueda para llevarte al cielo, menos cargarse tu libertad”, se me dijo en cierta ocasión. El problema es el buen o el mal uso que podemos hacer de estos dones y por lo que seremos juzgados al final de nuestra vida temporal (Mt 25, 31-46).
Por cierto, se está planteando el problema sobre si los ministros católicos del Gobierno deben dimitir. Pienso que no, pero sí deben expresar públicamente su desacuerdo con la actitud criminal del Gobierno, porque en otro caso son corresponsables. No deben irse, porque no hay que dar facilidades al contrario. Que los echen.
Pedro Trevijano