Existe la visión asentada de que el cristianismo, y la Iglesia no sería una excepción, está en retroceso en toda Europa. Los datos tienden a confirmarlo, y en este contexto, y en el caso español, Cataluña sería una de las comunidades más secularizadas. Todo esto responde a la realidad, pero una observación más minuciosa permite observar tendencias en sentido contrario, que deben ser consideradas, a no ser que nos guste especializarnos en malas noticias.
En el análisis de las tripas de la sociedad que nos brindan las encuestas del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat de Catalunya, podemos encontrar un escenario distinto al habitual. Concretamente, el examen de los resultados desde 2014 hasta 2022, en relación con la identificación y práctica religiosa, indican lo siguiente:
La cifra de quienes se declaran católicos se mantiene constante en una magnitud que fluctúa entre el 53% y el 55%, y que se sitúa siempre por encima de la mitad de la población. No parece haber decrecimiento, pero lo realmente interesante sucede entre aquellos que declaran que no tienen prácticamente vinculación con la Iglesia, porque no practican en absoluto, ni tan siquiera en fiestas señaladas, como pueda ser la Navidad. Este grupo ha decrecido de una forma muy evidente desde la Covid-19. Mientras que los que mantienen vínculos más intensos, aunque sean ocasionales, han aumentado. Se detecta aquí -creo- el efecto de lo que representó la pandemia, y ahora la cuestión es si la institución eclesial está sabiendo capitalizar este proceso de recuperación del vínculo o no.
Estos datos positivos se producen a pesar de que entre la población mayor de 64 años aquel proceso no se da con la misma intensidad que en el conjunto. Aquí la pandemia no habría propiciado la práctica. Las tendencias son parecidas, pero mucho menos intensas.
El grupo de quienes, según la encuesta, van como mínimo a la Iglesia una vez a la semana constituye el “núcleo duro”, digámoslo así, eclesial. Este colectivo significaba el 6% en marzo de 2014 y ahora alcanza el 10,3%. Ha crecido casi 4 puntos porcentuales. Es como si la Covid-19 hubiera impulsado el retorno de católicos a la Iglesia, un hecho que mejora claramente la cifra de los practicantes, que se iba observando en los últimos 6 años, siempre oscilando entre el 6% y 7%. Esta tendencia postcovid de recuperación de la práctica religiosa se constata también en los otros grupos.
También, en los que acuden a la Iglesia una vez al mes se ha registrado una mejora parecida. En 2014 era del 7,7%, en febrero de 2020 se habían reducido al 5,5% y a partir de octubre de ese año, tras la Covid, se han ido incrementando hasta alcanzar su máximo del 8,1%. Es un hecho a retener, coherente con todos los demás incrementos.
Considerando el núcleo de la práctica, es decir, los de frecuencia semanal o superior y también mensual, tendríamos un grosor que se situaría en el 18,5%, claramente superior al de marzo de 2014 que era de la mitad. Ahora hay más personas que nunca en la última década con vínculos más estrechos.
Los que acuden a la Iglesia alguna vez al año se situaban en marzo de 2014 en el 15,9% y ahora esta cifra es también ligeramente superior, 16,4%. Pero lo remarcable es que vienen de un registro temporal intermedio muy inferior, en torno al 10%. Aquí, el efecto postcovid, con incremento de 6 puntos, es aún más intenso que en los católicos más practicantes.
Consecuentemente, con esta evolución de aumento de la vinculación eclesial se registra un descenso de aquellos que se consideran católicos, pero que no van nunca a la Iglesia. En este caso, en octubre de 2022 se sitúan en el mínimo de toda la serie, con el 64,6% y con tendencia a decrecer. Se observa claramente la gran caída, que se produce a partir de octubre de 2020, cuando la serie estaba situada en el 77,8% y pasó dos años después al 66%. También ahora hay menos católicos que no van nunca a la Iglesia que al inicio de estas observaciones del CEO de 2014, cuando significaban el 67,7%.
Pero, sobre todo, la recuperación católica en Cataluña se manifiesta en que los jóvenes de 18 a 24 años que se declaran católicos superan a quienes responden que son ateos. Hace 8 años, el 50% de estos jóvenes se declaraba ateo, pero en la encuesta de este octubre solo eran un 32%. Los católicos han evolucionado en términos diametralmente opuestos, desde el 27,8% al 33,5%.
También es interesante su nivel de práctica religiosa referida a la población total, para corregir el efecto de la fluctuación de quienes se declaran católicos en cada encuesta. En el 2014, los que eran más o menos practicantes (acudían cada día a la Iglesia, una vez a la semana o alguna vez al mes) han pasado de no llegar ni al 1% (0,65%) del total de la población al 7,2%, mientras que el porcentaje de los que no acuden nunca, a pesar de declararse católicos, ha caído del 23,35% al 17,6%. Y aún queda el grupo que acude en algunas fechas señaladas: del 3,35% al 8,5%. El acercamiento de los jóvenes al catolicismo es evidente.
Estas observaciones no pueden ser una conclusión tajante, pero haríamos mal en menospreciarlas. Señala que algo importante se está moviendo entre los jóvenes, y que las diversas iniciativas, desde Effetá a Hakuna, pasando por el grupo diocesano Joan Roig Diggle, Life Teen, el crecimiento de las Guías y Scouts de Europa y tantas otras realidades, pueden estar dando fruto, como lo dan estos sacerdotes jóvenes que están imprimiendo estilo y vigor en tantas parroquias.
El concepto de Benedicto XVI de “minorías creativas” se ha asociado en exceso al “pequeño rebaño”. No tiene porque ser así. Es mejor que no sea así. Lo que debemos entender es que una multitud de minorías creativas, como los afluentes de un río que crece, van a hacer florecer la fe y el lugar privilegiado donde vivirla, la Iglesia.
Publicado en Forum Libertas.