La semana anterior a Pentecostés, coincidiendo con la fiesta de la Ascensión, participé en Ginebra en un extraordinario encuentro internacional de efusión del Espiritu Santo: Presence. The International Healing Conference.
En la ciudad de Calvino, donde hace casi quinientos años los cristianos se dividieron y donde unos mataban a otros, hemos asistido a un asombroso encuentro ecuménico, con cristianos de toda Europa y de Estados Unidos, de diversas confesiones.
Nos reunimos allí más de 3000 cristianos de 53 países para proclamar, en el poder del Espíritu Santo, el amor de Dios por su pueblo, herido por la dramática historia de Europa en los siglos precedentes, por nuestras historias personales, por nuestras envidias, celos, divisiones, recelos, juicios y condenas mutuas, también en nuestras iglesias y entre unas confesiones y otras. Hemos estado alabando a Dios juntos, experimentado sus maravillas y gozándonos en Él.
Estábamos allí para proclamar el amor sanador y liberador de Dios y abrir nuestro corazón a Él, para escuchar sus promesas y acoger su cumplimiento en nosotros, para compartir la acción sobrenatural del Espíritu Santo en nuestras comunidades cristianas, abrirnos al poder de su amor y acoger con nuestra fe y nuestro deseo sus bendiciones, su poder sanador y liberador para nuestras vidas, nuestras familias y para nuestras iglesias.
Nos han acompañando hombres de Dios, algunos de los cuales llevan muchos años abriéndose al poder del Espíritu Santo, a sus dones y carismas; hombres que están trayendo luz, sanación y consuelo a miles de personas en el mundo entero; hombres de una fe y de una oración extraordinaria, verdaderos profetas de Dios que hablan con Él y con los que Él habla, y no sólo comunicándose con ellos sino también con las personas que se acercan a ellos o a las que Él les envía. Lo hace a través a través de su Palabra, en la escucha atenta de sus Escrituras, en el silencio de la oración, y también a través de visiones, de sueños, de voces interiores, de palabras de conocimiento, de revelación y proféticas. Palabras que anuncian preciosas promesas de Dios que están por cumplirse, pero también palabras que se realizan inmediatamente cuando ellos, fiados del Espíritu Santo, las proclaman: el poder salvador, liberador y sanador de Jesucristo resucitado.
Nos han contado los innumerables milagros de todo tipo que el Señor está haciendo en el mundo a través de la misión que les ha confiado a ellos y a sus comunidades, tanto en los países islámicos, donde se están convirtiendo cada vez más musulmanes, como en el resto de países en todos los continentes.
El fruto de este ardor misionero y de la acción del Espiriritu Santo a través de los carismas son las miles de conversiones en toda Europa y en el mundo.
Nos acompañó el primer día el arzobispo de Lausana, Charles Morerod, presidente de la conferencia episcopal suiza, y el vicario general de la diócesis de Ginebra, Alain de Raemy. Participaron también predicadores católicos, laicos y sacerdotes, que están siendo un referente muy importante en sus países.
Estos profetas de Dios traen una esperanza y una alegría extraordinarias. Son testigos de cómo el Señor está renovando y resucitando la fe en Europa y en el resto del mundo a través de los carismas que está derramado en multitud de comunidades cristianas.
Nos han dado testimonio de cómo comunidades cristianas envejecidas y agonizantes en Alemania, Austria, Suiza, Holanda, Francia, están siendo resucitadas en toda Europa por el Espíritu Santo. Todo esto, gracias al servicio que estos hombres, llenos del Espíritu Santo, están realizando con su predicación y con los signos que el Espíritu Santo les está concediendo hacer. Cristianos no católicos que están siendo invitados por obispos y comunidades católicas a predicar el kerigma; católicos que están siendo invitados a comunidades cristianas no católicas para compartir también con ellas el kerigma. Ecumenismo en la predicación y en los carismas, con verdadero afecto y acogida de la acción que el Espíritu Santo está realizando en los otros, y que está provocando un asombroso avivamiento de la fe en muchas comunidades cristianas.
Hemos contemplado una nueva generación de cristianos que están anunciando la llegada de una nueva era para la fe, allí donde se acoge al Espíritu Santo y se le deja actuar, una nueva acción del Espíritu Santo sin precedentes y una nueva era cristiana para Europa.
Nos han contado también de cientos de comunidades presentes no sólo en toda Europa, sino en Rusia, Canadá, Estados Unidos, Corea, India, el Oriente asiático, África y América del Sur, que están siendo renovadas por los carismas y despertando por todas partes un nuevo ardor misionero.
Este encuentro y los cientos y cientos que se han realizado ya por toda Europa y por el mundo, unos más grandes, otros más pequeños, y los que se realizarán en los próximos años, son la confirmación de un Nuevo Pentecostés que se está produciendo en muchas comunidades cristianas del mundo entero que se están abriendo a la acción sobrenatural del Espíritu Santo.
Son comunidades que han decidido dejar a un lado sus diferencias, dejar de mirar lo que les falta a ellos o a los otros hermanos cristianos y que están acogiendo lo que el Espíritu Santo está haciendo ahora en ellos y en sus hermanos cristianos. Es un ecumenismo que, sin centrarse en las innegables diferencias, no se centra en lo que le falta al otro, sino en compartir con el otro lo que el Espíritu Santo está haciendo en la propia comunidad cristiana de uno y en acoger con afecto y gratitud lo que el Espíritu Santo está haciendo en la del otro.
Este testimonio de lo que el Señor está haciendo en ellos, a través de ellos y en sus comunidades, está avivando en el mundo entero la fe, la alegría de la salvación y el ardor misionero.
Este compartir lo que el Señor por su Espíritu Santo ha hecho en el pasado, pero especialmente en estos últimos cincuenta años, y que está haciendo hoy en toda Europa y en el mundo, está anunciando que está vivo, que no ha dejado de amar a los hombres, que nos espera y que no deja de venir a nosotros a través del testimonio, la oración en fe, la práctica de los carismas sobrenaturales y el anuncio, de aquellos que están disponibles para ello y han experimentado en sus vidas un renacer del Espíritu Santo.
Durante estos tres días en que hemos estado reunidos en la espera del Espíritu Santo hemos proclamado la liberación y la sanación que nos traído Jesucristo, nos hemos abierto en la fe a esta gracia y la hemos acogido. Lo hemos hecho para nuestras heridas relacionadas con nuestra vida pasada, con nuestras familias, con nuestras relaciones y amistades heridas o rotas, y también con las enfermedades físicas y psicológicas que ante la proclamación del Señorío del Señor retroceden. Hemos recibiendo mucha unción y nos hemos abierto a recibir los dones y carismas del Espíritu Santo.
Hemos contemplado y experimentado de nuevo las maravillas de Dios. Hemos sido testigos con nuestros propios ojos de cientos de sanaciones que han ocurrido esos días entre nosotros.
Hemos contemplado también a muchas personas ateas o muy alejadas de Dios que en estos días han aceptado a Jesús y se han convertido a Él.
Estábamos todos maravillados, como si nos hubieran transportado a los días de los comienzos de la predicación evangélica, contemplando en el corazón de Europa el poder de la Palabra de Dios que veíamos cumplirse ante nuestros ojos, tocando hondamente nuestros corazones y nuestra conciencia y viendo los signos que el Espíritu Santo hacía ante nosotros.
Hemos sido testigos de algo sobrenatural que está ocurriendo silenciosamente por toda Europa y en el mundo entero. Una revolución espiritual que no sale en la televisión, ni en los periódicos, ni en los grandes portales de internet, incluso en nuestros medios católicos, pero que está tranformando Europa y el mundo.
La próxima conferencia internacional tendrá lugar en 2020 en Lisboa.
Una gran esperanza para nuestra Europa, decepcionada del racionalismo que la apartó de sus más genuinas raíces cristianas, profundamente herida por el materialismo, el hedonismo y el nihilismo actuales, cansada, envejecida y llena de profundas heridas, aburrida y decepcionada de sus líderes políticos incapaces de sacar sus países de la profunda crisis en que se encuentran.
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu Amor.
Envía, Señor, tu Espíritu, y todo será creado y renovarás la faz de la tierra, ¡de esta Europa nuestra y de esta Tierra!