En la solemnidad de la Ascensión del Señor celebramos en la Iglesia católica la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. En su mensaje de este año, el Papa nos habla sobre las nuevas tecnologías de la comunicación y nos invita a reflexionar sobre las luces y sombras, ventajas e inconvenientes morales que tiene la utilización de estos medios. Nuestra intención en este artículo es centrarnos, de forma específica, en las posibilidades y riesgos de Internet. ¡Bendita red! La expresión no es mía, sino del director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el jesuita Federico Lombardi. La pronunció el pasado mes de abril en la Universidad de Salamanca, tras ser investido Doctor Honoris Causa. El portavoz del Papa afirmaba que «Internet es una herramienta única para comunicarse», y sorprendió con la expresión laudatoria: «¡la bendita red!». También Benedicto XVI elogia las potencialidades de las nuevas tecnologías, a las que califica como «don para la humanidad», y a las cuales conecta con el anhelo del ser humano por establecer lazos de comunión. Señalemos brevemente algunas de las ventajas de Internet: - Acceso a una información libre y plural, fuera del control y monopolio que ejercen las empresas de comunicación sobre otros medios de expresión. - Abaratamiento de los costes de la comunicación, lo cual permite estrechar lazos entre amigos, familiares, misioneros, etc. - Acceso inmediato a estudios e investigaciones, que ponen la cultura al alcance de todos. - Desarrollo de sitios Web y redes sociales que aúnan esfuerzos en causas justas y altruistas, defendiendo los derechos humanos, el respeto a la vida, el bien de la naturaleza, etc. - Agilidad en el aprendizaje, gracias a la naturaleza interactiva del medio. ¿Maldita red? Sin embargo, seríamos muy ingenuos si solamente nos limitásemos a cantar las «loas» de Internet. El Papa no deja de señalar también en su mensaje los problemas morales que se derivan de su uso incorrecto: - Adicción insana: Es un riesgo que hay que tener en cuenta (sin olvidar que algo semejante ocurre con la televisión). Cuando el uso de Internet se convierte en obsesivo, no sólo perdemos la necesaria libertad, sino que corremos el riesgo de padecer un grave aislamiento. El uso compulsivo de Internet llega a alterar los ritmos de descanso, el diálogo y la convivencia familiar, etc. Por todo ello, parece conveniente que en el hogar se establezca una disciplina en el tiempo y modo de su utilización. - Acceso inmediato a contenidos negativos: Existe un serio problema por el hecho de que la pornografía, la violencia y tantos otros contenidos inmorales, estén al alcance de un simple «clic». La ausencia de distancia entre el bien y el mal no contribuye en nada al dominio propio, sino que favorece que la voluntad quede avasallada por la curiosidad y los impulsos pasionales. Se calcula que en Internet están colgadas 372 millones de páginas pornográficas, y que diariamente se realizan 68 millones de búsquedas de este género (el 25% del total). Parece un dato suficientemente contundente como para concluir en la conveniencia de proteger el ordenador de nuestro hogar con filtros especializados. - Difusión de bulos, habladurías e indiscreciones: La inmediatez de Internet favorece la rápida difusión de difamaciones y noticias inexactas, agresiones a la intimidad, etc., mediante anonimatos y ocultamientos de identidad. Curiosamente, España es el país del mundo que más rumores difunde a través de la red. La indiscreción propia de nuestra cultura, que ha hecho del rumor un entretenimiento lúdico, es la causa de que el 70% de los bulos de Internet tengan su origen en España. No podemos dejar en el olvido aquellas palabras tan exigentes de Jesucristo: «Os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio» (Mt 12, 36). En realidad, hablando con propiedad, hemos de concluir diciendo que la red de Internet no es «bendita» ni «maldita», sino que es el uso que hacemos del medio el que lo califica moralmente. Por lo tanto, más allá de los aspectos técnicos, la educación moral en el uso de Internet es imprescindible para que la red esté al servicio de la libertad humana, y no sea uno de los lugares en los que más se promueva nuestra esclavitud. Con la confianza en el bien que las nuevas tecnologías pueden aportar al hombre, Benedicto XVI ha lanzado el siguiente reto a los jóvenes: «¡Brindad el testimonio de vuestra fe a través del mundo digital! Utilizad estas nuevas tecnologías haciendo conocer el Evangelio, para que la Buena Noticia del Amor infinito de Dios a todos los pueblos resuene de forma nueva en todo nuestro mundo cada vez más tecnológico». *Monseñor José Ignacio Munilla es obispo de Palencia