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Haga click aquí Yeshua “Lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25,40) Al entrar en la habitación allí estaba Yeshua; clavó sus ojos en mí y con una sonrisa me invitó a sentarme en el suelo. No podía mover las piernas ni tampoco hablar, pero había aprendido a mover el corazón. Me abrazó, ¡me estaba abrazando el Niño Dios!. Le dije: “Yeshua”. Me miró a los ojos y sonrió. Había entrado en la habitación con el fin de curiosear y ver qué podía comprarles, qué podía hacer por estos niños disminuidos físicos y psíquicos, niños rotos, Cristos que ya nacieron crucificados. El Reino de Dios estaba en ese niño de Istok, Kosovo. Su sonrisa anunciaba el fin de la pobreza, del dolor, de la discriminación. No sabía su nombre y por eso le llamé Jesús; porque Yeshua era el nombre de Dios hecho Niño. Son los pobres los que poseen a Dios, no es mérito de ellos, ni es que la pobreza tenga de por sí ningún valor. La razón es lo inhumano de su situación. El Reino viene porque Dios es "humano" y, no pudiendo sufrir esa situación, irrumpe en este mundo que nuestro pecado ha convertido en inhumano. Viendo a Yeshua, al Niño Dios, es fácil entender que los últimos son los primeros (Mc 10, 31), los pequeños los más grandes (Mt 18,4). Con sus piernas retorcidas, sin poder hablar, desde la más absoluta fragilidad se convirtió en mi maestro (Mt 5,4). Muchos de quienes dan un donativo a
SOS infancia creen estar haciendo un acto de generosidad, más al no reparar en que Nuestra Obra es Universidad de Amor no se dan cuenta de que reciben más de lo que dan. Y es que, desde su Cruz, los niños les “enseñan una sabiduría divina escondida para el mundo, misteriosa, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra, desconocida por todos los príncipes de este mundo, pues de haberla conocido no hubieran crucificado al Señor de la Gloria" (l Co 2,7-8).
Ignacio María Doñoro de los Ríos, sacerdote castrense. Vicepresidente
SOS Infancia