El 4 de abril de 2014, en su homilía de Santa Marta, el Papa Francisco afirmó: «Me atrevo a decir que hay tantos o más mártires ahora que en los primeros tiempos, porque a esta sociedad mundana, a esta sociedad un poco tranquila, que no quiere problemas, le dicen la verdad, le anuncian a Jesucristo: ¡pero en algunas partes, hoy, existe la pena de muerte o la cárcel por tener el Evangelio en casa, por enseñar el Catecismo! Un católico de uno de estos países me decía que ellos no pueden rezar juntos. ¡Está prohibido! Sólo se puede rezar solos o escondidos. Pero ellos quieren celebrar la eucaristía y ¿qué hacen? Organizan una fiesta de cumpleaños falsa y allí celebran la Eucaristía, antes de la fiesta. Y cuando ven que llega la policía, rapidamente esconden todo y siguen con la fiesta. Después, cuando se van, acaban la Eucaristía. Tienen que hacerlo así, porque está prohibido rezar juntos. Hoy.».
El Papa Francisco ha recordado más de veinte veces, en menos de un año y medio de pontificado, a los cristianos perseguidos hoy en el mundo.
Aunque Francisco ha intentado atraer la atención sobre este tema más que ningún otro Pontífice precedente y, ciertamente, más que ningún otro líder político mundial, ¿por qué será que no es la parte de su magisterio sobre la que insisten más los medios de comunicación?
Los principios del magisterio del Papa Francisco sobre los cristianos perseguidos son cuatro. Examinémoslos juntos porque nos dicen muchas cosas tanto sobre los cristianos que hoy, no sólo metafóricamente, vuelven a la cruz en muchas partes del mundo, como el porqué del silencio de Occidente.
Primero: «hay más mártires cristianos hoy que en los primeros siglos de la Iglesia».
El verdadero tiempo de los mártires es el nuestro. Éste ya era un gran tema en San Juan Pablo II (1920-2005), el cual invitaba a no olvidar nunca a los mártires del siglo XX, empezando por los cristianos asesinados por ese comunismo que él conocía tan bien.
Es un hecho que hay más mártires en nuestro tiempo que durante las persecuciones romanas; un hecho apoyado por las estadísticas. El mayor instituto de estadística mundial sobre las religiones es el estadounidense Center for Study of Global Christianity, dirigido hasta su muerte en 2011 por David B. Barrett (1927-2011) y hoy por el profesor Todd M. Johnson, que ha sido recibido por el Papa Francisco hace unos meses.
En el año 2000 el Instituto quiso contar los cristianos asesinados por su fe, desde Jesucristo hasta finales del siglo XX. Barrett concluyó que las víctimas cristianas en los primeros dos milenios habían sido casi 70 millones, de los cuales 45 millones concentrados sólo en el siglo XX. El siglo XX por sí solo ha matado más cristianos que todos los otros siglos juntos.
Segunda enseñanza del Papa Francisco: los cristianos siguen siendo la minoría más perseguida hoy en el mundo. También éste es un dato estadístico. Barrett y Johnson nos dicen que también en el siglo XXI los cristianos representan más del 75% de las personas perseguidas a causa de su fe.
Es justo hablar también de otras minorías perseguidas ayer y hoy (el mismo Papa Francisco ha pedido perdón por la complicidad de los católicos en la persecución de los judíos y los pentecostales), pero se transforma en hipocresía si se olvida la minoría más grande y más perseguida: los cristianos y, de entre los cristianos, los católicos. Y los muertos siguen siendo muchos.
Hay una batalla mediática sobre la cifra dada por Johnson de 105.000 cristianos asesinados al año, un muerto cada cinco minutos. Ha sido especialmente la BBC la que ha contestado esta cifra; también ha sido contestada por estudiosos serios, pero no especialistas en este tipo de estadísticas, como mi gran amigo y sociólogo Rodney Stark.
Sin embargo, muchos de los que critican a Johnson consideran discutible su uso de la palabra "mártires”. También yo pienso que no es apropiada, porque en la tradición religiosa un mártir es una persona que ofrece su vida explícitamente por la fe. Si una aldea cristiana es destruida por el hecho de ser cristiana, no sabemos si los habitantes que han sido asesinados, si hubieran podido elegir, habrían preferido morir antes que renegar el cristianismo. Pero esto no quita que han sido asesinados por ser cristianos, no porque sus asesinos no sentían simpatía hacia su aldea.
Es necesario precisar también que por lo menos la mitad de los 105.000 muertos anuales de Johnson han sido asesinados en conflictos tribales africanos, posiblemente también por asesinos que nominalmente se declaran también ellos cristianos, porque se niegan a enrolarse en las milicias que combaten feroces guerras civiles, como la del Congo.
Pero Johnson incluye en su recuento a todos los que motivan el rechazo por razones de conciencia cristiana: también ellos han sido asesinados por su fe, aunque los motivos sean distintos dependiendo de que uno muera en Nigeria, China, Irak o Corea del Norte.
Tercero: el Papa Francisco enseña que no basta con hacer el recuento de nuestros muertos; es necesario preguntarse siempre porqué nos persiguen.
En otra homilía de Santa Marta, el 4 de marzo de 2014, con su típico lenguaje el Papa había definido la vida cristiana «una ensalada con el aceite de la persecución».
Nos persiguen porque decimos la verdad, porque anunciamos un Evangelio que por motivos distintos da fastidio a los poderes fuertes y a los violentos de este mundo, desde los fundamentalistas musulmanes al comunismo nordcoreano y la dictadura del relativismo en Occidente.
La solidaridad con los hermanos perseguidos es el punto de partida, pero el punto de llegada es la crítica a las ideologías que los matan. Es por su deseo de no llegar a esta crítica por lo que el Occidente político y mediático esconde, tan a menudo, las proporciones de los genocidios de los cristianos.
Y llegamos al cuarto punto. El mismo Papa Francisco nunca se olvida de recordar que nosotros cristianos somos perseguidos también en Occidente, por una dictadura del «pensamiento único» que discrimina y también mata a quien no se conforma a ella.
En 2013 el Papa dedicó un pequeño ciclo de homilías de Santa Marta al tema del nuevo totalitarismo, al pensamiento débil que se hace pensamiento único e impide a los cristianos hablar, inspirándose en la novela Señor del mundo, obra del pastor anglicano, hijo del Arzobispo de Canterbury, convertido al catolicismo y consagrado como sacerdote católico, Robert Hugh Benson (18711914).
El 18 de noviembre de 2013 el Pontífice comparó, - haciendo referencia a nuestro tiempo -, el escenario descrito por Benson con el episodio bíblico de los Macabeos, cuando «el rey publicó un edicto en todo su reino para que todos formaran un único pueblo y abandonaran cada uno sus propias costumbres. No es la bella globalización de la unidad de todas las naciones, cada una con sus propias costumbres pero unidas, sino que es la globalización de la uniformidad hegemónica, es precisamente el pensamiento único». Es lo que hoy se llama el nuevo orden mundial, ha explicado el Papa, pero que en la Biblia se llama «abominación de la desolación» y adoración de los ídolos impuestos por los más fuertes.
«¿Esto sucede también hoy?» se ha preguntado el Pontífice. Y ha respondido: «Sí». En el pasaje del Primer Libro de los Macabeos se lee que «al que encontraban con un ejemplar de la Alianza en su poder, o bien descubrían que observaba los preceptos de la Ley, la decisión del rey le condenaba a muerte», porque el rey se había vendido a los enemigos de Dios.
«Y esto», afirma el Papa, «lo hemos leído en los periódicos en estos meses». También hoy los cristianos corren el riesgo de acabar en la cárcel o peor si se niegan a negociar su identidad.
El Pontífice ha mencionado, por lo tanto, Señor del Mundo. La novela, ha dicho Francisco, denuncia justamente «ese espíritu de mundanidad que nos lleva a la apostasía», un espíritu que amenaza a la Iglesia todavía hoy.
Efectivamente, hay aún en la Iglesia, y son muchos, quienes piensan que «debemos ser como todos, debemos ser más normales, como hacen todos, con este progresismo adolescente».
Pero después, desgraciadamente «sigue la historia»: la Biblia muestra para quien, en cambio, permanece fiel, «las condenas a muerte, los sacrificios humanos». Se equivoca quien piensa que son cosas de un pasado remoto. «Pero vosotros», ha preguntado el Papa, «¿pensáis que hoy no se realizan sacrificios humanos? ¡Se hacen muchos, muchos! Y hay leyes que los protegen».
Toda referencia al aborto y a la eutanasia no es casualidad. Pero la persecución es más general.
También en Santa Marta, el 29 de noviembre, Francisco afirmó que «el pensamiento débil», es decir, la articulación filosófica del relativismo, pretende hoy convertirse en «pensamiento único».
La expresión «Yo pienso como me plazca» se presenta como elemento de libertad, pero es exactamente lo contrario: es expresión del «espíritu del mundo, que no quiere que seamos pueblo: nos quiere masa, sin pensamiento, sin libertad».
El 28 de noviembre, de nuevo en Santa Marta, el Papa mostró cuáles son las tremendas consecuencias del relativismo que se convierte en «pensamiento único», vinculándolas a la acción del demonio en los últimos tiempos y aludiendo de nuevo a la novela Señor del Mundo, cuando nos enseña la acción de los poderes fuertes manipulados por el Anticristo en los últimos días. Atención, ha dicho el Pontífice: esto no atañe sólo a quien vive en pocos países totalitarios; nos atañe a todos. «Los cristianos que sufren tiempos de persecución, tiempos de prohibición de adoración, son una profecía de lo que nos sucederá a todos».
Artículo publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano.