Un grupo de fieles de la parroquia barcelonesa de San Ramón Nonato ha decidido hacer pública su denuncia sobre la situación creada tras la llegada como rector, hace tres años, de mosén Joaquín Brustenga, sacerdote que a día de hoy es presidente de la Unió Sacerdotal, organización caracterizada por su tendencia nacional-progresista. Los términos de la denuncia se pueden leer tanto en Germinans germinabit como en Religión en Libertad. Que Brustenga haya convertido la casa parroquial en un piso patera puede ser incluso bien visto por quienes creen que la Iglesia ha de tener sensibilidad con los inmigrantes, aunque soy de la opinión de que no es necesario hacer tal cosa en detrimento de los fieles habituales. Lo que denuncian los fieles de esa parroquia de Barcelona tiene poco que ver con la caridad cristiana. En cualquier caso, lo que más me llama la atención, no por sorprendente sino por lo que tiene de confirmación de una de mis tesis sobre el mundo del "progresismo eclesial", es la actitud del rector -párroco- ante la petición de sus fieles para que acabe con la situación. Les ha espetado un "a mí no me da la gana sacarlos, yo soy el rector y se acabó”. Olé sus narices. Sí, señor. Así se dice. Y al que no le guste, ya sabe donde tiene la puerta de salida. A ver qué se van a pensar esos fieles toca-narices. Una cosa es que el gran Brustenga vaya por ahí hablando de la implicación de los seglares en el gobierno de la Iglesia y otra que tenga la más mínima intención de aplicar su teoría en su parroquia. Por un lado es partidario de la formación de agentes de pastoral para que las parroquias que se queden sin curas puedan ser llevadas por seglares y por el otro se comporta como un sargento chusquero en su propia parroquia. Es lo que se dice, la coherencia personificada. Pero ya sabemos que una cosa es predicar y otra dar trigo. Brustenga no deja de ser el arquetipo del progre-eclesial que propone una nueva Iglesia, más "abierta, plural y democrática", pero que en cuanto recibe críticas deja de ser "abierto, plural y democrático". El progre-eclesial pide para sí una tolerancia que como norma general nunca está dispuesto a conceder a quienes no piensan como él. El progre-eclesial, si alcanza el "poder", se suele comportar de forma infinitamente despótica que la tan cacareada jerarquía anti-conciliar y tridentina. El progre-eclesial se queja de la existencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe pero encarna como nadie el espíritu del inquisidor Torquemada en nuestro tiempo. Menos mal que ya les tenemos calados. A sus seguidores, cada vez menos y cada vez más mayores, les podrán engañar. A nosotros no. ¿Y el cardenal Sistach qué dice de todo esto? Nada. Se enfadará cosa mala cuando se entere de que unos fieles han tenido la osadía de usar a Germinans germinabit, la bicha de su pontificado, para denunciar a uno de sus curas predilectos, pero nada más. Luis Fernando Pérez Bustamante