Me dice una amiga, y me reitera con alegría, que el padre Chus va a hacer más ruido “muerto” que vivo. No digo que no. De momento, van saliendo potentes testimonios o semblanzas de una vida que ha suscitado verdaderos enamoramientos de Jesucristo.
Que Chus estaba muy santificado es algo que se puede constatar escuchando sus predicaciones o leyendo sus libros -especialmente los últimos, pero no sólo-.
Me gusta decir de Chus que ha sido un nuevo San Pablo. Así lo he percibido yo y así se lo decía a él. Su predicación -duramente criticada, a veces- era puro y duro San Pablo actualizado a nuestro tiempo. Actualizado, en el sentido de que lo hacía carne en su concreta vida, y vida en la nuestra; encarnada en experiencias comunes propias de nuestro tiempo.
Me siento predilecta del Señor. Chus es una “joya” escogida suya, y a mí me la ha regalado.
En mi caso, sus libros han sido el dulce y hondo arpón con el que el Señor ha ido penetrando mi espíritu, empapándome de su gratuidad y su humanidad. Gratuidad y humanidad de Jesucristo son las palabras con las que asocio a Chus y todo lo que de él he recibido. Yo estaba sedienta de ambas, y el Señor me ha inundado hasta el desbordamiento con cada párrafo de sus libros. Lo que implican es inconmensurable.
El impacto era tal, que muchas veces tenía que parar. Mi asombro y mi gozo eran tales que fotografiaba las frases de Chus y se las enviaba ¡a él mismo!, como diciéndole: ¡mira! En alguna ocasión, además de responderme “pobre libro, lo estás machacando”, me daba las gracias porque así “caía en la cuenta de la profundidad que entrañaba lo escrito”, como si no fuera suyo (qué cosas…).
Porque sí, querido lector: o la gratuidad de nuestra salvación, por la preciosa sangre de Jesucristo hombre resucitado, es verdad, o sólo queda condenación.
Chus me aproximó a Jesús y a la Virgen como nunca antes. Se me hicieron de carne y hueso, igualitos a mí, y a ti, en el sentir humano. Recuerdo, perfectamente, el momento y la impresión que me produjo leer en Relatos de gratuidad -y de esto hace ya más de tres años-, que “estaba la Virgen como para servir”; la Visitación fue primero y sobre todo, un desahogo imperioso. María ¡¡acababa de ser fecundada por el Espíritu Santo!! y ¡¡necesitaba, sí, necesitaba, compartir, porque explotaba de gozo!! Isabel era la única con quien podía hacerlo, capaz de comprender... De repente, la Virgen María me pareció una mujer más normal… Chus me la acababa de acercar y, espontáneamente, mi amor creció lo indecible. Así hizo Chus toda su vida con Jesucristo. Nos mostró al que es Carne de mi carne y, claro, el enamoramiento estaba servido.
¡¡¡Gracias, querido Jesús, por Chus; y gracias a ti, querido Chus, por Jesús!!! … y por tus libros, que son suyos.