Nos dice San Pablo que, “habiendo venido por un hombre (Adán) la muerte, también por un hombre (Cristo) nos viene la resurrección de los muertos”. Y concreta: "Todos revivirán en Cristo: primero Cristo como primicia, después `los de Cristo´". Es una manera muy concreta de señalarnos a los creyentes: somos «los de Cristo». En este tiempo de Pascua quizás nos convenga examinar hasta qué punto los creyentes somos “los de Cristo” y podemos ser reconocidos como tales. En la muerte y resurrección de Cristo el vado que antes era intransitable se hace posible. Tanto el paso del pecado a la amistad con Dios, como el paso de la muerte a la vida. La resurrección es también el destino definitivo soñado por el Padre para cada uno de nosotros. La resurrección no es un añadido a la vida de Cristo, sino la fase última prevista por el Padre Dios: encarnación, muerte y resurrección. El engarce de todo ello está en la comunión de Cristo con la voluntad del Padre. La resurrección es totalidad. ¿Qué es lo que resucitará con nosotros? Todo: el amor, la amistad, la belleza, la alegría, la vida sin ambigüedades. Algunos dudan de la resurrección de la carne. Mas la Biblia nos dice, al inicio ella, que la persona humana es creada a imagen y semejanza de Dios. No dice que el alma es imagen suya, sino la persona creada. La resurrección ha de ser de esa concreta persona. El mismo Cristo resucita con su cuerpo. No se trata de que el Verbo vuelve al Padre, sino la persona divina de Jesús en la que hay naturaleza divina y naturaleza humana. La Razón + Ricardo Mª Carles, cardenal arzobispo emérito de Barcelona