Querido José Luis: Me asombra tu capacidad de seguir publicando libros. He regalado a mi hija tu última novela, Amores inciertos (Libros Libres), y le ha encantado, quizás porque sigue buscando, y hoy en día ese tipo de carencia ha aumentado, al hombre de su vida. Creo además que una de las claves de tu éxito es que has llegado a profundizar en la psicología femenina, y no digo conocer porque nadie, salvo Dios, puede llegar a conocer toda una complejidad que nos depara infinidad de sorpresas.
Con algo de retraso, he leído Diario de una nonagenaria (Libros Libres), en un ejemplar en el que me has puesto una dedicatoria inolvidable. Leer el libro sido una oportunidad de conocer a Marisa, con la que compartiste casi setenta años de matrimonio. La principal referencia que tenía de ella era el calificativo que le dabas de “asesor literario”, aunque he percibido que era mucho más que todo eso. Te acompañaba, también en tus viajes siguiendo el consejo de un santo sacerdote, pero a la vez acompañaba en la vida a una numerosa familia que empezó con nueve hijos y se prolongó en veintiún nietos y cinco biznietos.
Esta obra surgida de unas memorias de Marisa, encontradas poco después de su fallecimiento, tiene la sencillez y el sentido del humor, no pocas veces asentado en la paradoja, que tienen tus novelas y cuentos. Te lo dice alguien que no ha pasado de escribir ensayos o algo parecido, y que no ha dado por el momento el salto a la narrativa, pues no está seguro de que sus personajes sean tan solo una especie de ilustración discursiva de sus propias reflexiones.
Tengo la impresión de que Diario de una nonagenaria tiene un cierto toque cinematográfico. Podría ser perfectamente un argumento para contar una saga familiar, aunque más bien esta es una historia de noviazgo y matrimonio, la de Marisa y Cheli. La guerra civil, la posguerra y los años del desarrollismo. Unos tiempos para unos escenarios como el Madrid de Chamberí, el de los alrededores de la Gran Vía y el que se expansionó más allá del barrio de Moncloa, pero también el de urbanizaciones como Las Lomas de Boadilla del Monte, donde viviste durante décadas.
Hoy nos insisten, y no solo los guionistas de series o los letristas de canciones, que las relaciones de pareja han cambiado. Son amor líquido, fugaz, esporádico e interesado. Tu libro demuestra, sin embargo, que el enamoramiento sigue existiendo, así como el noviazgo y la voluntad de vivir juntos una misma vida. Estoy seguro de que hay gente joven que leerá estas páginas y se convencerá de ello.
Sobre este particular, me resulta muy significativa esta frase del diario de Marisa: “Estaba claro que me había enamorado, misteriosamente, de quien menos se lo merecía”. Para mí esta cita es una clara demostración de que nosotros no somos en realidad quienes elegimos, sino que somos elegidos, y esto es aplicable a muchas otras facetas de la vida. En estos tiempos de “empoderamiento” y necesidad de reconocimiento, debe haber también lugar para la ilusión despertada por un auténtico noviazgo. Dice también Marisa: “La locura de ser novia de Cheli es algo que no tiene ni pies ni cabeza. Por la intercesión de Nuestro Señor Jesucristo es una de las cosas de las que no me arrepiento”.
De lo que se deduce además que la práctica de una vida cristiana ayuda bastante a que un matrimonio perdure. Puede llegar un momento, y entonces es cuando se percibe que la gracia de Dios actúa, en que no sea suficiente ir a misa los domingos, y no todos. Un cristiano que quiere tomarse en serio su cristianismo terminará prestando oídos a unas palabras evangélicas, que según Marisa te llamaron la atención: “Buscad y hallaréis” (Mt 7,7). Hay que ponerse a buscar, hay que tomar la iniciativa. Nada más sencillo, aunque a la vez muy costoso para quien cree tener asegurada su propia vida o simplemente está lleno de temor al futuro. Se empieza con una inquietud y al final hay quien quiere ser santo.
Diario de una nonagenaria es además la crónica de una familia, en la que salen a la luz los tiempos felices, en los que no falta una vez más el buen humor en su evocación, pero también se narran los tiempos difíciles, cuando golpea el dolor, cuando no se entiende por qué suceden las cosas y lo instintivo es rebelarse contra los acontecimientos. Pero el libro estaría incompleto si no abordara tu faceta como escritor. Tus comienzos y el apoyo que recibiste de Marisa (“a mí me encanta como escribe mi marido”). Más de ochenta libros en casi medio siglo es un balance que muy pocos tienen, y algunos de ellos como La guerra del general Escobar y Cucho estarán siempre asociados a tu labor literaria y a tus propias vivencias.
Cucho, todo un clásico de la literatura infantil, ha servido para apoyar a la ONG Somos uno, que tú presides, y que tiene la finalidad de luchar contra la prostitución infantil en Tailandia. Se ha conseguido escolarizar a más de dos mil niñas y casi la mitad de ellas han podido ingresar en la Universidad. Y todo empezó con una profesora tailandesa de español llegando a vuestra casa en Boadilla del Monte, como bien cuenta Marisa en este diario.
Aprovecho para recordar a quienes lean esta carta que parte de los beneficios de Diario de una nonagenaria están destinados a Somos uno. Espero que también esto anime a leer tu historia, escrita al alimón por Marisa y por ti, de la que personalmente saco esta conclusión: una vida nunca es suficiente para dar gracias a Dios, por lo que entendemos y por lo que seguimos sin entender.
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