El Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que en 2019 cumple 80 años, organizó el 20 de diciembre una nueva edición de Ciencia en Navidad con la representación de la obra de teatro La radiante vida de Marie Curie. Según informa el mismo CSIC, “la iniciativa Ciencia en Navidad está inspirada en las Christmas Lectures que el físico autodidacta inglés Michael Faraday lanzó en la Navidad de 1825 desde la Royal Institution de Londres, dando comienzo a una serie de conferencias anuales que tenían el objetivo de acercar la ciencia a las clases más pobres. En ellas se presentaba y explicaba al gran público avances en las diferentes disciplinas científicas de interés de la época. Salvo por la interrupción de cuatro ediciones debida a los bombardeos de Londres durante la Segunda Guerra Mundial, esta tradición se ha mantenido vigente hasta la actualidad”.
Michael Faraday (1791-1867) fue un físico y químico británico que descubrió la inducción electromagnética, el diamagnetismo y la electrólisis. Einstein tenía colgado en su despacho un retrato suyo. No recibió mucha formación propiamente dicha, por lo que se le considera autodidacta, pero resultó ser un personaje enormemente influyente, todo lo cual hizo sin perder un ápice de su fe.
Leemos en Wikipedia: “Faraday fue un cristiano devoto; su congregación Sandemaniana era una filial de la Iglesia de Escocia. Una vez casado, sirvió como diácono y, durante dos períodos, como presbítero. Su iglesia estaba ubicada en Paul's Alley, en Barbican Estate. Este lugar de reuniones fue trasladado a Barnsbury Grove, Islington, en 1862. Aquí fue donde Faraday cumplió los últimos dos años de su segundo período de presbítero, antes de dimitir de su cargo. Biógrafos del científico han señalado que… un fuerte sentimiento de unidad entre Dios y la naturaleza impregnó la vida y el trabajo de Faraday".
Faraday fue, pues, un célebre científico de profundas convicciones cristianas. Y no era la primera vez que alguien se intentaba acercar la ciencia a la gente llana, no. Otro cristiano, en este caso católico, Galileo Galilei, lo hacía en su obra Sidereus Nuncius considerada hoy como la inequívoca pionera de la divulgación científica, que es lo que ahora los progres que no dicen que Faraday o Galileo eran cristianos llaman cultura científica, como si lo hubieran inventado ellos.
En el fondo hacen uso, como siempre, de una artimaña lingüística para intentar conseguir que no se conozcan los orígenes científicos de las cosas que pretenden hacernos creer que han inventado ellos, cuando en realidad estaba todo inventado. Y lo mejor, por creyentes.
Alfonso V. Carrascosa es científico del CSIC.