¿Qué planes tienes para este verano? ¿Y por qué no una peregrinación? Más de alguno, leyendo esta palabra, ya estará pensando en mucha penitencia, mucha oración, y casi como consecuencia mucho aburrimiento y demasiado cansancio. Nos viene a la mente la imagen de los peregrinos del Siglo de Oro español, con sus sandalias, su ropa vieja y su hatillo colgado al hombro. Planes de otros tiempos, que realizaban personas de otros tiempos, tiempo cronológico y tiempo histórico, cultura, modo de vivir. La experiencia de numerosos peregrinos, por ejemplo que han peregrinado por el Camino de Santiago, es muy distinta.

¿Qué es realmente una peregrinación? ¿Está tan pasada de moda, tan fuera de nuestro tiempo? A juzgar por los que hacen el Camino de Santiago -cada año más personas-, esta realidad no está tan anticuada. Ha cambiado la forma, en muchos casos también el contenido, y hasta se ha perdido un poco, o un mucho, su significado religioso. Pero sigue de moda peregrinar.

Etimológicamente, el peregrino es aquel que camina cruzando el campo. Caminar significa vivir, y todos, queramos o no, caminamos este camino de la vida. “Nuestras vidas son los ríos, que van a dar a la mar, que es el morir”. Lo vemos en la vida de las estrellas conocidas, pregonadas por los periódicos, y también de las estrellas desconocidas, que brillan sólo en su familia y en su círculo de amistades. Pero el peregrino no es quien únicamente camina; ese es el andaríni, el curioso. El peregrino es quien camina hacia una meta, y por eso avanza, y constata que avanza. Por la mañana empieza una etapa, y por la tarde la termina, llega a una primera meta, consigue un primer objetivo. El que sale a dar una vuelta no peregrina, simplemente anda, se entretiene, picotea aquí y allá.

En el Camino de Santiago, y en el camino de la vida, hay personas así, sin mayor preocupación que seguir viviendo. ¿Ilusiones? ¿Metas? ¿Para qué...? La vida es difícil, a veces injusta y comprometerse demasiado complica el presente y el futuro. Pero el Camino está dividido en etapas, en pequeñas peregrinaciones. Es más fácil escalar hoy una montaña que pensar cómo atravesaremos toda una cordillera. Las etapas del camino reflejan las etapas de la vida, el aquí y ahora del presente. Bástale a cada día su afán, que decía la santa castellana, recordando las palabras de Jesucristo. Hoy, y solo hoy, cubriré esta pequeña etapa que tengo delante, de Navia a Ribadeo, de Ribadeo a Lorenzana, o de Sarria a Portomarín, de Portomarín a Palas de Rei, hasta llegar, etapa a etapa a Santiago de Compostela.

El Camino de Santiago, y muchas etapas difíciles de nuestro camino personal, nos ayudan a disfrutar y a valorar las pequeñas alegrías de cada día. Es un aprendizaje fruto del tiempo, el gran libro de nuestros mayores, que han caminado y peregrinado mucho: se disfrutan mejor las alegrías sencillas que los triunfos aterciopelados. A lo mejor en este momento concreto la cantidad de alegría es menor: mi madre, mi mujer, mi hijo o uno de mis mejores amigos está atravesando una etapa oscura, costosa, de mucha subida, de ascenso interminable a O´Cebreiro. Pero la alegría no se mide por la cantidad que se disfruta en un momento determinado, sino por su intensidad, su duración y su profundidad.

En este caminar hemos de reconocer que no vamos solos. A veces es la aparente casualidad lo que nos une a un compañero de peregrinación, pero más allá de lo circunstancial, queremos caminar unidos, recorrer este camino con alguien. Lo aprendemos casi por ósmosis desde que empezamos a andar en esta vida. El bebé siempre mira a quien se le acerca, esperando algo (comida y cariño) del otro. Cuando empieza a dar sus primeros pasos, soltándose de la mano de la mamá, la mira constantemente. ¿Por qué? Necesita caminar con alguien, bajo la mirada y la atención de sus padres. Con el tiempo y los años llegará una etapa en la que le da vergüenza cogerse de la mano de sus padres; pero también en ese momento, en la pubertad y adolescencia, camina buscando la compañía y el apoyo de alguien, de sus amigos, de su pandilla.

El peregrino, peregrino en el Camino de Santiago y peregrino en el camino de la vida, necesita compañía, apoyo. Y es una necesidad bidireccional: el ser humano necesita que alguien le apoye, le acompañe, le ame. Y a la vez necesita apoyar a alguien, sentir que es compañía y sustento para alguien.

Este verano se unirán a estos peregrinos un nutrido grupo de jóvenes madrileños. Es una etapa más en el camino de la nueva evangelización, de la misión Madrid promovida por el Card. Rouco. La importancia de este Camino de Santiago vale también para jóvenes, y no tan jóvenes, de otros lugares. El sepulcro del Apóstol que trajo a España la gracia del Evangelio debe estimular a las nuevas generaciones a ser peregrinos de la fe y apóstoles valientes del Señor en un momento de la historia en que las circunstancias nos exigen una nueva evangelización.