La carta la han firmado tres sacerdotes y el abogado de la archidiócesis de Recife, pero no cabe la menor duda de que representa el sentir de muchos sacerdote y fieles católicos. Es más, me aventuro a decir que no pocos obispos la firmarían de puño y letra. El texto no puede ser más claro, más contundente, más amargo y más "dolorido". Monseñor Fisichella se equivocó en la forma y en el fondo a la hora de abordar el caso del aborto provocado a la niña brasileña de 9 años, embarazada de gemelos tras ser violada por su padrastro. Se equivocó al criticar a su compañero en el episcopado, monseñor Cardoso. Se equivocó al presentar a los médicos que practicaron el aborto como "salvadores" de la vida de la niña, dejando de forma más o menos implícita la idea de que podría darse una cierta justificación del aborto en ese caso concreto. El texto de los sacerdotes brasileños explica perfectamente todo lo que ocurrió desde que se supo que la niña estaba embarazada. La iglesia local hizo todo lo que estuvo en su mano para acompañar a la niña y a su familia. Hizo todo lo que pudo para salvar las tres vidas en juego. E hizo lo que era su deber cuando vio que la nena y los dos inocentes que estaban en su seno cayeron en las garras de médicos sin escrúpulos que presumen de aborteros. Si monseñor Fisichella lee la carta que le llegará desde Brasil sólo tiene dos opciones: o retractarse de su artículo y pedir perdón a todos, sobre todo al arzobispo de Recife, o presentar su renuncia ante el Santo Padre. Es más, lo más digno sería que hiciera las dos cosas, porque él no es un católico cualquiera que "pasaba por allí". No, es el hombre de confianza de Benedicto XVI para ocupar la presidencia de la Pontificia Academia para la Vida. O sea, el nº 3 de la Iglesia en todo lo relacionado con la defensa de la dignidad de TODA vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. Y la Iglesia no se puede permitir el lujo de ceder un ápice en su condena al aborto y en su apoyo a todos los sacerdotes y obispos que no tienen reparo alguno en ser maltratados por una prensa canalla y anticlerical que busca carnaza para atacar a la Esposa de Cristo, incluso cuando ella defiende a los más inocentes. Luis Fernando Pérez Bustamante