El nuevo ministro de Justicia, Francisco Caamaño Domínguez, pertenece a la Gran Logia de España, según la información que publica la revista “Fénix, Journal masónico del Perú para América y el Mundo”, que a su vez lo recoge de “El Confidencial Digital” de Jesús Cacho. He intentado corroborar la noticia en este último, pero cuando he entrado en él, ya no estaba colgada en la red. Caamaño forma parte del “jurado de un certamen de la Masonería en consonancia de la Alianza de Civilizaciones”. También figuran en este jurado, el ex diputado socialista, Núñez Encabo, miembro del Consejo Audiovisual de Madrid, a propuesta del PSOE; María Paz López Álvarez, consejera de Cultura de la Junta de Castilla-La Mancha; Jerónimo Saavedra, ex ministro y actualmente alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, y el psiquiatra Joseph Corominas Busqueta, diputado del “grupo socialista” (1986-2000) y gran maestre de la Gran Logia de España durante el cuatrienio 2002-2006. También se dice de él que ha sido senador, pero no encuentro el dato. El ministerio de Justicia ha sido, durante los gobiernos socialista, un feudo masónico. Todos sus titulares, desde el primero de ellos, Fernando Ledesma (212-82/12-7-88), hasta el nuevo, Francisco Caamaño, han llevado mandil o parecían llevarlo a juzgar por su manera de actuar. Sólo habría que excluir de la lista a Enrique Múgica (12-7-88/12-3-91), al que no le creo masón en absoluto. Este ministerio puede tener un especial interés para la masonería, puesto que gestiona la burocracia de la Justicia y administra las relaciones con la Iglesia a través de la dirección general de Asuntos Religiosos. Desde la primera victoria electoral de Rodríguez Zapatero en marzo de 2004, este ministerio, de gran importancia en todo organigrama ministerial, viene siendo pastoreado a distancia o desde la altura por la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, el “hombre” fuerte del Gabinete y de total confianza del presidente para asuntos ideológicos y políticos. Yo despaché con esta señora alguna vez cuando ella era directora del gabinete del ministro Ledesma y a un servidor lo nombraron, por “error”, a finales de 1982, jefe de Instituciones de la Obra de Menores, dependiente de Justicia. El error, sin embargo, duró poco, porque a los seis meses enmendaron la pifia y me dimitieron. Obviamente, yo no era de los suyos. Si la política es fea vista desde fuera, desde dentro es sencillamente horrorosa. Ya en aquella época podía advertirse que la señora Fernández de la Vega, a la que muchos tienen por masona de altos grados, no era una simple amanuense del ministro de Justicia. Entonces inició una carrera política siempre en ascenso, que pone de relieve su enorme peso específico en el socialismo español. Por eso viene bien que digamos unas palabras sobre su biografía. Se dice de ella que es valenciana –y, por tanto, paisana mía-, pero sólo es de la “terreta” por casualidad, porque nació en la capital del Turia en junio de 1949, siendo su padre, Wenceslao Fdez. de la Vega Lombán, delegado provincial del ministerio de Trabajo, aquel departamento que Franco reservó siempre a los azules más azules, ocupado a la sazón por el navarro Fermín Sanz Orrio, de la “vieja guardia” de Pamplona, como el abuelo materno de Juan Luis Cebrián Echarri, don Javier de Echarri, director que fue de La Vanguardia Española. El padre de la Vicepresidenta, oriundo del municipio asturiano de Vegadeo, lindante con Lugo, se incorporó durante la guerra civil a la Bandera gallega de Falange, y “hay quien asegura” (Asturiasemanal.es) que después lo hizo en la División Azul. Todos los voluntarios de esta división que luchó con los nazis en el frente ruso, al regresar a España pudieron optar a alguno de los múltiples organismos de la Administración del Estado. Don Wenceslao debió de hacerlo al ministerio de Trabajo, y su hija, pasados los años, entró, supongo que por oposición, en 1974, todavía en vida de Franco, en el Cuerpo de Secretarios Jurídicos Laborales, dependiente, entonces, como las magistraturas de Trabajo, del ministerio del mismo nombre. Finalmente, en 1990, gobernando los socialistas, alcanzó la condición de magistrado por el “cuarto turno”, es decir, por la gatera. Por lo que hace a la masonería, actualmente habrán unos cinco mil masones en España, según la opinión de ciertos expertos en la materia de los que me fío, repartidos en diversas obediencias, aunque la mayor parte de ellos pertenecen a la Gran Logia de España. Aproximadamente es el mismo número que existía en la Segunda República, aunque para una población española la mitad de la actual. Lo sorprendente es que tanto entonces como ahora, un número tan exiguo de “hermanos” ocupen tantos puestos decisivos en las esferas del poder. Y el resto del personal en la higuera. Vicente Alejandro Guillamón