En la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU del 10 de diciembre de 1948 leemos: "La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado” (art. 16.3); y “los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos” (art. 26.3). Es decir, la familia y la patria potestad son derechos humanos fundamentales que pertenecen a los padres y desde luego no al Estado.
"Educar es acompañar a alguien para que saque lo mejor de sí mismo y se desarrolle como persona", dice Enrique Rojas. El Estado que se dedica a imponer y adoctrinar a la gente según su propia ideología es un Estado totalitario.
El hogar familiar es de por sí el mejor ámbito para la acogida de los hijos: aquel que más fácilmente les da una seguridad afectiva, y el que les garantiza mayor unidad y continuidad en el proceso de integración social y de educación. Es también una escuela de humanización y de virtudes, un auténtico útero espiritual, en la que aprendemos lo que es propio de nosotros, como son la comunicación, el lenguaje, el diálogo, los fundamentos de la cultura, los valores y virtudes básicas, lo que nos hace distintos de los demás, pero sobre todo lo que es el amor, pues allí es donde primero lo recibimos y damos.
El amor se aprende experimentándolo y viviéndolo, primero gracias a los padres, ejemplo y guía para cada uno de nosotros, y luego por los encuentros positivos que la vida nos da. Es, en consecuencia, el hogar el lugar más adecuado para aprender el verdadero sentido de la sexualidad y la natural orientación del amor humano hacia la familia y la vida.
Ahora bien, si algo caracteriza a la ideología de género es que su moral, salvo el caso de violación, que también condenan, es exactamente la contraria a la moral católica. En nombre de una libertad llevada al paroxismo, no existen el bien y el mal y todos tenemos derecho a la total libertad sexual desde la más tierna infancia. Pero para ello tropezamos con el obstáculo de la patria potestad de los padres, que en consecuencia hay que eliminar.
El primer paso para ello es exigir que la educación de los niños se realice en conformidad con la ideología de género. Cualquier disidencia es estigmatizada como retrógrada, vulneradora de derechos, llena de prejuicios y odios y en consecuencia las legislaciones, como sucede ya en muchas europeas y en nuestro país, actúan en la línea de retirar la patria potestad y la custodia del menor a sus padres. Incluso en casos graves, al menor sólo se le puede amonestar de palabra, pues un cachete es ya delito y hoy ni siquiera es necesaria la intervención del juez, pues basta para ello un simple informe administrativo, con la agravante que es muy difícil la reversión de esta medida y la tutela se extiende, incluso si el menor pide volver con sus padres, hasta la mayoría de edad.
Por cierto, en algunas de esas residencias de menores los castigos suelen ser frecuentes y bastante severos, sin olvidar escándalos como los de Mallorca y Valencia. No olvidemos tampoco que el organismo que se queda con el menor recibe por ello varios miles de euros mensuales, por lo que sus intereses pueden ser no precisamente los mismos que los del menor.
Hace algún tiempo me contaron que una madre soltera sin trabajo fue al organismo competente a solicitar ayuda económica. La respuesta fue: o encuentras trabajo o te quitamos al niño. Cuando lo más barato y, con mucho, mejor para el niño es ayudar a la madre.