En mayo de 2006, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) hizo pública su decisión de "invitar" al P. Marcial Maciel, fundador de la orden religiosa de la Legión de Cristo y del movimiento de laicos Regnum Christi, a "una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a cualquier forma de ministerio público". La decisión de la CDF fue aprobada por el Papa Benedicto XVI. A partir de esa fecha, tanto antes como después de la muerte del P. Maciel en 2008, altos funcionarios de la Santa Sede insistieron en que esta acción estaba destinada a "salvar a la Legión y el Regnum Christi", como me indicó uno de esos funcionarios. Suponiendo, como podemos y debemos suponer, que ésta sigue siendo la intención de la Santa Sede, ahora debe procederse sin demora a corregir el acelerado proceso de descarrilamiento hacia el precipicio (N. de T. "to address the accelerating train-wreck-heading-toward-the-cliff" en el original) en que la Legión y el Regnum Christi se han convertido en los últimos diez días, al aparecer en la blogosfera informes fidedignos de que el P. Maciel había llevado una vida de escándalos sexuales y financieros, probablemente durante décadas. Los informes han emanado de quienes habían sido advertidos sobre la investigación que la propia Legión hacía sobre Maciel, pero todavía no hay una declaración formal de la Superioridad de la Legión sobre lo que sus investigaciones internas han descubierto. No ha habido ninguna revelación completa de lo que se conoce sobre las corrupciones del Padre Maciel. No ha habido revelación en cuanto a la naturaleza y el alcance de la red de engaño que él debió haber entretejido dentro de la Legión de Cristo, y más allá. Y no ha habido reconocimiento público de lo que sacerdotes legionarios fieles, ortodoxos, moralmente rectos creen que han sido graves corrupciones de la cultura institucional de su comunidad. La carta del P. Álvaro Corcuera a los fieles del Regnum Christi, distribuida la semana pasada e inmediatamente disponible en internet, fue totalmente insuficiente en llamar a estos pecados por lo que fueron. Las declaraciones públicas de portavoces de la Legión en Roma y en los Estados Unidos han sido igualmente malas, debido principalmente a fallos en el liderazgo de la Legión y a una cultura institucionalizada de actitud defensiva. Dos valientes sacerdotes legionarios, P. Thomas Berg y P. Richard Gill, han emitido declaraciones personales que se enfrentan a los hechos tal como los conocemos, y además no rehuyen sus implicaciones con respecto a cualquier afirmación sobre el P. Maciel. Otro sacerdote legionario, el P. Thomas Williams, afrontó con hombría la verdad de esta maldad en EWTN el pasado viernes por la noche. Los Padres Berg, Gill, y Williams también han reconocido, admirablemente, sus propios fallos al ver la red de engaño tejida por el P. Maciel. Sus palabras vuelven a confirmar lo que aquellos de nosotros, beneficiados con la amistad de sacerdotes legionarios, sabíamos desde hace años: que hay aquí mucho bueno, entre los miembros fieles del Regnum Christi. La cuestión ahora es, ¿cómo se salvará eso bueno? Sólo puede ser salvado si hay una divulgación completa y pública de las maldades del P. Maciel y si se realiza un examen de las raíces y las ramificaciones de la posible complicidad en esas maldades dentro de la Legión de Cristo. Ese examen debe combinarse con un análisis brutalmente sincero de la cultura institucional en la que se desarrollaron esas maldades y esa complicidad (N. de T. "a brutally frank analysis of the institutional culture in which those perfidies and that complicity unfolded" en el original). Sólo después de que se haya llevado a cabo ese tipo de auditoría moral e institucional y se haya verificado públicamente como auditoría limpia, podrá la Legión de Cristo y la Iglesia entera afrontar las cuestiones sobre el futuro de la legión. Estas son, abiertamente, las cuestiones planteadas: • ¿Puede el bien proveniente de la Legión de Cristo y Regnum Christi ser desvinculado de la persona y el legado del P. Maciel? • ¿Puede la Legión ser reformada desde dentro, después de que los cómplices en la red de engaño de Maciel hayan sido expulsados? • ¿Debe ser disuelta la Legión, y tal vez con un grupo de ex Legionarios indiscutiblemente honestos refundar una congregación religiosa dedicada a los ideales que han sido obstruidos por los pecados del P. Maciel y por una cultura institucional manifiestamente dañada? Ninguna de estas preguntas pueden ser contestadas plenamente ni por el pensamiento ni por la oración hasta que haya una auditoría completa. Y, como las vacilaciones y los fallos de los últimos diez días han dejado claro, esa auditoría no puede ser llevada a cabo por la Superioridad de la Legión, que probablemente se ve acosada por una vorágine de presiones internas y externas. Debe ser encomendada por el Papa, y debe ser realizada por alguien responsable sólo ante el Papa -no responsable frente a sectores relevantes de la burocracia del Vaticano, no responsable frente al cardenal secretario de Estado-, sino responsable solo ante el Papa. Simplemente no hay otro modo de conseguir una auditoría que sea escrupulosamente honesta y creíble públicamente. Por tomar una imagen de la legislación sobre empresas, la Legión de Cristo debe ser puesta inmediatamente bajo supervisión: se debe habilitar a un delegado personal, designado por el Papa, que asuma la gestión de la Legión de Cristo y lleve a cabo la auditoría moral e institucional necesaria. El delegado papal sería advertido para que informase sobre sus conclusiones, tanto intermedias como finales, sólamente al Papa, y se encargaría de hacer recomendaciones (de nuevo, únicamente al Papa) para hacer frente a las posibles salidas, incluidas la disolución o la disolución y reconstitución, de la Legión. ¿Por qué no trabajar a través de los procesos normales en la Curia con, tal vez, una visita apostólica de la Legión encomendada por el Papa y ejecutada a través de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada (normalmente llamada Congregación para los Religiosos)? Porque, según fuentes fidedignas, altos funcionarios de la Curia obstaculizaron esta solución en los años anteriores a la acción de 2006 de la FCD, y la Congregación para los Religiosos se ha resistido a ello incluso cuando ha estallado la última tormenta sobre Maciel. Esa renuencia hace que cualquier oficina de la Curia dificilmente cuadre con un papel de supervisión en una auditoría moral e institucional de la Legión. Además, las últimas semanas de caos, confusión e incompetencia de la Curia en relación con el levantamiento de la excomunión de los cuatro obispos lefevbristas han dejado claro cuán incompetente sigue siendo la Curia con relación tanto al análisis como a la gestión de crisis. Una curia en la que nadie con autoridad tuvo la idea de buscar en Google "Richard Williamson", y ningún subordinado tuvo el valor o la capacidad de obligar a los superiores a prestar atención a ese posible campo minado, no es una curia capaz de llegar a las raíces de la trama Maciel. Ni, francamente, es una curia capaz de llevar a cabo una investigación capaz de obtener credibilidad pública. Es lamentable que sea así, porque hay muchas personas honradas que trabajan en la Curia romana. Pero es así. ¿Cuáles deberían ser las características de un hombre facultado por el Papa para asumir el gobierno de la Legión como delegado pontificio y para llegar al final de la crisis de la Legión? Deben ser un sacerdote y una religiosa con votos, que conozcan la dinámica de la vida religiosa, tanto para bien como para mal. Debe, obviamente, ser un hombre de reconocida probidad. Tal vez no tan obviamente, debería haber tenido experiencia en afrontar escándalos financieros y sexuales de modo franco y valiente, y de manera eficaz; idealmente, debiera haber estado involucrado en la reforma de una casa religiosa, seminario, o comunidad que hubiera sufrido una decadencia de su carisma. Debe tener un buen español, puesto que gran parte de la documentación estará en ese idioma; además también debe tener un buen italiano e inglés, para que puede llevar a cabo sus investigaciones y entrevistas en los principales idiomas de la vida de la Legión. Debe saber algo de derecho canónico, y conocer abogados canonistas competentes. Existen hombres con estas características. Debe encomendarse a uno de ellos -y pronto- esta difícil, penosa, pero esencial tarea, si el bien que permanece entre los sacerdotes legionarios fieles y entre los miembros del Regnum Christi ha de encontrar un camino hacia el futuro, por el bien de toda la Católica Iglesia (N. de T. "if the good that remains among faithful Legionary priests and among the members of Regnum Christi is to find a path toward the future, for the sake of the entire Catholic Church", en el original).George Weigel (Publicado en el blog On the Square, en FirstThings.com, el 9 de febrero)