Hace ya muchos siglos (ya vamos por el XXI), José y María buscaban por Belén una posada para poder refugiarse y dar a luz al Hijo de Dios. En un pesebre, con el calor de los animales, nació Jesús, entre el amor de sus padres y de los pastores que acudieron a verlo.
José tuvo que acoger a María en una situación y momento difícil (con humor, diríamos que en una situación "embarazosa"). María tuvo que acoger una llamada, una invitación insospechada, fuera de la razón humana. Acogió un proyecto de vida que no era el soñado por ella. Los pastores tuvieron que acoger a un niño recién nacido ayudando a los padres hasta con lo que no tenían.
Ha pasado ya más de dos mil años, y en este siglo XXI aún se sigue buscando posada… Los que no creen buscan a Dios, perdidos entre sus miserias. Otros han encontrado dioses que solo les cubren sus necesidades momentáneas. Y los cristianos… buscamos a Dios, pero nos quedamos en su búsqueda: acomodados en nuestra fe, creemos tenerlo todo ya con nosotros.
Hoy en día se nos cae la boca hablando de la sinodalidad, la comunidad… Pero, sinceramente: ¿hacemos comunidades realmente acogedoras? ¿Hacemos de nuestras comunidades verdaderos hospitales de campaña? ¿O más bien nuestros prejuicios y comodidades hacen de nuestras comunidades lugares privados donde solo caben los buenos y no nos queremos manchar con los que en verdad nos necesitan?
Este 24 de diciembre debemos estar atentos: “Mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap 3, 20). Jesús tocará la puerta de tu corazón buscando un lugar donde nacer.
Puede venir de muchas maneras: en la Eucaristía, en tu oración, en tus hijos, en tu esposa o esposo, en tu vecino, en tu amigo o enemigo, en el vagabundo, en el enfermo, en el pecador, en el triste y el enfermo, en el solitario, en el amargado o desesperado, en la tristeza y en la alegría. Pero no mires tantos ejemplos, hoy mismo y ahora está en mí.
Ignacio Segura Madico es vicepresidente de Fidaca (Federación Internacional de Asociaciones Católicas de Ciegos).