La expresión “por primera vez en la historia” se ha convertido en el santo y seña, en el gran argumento de la progresía para explicar o justificar cambios en apariencia radicales o profundos que las más de las veces no pasan de ser meras operaciones cosméticas, tras las cuales no hay más que fuegos de artificio o simple propaganda. Ahí tenemos, por ejemplo, el caso de Obama, un tostadito que “por primera vez en la historia” accede a la presidencia de EE.UU., aunque es tempranísimo para formular ninguna profecía sobre su capacidad de gobernante. Sin embargo, existe el precedente de John F. Kennedy, que no es, precisamente, ningún modelo a seguir. “Por primera vez en la historia”, un católico era elegido, en 1960, presidente de la primera potencia mundial, Los católicos “progres” de aquende el Atlántico, creímos, entonces, que habíamos puesto un pica en Flandes, pero no tardamos en caernos del caballo. Mujeriego, hijo de mafioso que había llegado a la presidencia gracias, entre otros grandes apoyos, a las mafias sindicaleras, que luego persiguió –y que le devolvieron la pelota acabando con él- , tuvo la habilidad de meter el pie en todos los charcos: la desdichada aventura de la Bahía de los Cochinos en Cuba, la crisis de los misiles, el bloqueo de Berlín, la construcción del muro, el inicio –para EE.UU.- de la guerra del Vietnam, y el comienzo del movimiento negro de los derechos civiles. No digo que algunos de estos episodios non estuvieran plenamente justificado, como el de los derechos civiles, pero lo cierto fue que después de ocho años de presidencia sólida y seria del General Eisenhover, la llegada a la Casa Blanca del fotogénico Kennedy, producto del marketing mediático –como Obama-, a punto estuvo de provocar la tercera guerra mundial. En España también gozamos, “por primera vez en la historia”, de ejemplos gloriosos. Por primera vez en la historia llegaron los socialistas el poder, de modo pacífico, en 1982, sin que Felipe González o Alfonso Guerra, hubieran sido ante ni alcaldes pedáneos siquiera. O sea, completamente in albis de los mecanismos de gestión pública, de modo que invadieron las instituciones como hordas de Atila. “Por primera vez en la historia” nombraron a un paisano como jefe de la Guardia Civil, y poco faltó para que arramblara hasta con los cimientos de sus casa-cuarteles. Y no me detengo en otras muchas barrabasadas porque un simple artículo no da para más. Los sociatas den ahora no les van a la zaga: “por primera vez en la historia” han nombrada ministra de Defensa a una mujer que no tiene ni repajolera idea de temas militares y que llegó al cargo exhibiendo un voluminoso bombo. Puro espectáculo para consumo de incautos. También “por primera vez en la historia”, se nombra un gabinete paritario, lo que da lugar a la inclusión de personajes tan pintorescos como doña Magdalena Álvarez o a ministras tan oscuras como la de Vivienda o la de Ciencia e Innovación, desaparecidas en combate. Y también por primera vez se crea un absurdo ministerio de Igualdad, frente al cual figura una señora a la medida del inútil departamento. En fin, los brindis al sol de “por primera vez en la historia”. Ahora tenemos el caso mucho más arriesgado de Obama, “por primera vez en la historia” un morenito en la Casa Blanca. Tengo para mí que muchos americanos le han votado exclusivamente por el color de su piel, para liberar el complejo de culpabilidad por el trato que dieron en el pasado a los esclavos africanos y por lo que tiene de estético, pero ello no es ninguna garantía de buen gobierno. La cantidad de baba adulatoria que han segregado la mayoría de los medios informativos en la promoción de este “chico”, ha superado a la que en su día suscitó el fenómeno Kennedy, con un currículo político mucho más aseado que el del fugaz senador por Illinois, cuya experiencia gobernante puede equipararse a la de Felipe González o ZP cuando llegaron a la Moncloa, es decir, ninguna. Pese a todo espero, deseo fervientemente, por el bien de mi familia denverita, el de todos los americanos y el del resto de los habitantes del planeta, que se olvide de la política de escaparate –y únicamente de escaparate- como hacen nuestros incompetentes gobernantes, y no quiera epatar al mundo entero con genialidades “por primera vez en la historia”. Para ineptos exhibicionistas ya tenemos bastantes, al menos nosotros, en este corralito. Vicente Alejandro Guillamón