“Fue un domingo a la mañana temprano.
»Mi madre pasó a buscarnos, con Clara la más chica, a mi padre y a mis otros cinco hermanos, a la salida de Misa y nos dirigimos hacia casa.
»Vivíamos en Avenida del Libertador.
»Tuvo que detenerse para esperar que pasen unos autos que venían por la otra mano.
»Yo estaba distraído.
»Escuché un estampido muy fuerte y pensé instantáneamente, en décimas de segundo, que había estallado un petardo, ya que era 22 de diciembre; faltaban tres días para Navidad.
»Miré hacia la derecha y vi la cara de un hombre que hoy, pese a que han pasado más de veinte años, la tengo perfectamente grabada en mi mente. Iba en un Peugeot 504 celeste.
»Cuando de pronto escucho el grito de mi madre y veo a mi padre con la cabeza inclinada, sangrando; todos en derredor bañados en sangre.
»En el asiento de adelante íbamos mi madre, mi padre, Clara, la más pequeña de todos, que tenía entonces dos años, en su falda, y yo del lado de la puerta.
»En el asiento trasero venían mis otros hermanos con unos amigos.
»En seguida llevaron a mi padre al Hospital de San Isidro. Allí estuvo unas pocas horas en terapia intensiva, al cabo de la cuales murió”.
Éste es el relato de José María, el hijo mayor de Carlos Alberto Sacheri, que rememora aquel 22 de diciembre de 1974. Lo recoge Héctor Humberto Hernández (h) en Sacheri, predicar y morir por la Argentina (Vórtice).
En 2024 se cumplirán 50 años de su martirio.
Sacheri nos ofrece, entre otras lecciones de vida, haber sido: 1. testigo (mártir) de la Unidad de la Iglesia; 2. testigo (mártir) del Reinado Social de Cristo y de la Civilización Cristiana y 3. testigo (mártir) de la Argentina Católica.
1. Testigo (mártir) de la Unidad de la Iglesia.
Sacheri se ocupa de la unidad eclesial en La Iglesia Clandestina, un libro cuyo enfoque es teológico y que de ninguna manera se puede asociar a una mirada socio-política coyuntural. Antes bien, Sacheri señala que busca “contribuir modestamente a la causa de la unidad cristiana hoy” –él escribía hacia fines de los 60 y comienzos de los 70 del siglo XX–.
La unidad de la fe, precisa Sacheri, es “el cimiento insustituible de nuestra incorporación a la Iglesia y de nuestra participación en la vida divina de Cristo por la gracia”. Dicha unidad de la fe “reposa a su vez sobre dos elementos o principios: un principio exterior, constituido sobre el magisterio eclesiástico y un principio interior, integrado por el culto, los sacramentos y la legislación canónica” y que de uno y otro principio se derivan “las tres funciones esenciales de la autoridad eclesiástica: enseñanza, santificación y gobierno”.
La Iglesia, a lo largo de los siglos, transmitió de modo intacto “la verdad revelada, ya que la más mínima alteración del dogma bastaría para lesionar la integridad de la fe”.
2. Testigo (mártir) del Reinado Social de Cristo y de la Civilización Cristiana.
Es importante destacar cómo Sacheri vincula el Reinado Social de Cristo con la inteligencia. Afirma en Naturaleza humana y relativismo cultural: “La restauración tendrá por finalidad primera, según la bella fórmula de Étienne Gilson, formar «una inteligencia al servicio de Cristo Rey», por un retorno a las fuentes permanentes de los filósofos griegos y cristianos, en particular a Santo Tomás de Aquino (como lo ha recomendado formalmente en dos documentos distintos el Concilio Vaticano II), y por un estudio y una acción realizadas a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, doctrina práctica, guía, y de la acción de los responsables sociales y políticos en todos los niveles y en todas las actividades del cuerpo social”.
En cuanto a la Civilización Cristiana, la define como “la plenitud de los valores humanos y cristianos socialmente aceptados y que informan todas las instituciones y todas las actividades materiales y espirituales, morales e intelectuales, técnicas y artísticas. Ella se funda sobre el consensus que la comunidad presta a dichos valores y traduce eficazmente en la vida cotidiana. Su fundamento no es otro que la ley natural y el Evangelio, según el principio gratia non tollit naturam sed perficit eam: la plenitud de lo humano es completada por la luz del orden sobrenatural, expresada en las verdades de la fe y en los sacramentos de salvación”.
3. Testigo (mártir) de la Argentina Católica.
“Lo que se nos exige hoy –afirmó en la conferencia El universitario frente a la doctrina marxista–, como cristianos y como argentinos, no es ni más ni menos que una militancia heroica, y en nuestra condición de universitarios, dado que lo que está en juego es precisamente una alternativa doctrinal para el país. La gran opción [es] entre el marxismo y el cristianismo, dado que el liberalismo ha llegado a sus últimas consecuencias históricas. La gran opción que se impone a la Argentina hoy, en 1973, es la Argentina marxista o la Argentina católica”.
Cabe observar, no obstante lo dicho por Sacheri respecto del liberalismo, que el mismo se publicitó como la única vía de solución de las “cuestiones sociales” luego de la caída del Muro de Berlín (1989), que él no pudo conocer, cuando, en realidad, forma parte del problema. Como advirtió San Juan Pablo II en la carta encíclica Centesimus Annus: “Volviendo ahora a la pregunta inicial, ¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil? La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa” (n. 42).
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Sacheri es un faro. Por su ejemplo de vida y por su doctrina. Por su amor a la Iglesia y a su Patria. En particular, Sacheri hoy es un faro para los argentinos porque nos sigue enseñando que la solución auténtica a la cuestión social no son las ideologías que responden a intereses que no son los de los pueblos sino la Doctrina de la Iglesia que busca el restablecimiento del orden social en Cristo mediante la Civilización Cristiana en vistas a la promoción integral de la persona humana.