El pasado 21 de febrero se cumplieron cien años del nacimiento de John Senior, uno de los fundadores -con Frank Nelick y Dennis Quinn- del Pearson Integrated Humanities Program (IHP) en la Universidad de Kansas (Estados Unidos) en 1971.
La historia es para muchos conocida: tres profesores, impulsados por la necesidad de restaurar el realismo en la universidad, decidieron volver a la educación clásica… y tras nueve años de trabajo, unos doscientos alumnos se convirtieron al catolicismo.
Uno de los pilares del IHP fue la lectura de los buenos y grandes libros de la literatura universal. El otro, la contemplación de la naturaleza: los alumnos salían con frecuencia a mirar las estrellas, a andar a caballo y demás actividades al aire libre…
Ya Cervantes habla en el Quijote de cómo la vida rural nos lleva a la sabiduría: “Los montes crían letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos”, dice uno de sus personajes. Se refiere, por supuesto, a la sabiduría de los sencillos, que suele ser más profunda que la sabiduría de los ilustrados, porque es capaz de relacionar de forma intuitiva lo visible con lo invisible.
Algo parecido dice el padre Leonardo Castellani en el Romance de la Pobre Patria: “Mas si yo tuviera un hijo le daría un buen caballo / para huir de las escuelas, los pedantes y los diarios; / no le enseñaría a leer, mucho menos a escribir, / lo mandaría a las estancias a soñar el porvenir / y a aprender la única forma, digna, nuestra, de morir”. Obviamente, Castellani no alienta la incultura: sólo intenta señalar el inmenso poder pedagógico de la vida rural.
Y es que la naturaleza invita al hombre a hacerse preguntas y a conocer desde las causas. No instruye desde fuera, sino que forma desde dentro: obliga a descubrir sus secretos para poder sobrevivir y convivir con ella. Por eso, la sabiduría que se puede extraer de ella suele ser tan profunda como la de un libro clásico. De hecho, es la “biblioteca de los pobres”: basta contemplarla para aprender tanto o más que lo que se aprende en los libros.
Ver lejos, mirar al cielo, contemplar la inmensidad del Universo, entender cuán pocas cosas podemos controlar, nos ayuda a descubrir nuestra pequeñez, a aceptar nuestras limitaciones y a crecer en humildad. Sólo los humildes son capaces de asombrarse. Y solo quien es capaz de asombrarse puede llegar a la sabiduría.