Los ateos catalanes nos han hecho un gran favor a los católicos con su publicidad. En el fondo, ésta se puede resumir en una idea: «No te preocupes por lo que suceda a tu alrededor. Disfruta de la vida mientras puedas». Es una clara manifestación de que ser ateo está ligado a ser unegoísta, un insolidario. Asesinos del mundo, habría que decir, haceos ateos porque así podréis matar sin que la conciencia os remuerda. Del mismo modo, habría que invitar al ateísmo a los ladrones, a los violadores, a los traficantes de droga. El «don´t worry, be happy» que subyace en su filosofía es ya muy viejo, es la esencia del relativismo y, en el fondo, es la causa de la gravísima crisis que atraviesa el mundo, que no es sólo económica, sino que es la consecuencia de haber vivido de espaldas a la existencia de leyes morales escritas en la naturaleza de las cosas; han pensado que podían hacer lo que quisieran sin que pasara nada y ahora la realidad está pasando sus facturas. Nosotros, los católicos, por el contrario, estamos muy contentos de tener conciencia, de sentirnos preocupados por la destrucción de la naturaleza, por el paro, por los abortos, por la guerra. Tener conciencia nos motiva a actuar, a consolar al que sufre. Nos ocupa, pero no nos agobia. Nos lleva a amar, no a angustiarnos. El que termina angustiado es el que, por ser un egoísta, ve cómo a su alrededor todos acaban por darle la espalda. Lo siento por los ateos. La Razón Santiago Martín, sacerdote