El Patriarca de los caldeos, Luis Sako, celebró la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II en Bagdad, en la iglesia de la Virgen María, Reina del Rosario. Si hubiese viajado a Roma, como era su previsión y su deseo, no habría podido regresar a tiempo para las elecciones en Iraq y, como él mismo ha explicado, “sería grave para los caldeos que su Patriarca no estuviera entre ellos en un momento tan importante en la historia nacional”. Durante la celebración se descubrió una estatua dedicada a Juan Pablo II, el papa que no dudó enfrentarse a todos los poderes de la tierra para denunciar una guerra de consecuencias imprevisibles en la antigua Mesopotamia.
El Patriarca Sako está desplegando una intensa actividad dentro y fuera del país, utilizando palabras crudas para describir la situación que atraviesan las comunidades cristianas. “Si no se toman medidas, el número de fieles en los próximos 10 años será sólo de pocos miles”, acaba de clamar. Recordemos que antes de la guerra vivían en Iraq más de un millón de cristianos, en su mayoría caldeos, pero también melquitas, sirios y armenios. Ahora apenas alcanzan los cuatrocientos mil, tras un éxodo dramático provocado por el incremento de la violencia sectaria contra una comunidad que ha formado parte esencial de la vida de la nación desde sus orígenes.
Pero junto a la denuncia sin pelos en la lengua del terrorismo de cuño islamista, Sako no ha sido suave tampoco con las debilidades e ignorancias del cuerpo eclesial, tanto dentro como fuera del país. “La Iglesia debería animar a los cristianos de Oriente Medio a mantener su presencia histórica y a no huir hacia el oeste”, ha dicho recientemente en la Universidad Católica de Lyon. “Deben ser lo suficientemente valientes como para continuar llevando su testimonio en sus respectivos países y ser un verdadero signo de esperanza y paz para sus conciudadanos. Deben, al mismo tiempo, tener la valentía de reclamar sus derechos civiles y el derecho a la ciudadanía”. De hecho, uno de los ejes de la presencia pública del Patriarca es la reivindicación de que los cristianos no reciban el tratamiento de “minoría” (ni siquiera para supuestamente protegerlos) sino de ciudadanos con idénticos derechos que sus vecinos. Una perspectiva es la de la reivindicación hacia las autoridades, pero otra se refiere a la propia conciencia de los cristianos, ya que existe un gran peligro de replegarse y aislarse. El jefe de la iglesia caldea tampoco ha ahorrado críticas a los particularismos, recelos y discordias entre las diversas comunidades cristianas, verdadero lastre para este momento histórico.
Mar Luis Rafael Sako I (ese es el tratamiento propio del patriarca caldeo) es muy consciente de la necesidad de encontrar una nueva forma de convivir con los musulmanes, y por ello ha invitado a la Iglesia a elaborar un nuevo documento dirigido específicamente a ellos. “Es importante aclarar con ellos nuestros temores y nuestras esperanzas, así como el principio inalienable de la libertad religiosa tal como se formula en Dignitatis Humanae, la Declaración sobre la Libertad Religiosa del Concilio Vaticano II. Al mismo tiempo también es esencial encontrar un nuevo lenguaje teológico y comprensible, para explicar su fe cristiana, así como nuestros padres lo han hecho durante el reinado de los omeyas y los abasíes”.
Sako no es hombre de teorías, aunque sabe poner sobre la mesa hipótesis novedosas. Es un hombre que practica el diálogo y la convivencia en primera persona, y así ha logrado sentar en torno a una mesa a los líderes de todas las confesiones del país que han reconocido su papel de puente. Está convencido de que sólo un sistema socio-político que respete la diversidad y las libertades individuales y públicas, sobre la base de una ciudadanía real, puede dar tranquilidad a los cristianos, pero entiende muy bien lo lejos que está aún ese horizonte. Un horizonte que las potencias occidentales deberían aproximar con su influencia. Por el contrario la miopía y los intereses bastardos de Occidente han provocado mucho daño a los cristianos de Oriente Medio.
“Tenemos que participar en gran número en la próxima votación con espíritu de responsabilidad”, pidió a sus fieles en los días previos a las elecciones nacionales del 30 de abril, que designarán a los miembros del parlamento (con cinco escaños reservados para los cristianos), llamados a su vez a elegir al presidente y al primer ministro, en cumplimiento del sistema que reserva la presidencia a un kurdo y el puesto de primer ministro a un chiíta. Sako ha pedido elegir “personas cualificadas y leales, que estén comprometidos con el bien del país y su progreso, centrándose en los verdaderos valores de la libertad, la dignidad y la justicia social”.
Aprovechando el tiempo de Pascua, ha pedido a sus fieles “descubrir lo que nos pide Cristo… encontrarnos en nuestras iglesias y hogares para celebrar, orar, dar gracias, regocijarnos juntos y ayudarnos recíprocamente… ser para todos, en cada situación, ejemplos vivos en la vida comunitaria a través de nuestro comportamiento, lealtad, renuncia y amor… para fortalecer la pertenencia a la patria eliminando la discordia y sembrando esperanza”. Si tenemos este espíritu, sostiene Mar Sako, “nadie debe sentirse amenazado, a pesar de nuestro número”. Los cristianos no quieren quedar al margen y su valiente patriarca va a la cabeza.
© PáginasDigital