Obama, filigrana de la izquierda radical El 20 de enero de 2009 el Sr. Obama tiene previsto jurar el cargo de presidente de los Estados Unidos. El Sr. Obama tiene un caprichoso interés por asimilar su figura con la de Abraham Lincoln. Por ejemplo, el Sr. Obama comenzó su campaña electoral en Springfield, en Illinois, al igual que Lincoln, y durante toda su campaña hizo referencias continuas a aquel gran presidente. El Sr. Obama tiene previsto reproducir el viaje en tren que Lincoln hizo en 1861 y que lo llevó hasta Washington para su nombramiento. Claro que lo va a recortar porque ¿por qué cansarse tanto como Lincoln? A la comodidad de los actuales medios de transporte se añade un recorrido más corto con paradas en Filadelfia (Pensilvania), Wilmington (Delaware), Baltimore (Maryland). Muchos medios de comunicación, tanto en Estados Unidos como en Europa, se han hecho eco de este intento de asimilación entre presidentes. En España los titulares han sido conmovedores, como el de la Voz de Galicia con “Un segundo Lincoln para refundar EE.UU” (5/11/2008) o El País con “El momento de Obama” (reportaje de Lluís Bassets, 21/12/2008), lo mismo podríamos decir de El Mundo, la Vanguardia o El Periódico de Cataluña. Pero para mi es especialmente remarcable que el Sr. Obama pretenda jurar su cargo poniendo la mano sobre la Sagrada Biblia, y no una Biblia cualquiera sino la Biblia en la que juró su cargo Abraham Lincoln. Sin embargo la Constitución no establece que haya que jurar sobre la Sagrada Biblia. En realidad no hay nada que realmente una a Lincoln con Obama: ni creencias ni valores, ni la política interior ni exterior, ni el modo de levantar y engrandecer a los Estados Unidos. Comencemos por las creencias y valores y la política interior. El Sr. Obama se ha formado intelectualmente en Marx y en una concepción de la vida y del destino del ser humano basada en el materialismo dialéctico marxista. Todo esto queda mezclado con las ideas racistas e islámicas de Malcom X. Además es amigo de Rashid Khalidi, ligado al radicalismo palestino e islamista. No debe extrañarnos que las organizaciones islámicas norteamericanas estén encantadas con la elección del Sr. Obama, tales como American Muslim Taskforce on Civil Rights and Election, el Consejo de Relaciones Americano-Islámicas, el Consejo Musulmán de Asuntos Públicos, la Sociedad Islámica de Norteamérica, el Círculo Islámico de Norteamérica y la Alianza Musulmana de Norteamérica. Por su parte el New York Times ha juzgado la reacción de la opinión pública en Oriente Medio ante la elección del Sr. Obama como "eufórica". Dicho esto, repito: las creencias y valores del Sr. Obama así como sus apoyos electorales y financieros nada tienen que ver con la propuesta de vida que nos ofrece la Sagrada Biblia. Es más, afirmo que son opuestos e incompatibles. Tomemos, por ejemplo, la cuestión del aborto. El Sr. Obama ha estado financiado por el IPPF (International Planned Parenthood Federation), la internacional del aborto más grande del mundo después de la ONU. Por ejemplo, en 2004 el IPPF donó 10.000 dólares a la campaña senatorial de Obama. El 17 de julio de 2007 el IPPF invitó a Obama a dar una conferencia sobre sus ideas. En esta conferencia, el entonces senador por Illinois, arremetió contra los miembros del Supremo que habían votado contra el aborto. Obama acabó su intervención diciendo: “gracias, Planned Parenthood, por el trabajo que haces a favor de la mujer”. Veamos cuál es este trabajo al que se refería Obama. La plataforma pro-vida Live Action ha demostrado cuál es realmente el trabajo del IPPF y qué es lo que realmente está apoyando Obama. Meses después de la conferencia de Obama, Live Action destapó la política abortista-racista de IPPF mediante grabaciones de video, en las cuales se dejaba al descubierto que se aceptaban donativos destinados específicamente a potenciar los abortos entre la población de negra, los hispanos. Y da la “casualidad” que buena parte de esta población es pobre o muy menesterosa. IPPF tiene 800 establecimientos en Estados Unidos, de todos ellos el 79% están en barrios deprimidos de negros e hispanos. En estos 800 centros abortistas se matan a 1.400 bebés negros al día. Esto representan el 35% de los abortos realizados en Estados Unidos aunque la población negra norteamericana sólo representa del 13% de la población total del país. La fundadora de IPPF fue Margaret Sanger. Ésta era una feminista radical, defensora de las ideas maltusianas, construccionistas y marxista. Para Senger el sexo, la sexualidad y los parámetros que diferencian al hombre y a la mujer son una construcción cultural. En 1916 Sanger abrió su primer centro de abortos en Brooklyn (Nueva York) y en 1921 fundó el Birth Control Clinical Research Boureau, que poco después se fusionó con el American Birth Control League. La nueva organización fue el IPPF, que tenía como objetivo combatir el crecimiento de la población, especialmente pobres, negros y de otras razas. En carta de 19 de diciembre de 1939 Sanger escribía al Dr. Clarence Gamble: “deberíamos tener tres o cuatro ministros evangélicos de color con antecedentes en servicios sociales (…) la más exitosa aproximación al negro es a través del atractivo religioso. No queremos que se corra la voz de que queremos exterminar a la población negra (…)”. Clarence Gamble fue fundador de Pathfinder Internacional, que centraba sus actividades en la anticoncepción a mujeres y parejas de razas distintas a la indoeuropea. Hoy en día, la organización tiene un gran apoyo económico de los Estados Unidos, Europa y de lNaciones Unidas (FNUAP) principalmente. Centra su trabajo en prestar “servicios de anticoncepción” en países negros de África y en Hispanoamérica. Estos son un par de sencillos ejemplos de algunas organizaciones que están detrás del Sr. Obama. Por lo tanto, en mi opinión, en el Sr. Obama está junto con promotores de abortos, del racismo, del marxismo y del islamismo. Desde luego el Sr. Obama está en el polo opuesto a la propuesta de vida cristiana y es un personaje incompatible con Abraham Lincoln y sus ideales, que son los ideales de Norteamérica. El resto de los proyectos del Sr. Obama en política interior son igualmente de trágicos y ruinosos para esta gran nación. Melody Barnes -afroamericana del Centro para el Progreso Americano y supuesta experta en asuntos de crimen, migración, bancarrotas, derechos civiles, religiosos y de las mujeres- se hará cargo del área interior. Sobre las mujeres y los derechos civiles -comenzando por el derecho a la vida- ya he planteado cuál es la línea básica de pensamiento y acción del Sr. Obama. Ahora vamos a cuestiones como la inmigración y la seguridad ciudadana. La idea esencial de Obama es legalizar a los más de 12 millones de “sin papeles”. En España ya tenemos experiencia de hacia dónde llevan este tipo de acciones. En cuanto a la lucha contra la delincuencia, el crimen y las drogas, el Sr. Obama aplicará el arcaico y rancio concepto izquierdista de que el sistema penal no debe ser, precisamente, penal sino reeducador y rehabilitador del delincuente. Porque para la izquierda los seres humanos somos construcciones sociales y culturales y, por lo tanto, no somos plenamente responsables. El responsable principal es la sociedad, por lo que ésta debe ser intervenida al máximo por el Estado. Por lo tanto vamos a ser testigos de una política de fomento de beneficios carcelarios a los delincuentes. A este tipo de política el “equipo Obama” lo llama realizar políticas “más humanas y más eficaces”. Estas prácticas no son nuevas, allí donde se han puesto en marcha y siempre que se han aplicado se ha acabado generando más delincuencia, más inseguridad y los malhechores han extendido y perfeccionado sus fechorías. El resultado ha sido una sociedad más insegura y descompuesta. En otro orden de cosas, el hecho de que la economía va a estar en manos de Geithner y Summers no son noticias precisamente agradables. Geithner y Summers son exponentes de la era Clinton. Una etapa en la cual la economía y la sociedad libre sufrió un serio retroceso y ganaron terreno los privilegios y la economía y la sociedad subsidiada. Por ejemplo, en 1950 apenas el 28,3% de los norteamericanos trabajaban directa o indirectamente para el Estado. Sin embargo durante le etapa Clinton el porcentaje de ciudadanos que forman el pesebre estatal más aquellos otros que se alimentaban del Estado alcanzó el 52% del total de la población. Esto es, durante la etapa Clinton uno de cada cinco norteamericanos trabaja en algún organismo del Estado o dependiente de los fondos del Estado. En la etapa Obama no debería extrañarnos que la cifras se situasen en entre el 55% y el 60%. En el ámbito de la política exterior tampoco el Sr. Obama tiene parecido alguno con Abraham Lincoln. Mientras Lincoln soñaba con extender por toda la tierra “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” aún a costa de los mayores sacrificios, el Sr. Obama pretende retirarse de todos los frentes que Estados Unidos y Occidente tienen abiertos, especialmente de Irak y Afganistán. Así no es de extrañar que los intentos actuales por consolidar sistemas con un mínimo de aspecto democrático en medio del Islam queden desbaratados, con lo que la sangre de los norteamericanos que han caído en combate en aquellas tierras sea sangre derramada inútilmente. El lema del Sr. Obama es “no hay victoria, pero tampoco rendición ni derrota”. ¿Entonces qué? Pues, sencillamente, la nada. Abraham Lincoln, un hombre de fe para la libertad En una época en la que nadie salvo una facción o nadie salvo los hombres blancos, nadie salvo los ricos o nadie salvo los pobres, tenían derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad, Abraham Lincoln levantó su voz de desaprobación. Lincoln volvió ha levantar su voz de desaprobación, en aquella época, también contra quienes proclamaban la libertad fundamentada en la comunidad y en la historia y, en base a ello, pretendían un “sagrado derecho llamado de autonomía” y para ello omitían el “Nosotros, el Pueblo y lo sustituyen por nosotros, los diputados”. Ante estos abusos en nombre de la libertad, Lincoln no se quedó callado ni miró hacia otra parte. Él era consciente de que estos abusos significaban la expulsión rotunda de los derechos humanos, que son derechos intrínsecos de cada persona, para imponer la autoridad tiránica de la comunidad dirigida. Y también sabía que estos abusos iban contra Dios. Lincoln era una persona profundamente creyente y religiosa y creía que la dignidad de la persona y sus derechos provienen directamente de Dios, que los graba en el alma humana desde antes de nacer: “Nada que tenga la impronta de la imagen y semejanza divinas fue enviado al mundo para ser pisoteado y degradado y embrutecido”; y añadía: “Creo que el gobierno no puede soportar al hombre medio esclavo y medio libre”. Lincoln era consciente de que cuando se ponen trabas a las personas y se encumbra a la comunidad o a la sociedad por encima de la persona, una sociedad y Estado libres acaban siendo territorio de esclavitud. Dos de los principales discursos de Lincoln fueron "Una casa dividida" y "Discurso a la nación de 4 de julio de 1861”. Al leerlos descubrimos por qué Lincoln no tuvo más remedio que optar por la guerra pese a la repugnancia que le producía, pese a su alma cristiana y, por lo tanto, pese a su profunda conciencia de que la guerra suponía una enorme ofensa contra Dios. Lincoln vio claro que, en aquellas circunstancias, era un imperativo moral dar la vida en defensa de los principios expresados en estos dos discursos, principios sobre los que se levanta la Constitución. Con esta convicción se adentró en el campo de batalla de Gettysburg y, contemplando toda aquella devastación, escribió en unas cuartillas sueltas su más famoso y relevante discurso. Discurso que habla no tan solo de principios. Habla también del por qué y para qué tanto sufrimiento y tantas vidas sacrificadas: “Estamos envueltos en una vasta guerra que pone a prueba todas nuestra convicciones e ideales y, entre ellos, que nuestra Nación o cualquier otra así concebida y consagrada pueda por largo tiempo subsistir […] A los vivos nos corresponde, ante todo, dedicarnos a completar la obra que tan noblemente adelantaron quienes lucharon aquí: aumentar nuestra devoción a la causa por la cual dieron ellos la potrera suma de su fe; que proclamemos que no han dado sus vidas en vano; que nuestra Nación, bajo la mirada de Dios, verá prosperar libertad y que el Gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo no desaparecerá de la faz de la Tierra”. Lincoln tuvo plena conciencia de que la libertad y la democracia no son sólo palabras. La libertad y la democracia se construyen sobre los derechos naturales que provienen y son Gracia que Dios da a cada persona, ser humano por Él creado. Por lo tanto cada persona los contiene en sí mismo desde el instante de ser concebido, es decir, son intrínsecos a su propio ser. Esto ya lo había dicho John Locke doscientos años antes y Lincoln vino a recordarlo. También tuvo, Lincoln, plena conciencia de que el Estado fundamenta su razón de ser en garantizar la existencia y conservación de tales derechos naturales. Por ello no dudó en oponerse a los que pretendían imponer el Estado por el Estado y a la medida del gobernante de turno y de su mayoría grupal, social o mediática. Por todo ello Lincoln no dudó en ir a la guerra cuando ciertas camarillas quisieron imponer esos modelos políticos, sociales y culturales que laminaban la dignidad y los derechos intrínsecos de cada persona. Se trató de una guerra que él intentó evitar y que la iniciaron aquellos que proponían levantar un Estado sobre supuestos derechos comunales, históricos y grupales. Grupos establecidos por motivo de raza, origen, nacimiento, domicilio, profesión, sexo... qué más da la razón aparente. Lo esencial es que esas camarillas querían construir un mundo donde fuese el Estado el titular de los derechos, que los va concediendo -a personas y grupos- a su arbitrio sin otra razón que el “porque yo quiero”. El 22 de septiembre de 1862 Eliza Gurney, viuda de un cuáquero, se entrevistó con Lincoln para hablar del mal que es la guerra. Lincoln también opinaba lo mismo. También, ambos opinaban que lo importante no era el “yo quiero” sino encontrar cuál era el plan de Dios, y para ello sólo había un camino: que toda la nación confiase en Dios, es decir, tuviese fe en Dios. Lincoln escribió sobre esta entrevista: “estamos pasando una gran prueba (…) en la enorme posición en que me hallo, siendo un humilde instrumento en las manos de Nuestro Padre, como lo somos todos (…) he deseado que todas mis palabras y actos se ajusten a Su voluntad, y para que así sea he buscado su ayuda (…) si por mi hubiese sido esta guerra nunca hubiese comenzado (…) tenemos que creer que él lo permite por algún propósito Suyo (…) no podemos sino creer que Aquel que hizo el mundo todavía sigue gobernándolo”. Y posteriormente escribiría a Isaac Newton, amigo de la Sra Gurney, sobre qué opción tomar: el pacifismo o la guerra. Por principios y fe Lincoln era opuesto tanto a la guerra como a la opresión pero encontraba que, en la práctica, en aquellas circunstancias sólo podía oponerse a la opresión mediante la guerra. Qué diferencia entre Obama y Lincoln. Que no nos vengan con la monserga del Obama como el nuevo Lincoln para una nueva América y un nuevo mundo. Obama se retira de todos los frentes de batalla -internos y externos- donde pugnan la libertad, la democracia y la seguridad frente al estatalismo y la arbitrariedad, el despotismo y la tiranía. Además, Obama propone un modelo de sociedad ateo y anticristiano así como un modelo cultural de la muerte que hace la guerra contra la cultura de la vida. Lincoln supo elegir adecuadamente. Miró cara a cara a la guerra, a la muerte y a la destrucción y elevó sus súplicas a Dios para que la libertad y la democracia y la fe triunfasen. Creo que de vivir en los actuales tiempos hubiese continuado elevando la mirada a Dios para que la libertad y la democracia alcancen a todos los seres humanos, porque occidente no puede ser un archipiélago de libertad, democracia y paz encerrados en sí mismos y rodeados de un océano de tiranías, totalitarismos y fundamentalismos. En nuestros días volver a reivindicar la figura de Abraham Lincoln supone recuperar el significado del papel de la fe en la vida pública, así como los principios que nos sustentan como seres humanos creados por Dios intrínsecamente dignos desde la concepción, así como personas de derecho natural y divino. Antonio Ramón Peña Izquierdo