La Eucaristía es el sacramento de la fidelidad. En el rito del matrimonio, que los dos esposos realizan como ministros, la pregunta que se les dirige no es: «¿Estás tú enamorado o enamorada de…?», sino: «¿Quieres tú al o a la aquí presente, etc. …?». El matrimonio católico expresa la voluntad de unirse y de abrazar, gracias a la Presencia de Cristo, una alianza perenne que el Sacramento de la Eucaristía certifica y consolida.
Lo testimonia un milagro Eucarístico de los menos conocidos, pero muy interesante. Ocurrió en Santarém, en Portugal, entre el 1246 y el 1247. Es una historia entre otras. Una joven esposa está atormentada por la infidelidad del marido. En el intento extremo de reconquistar su amor se dirige a una hechicera. Parece un gesto de otros tiempos pero, por desgracia, es también la triste realidad diaria del supertecnológico año 2014. La hechicera le asegura a la joven esposa que la poción que le entrega tendrá buen resultado, pero a condición que le lleve una hostia consagrada. El filtro de amor será, entonces, muy eficaz.
Aunque sabe que es un acto sacrílego, la esposa se dirige a su parroquia, dedicada a San Esteban, y comulga, pero esconde furtivamente la Eucaristía en un pañuelo. Ya fuera de la iglesia se dirige velozmente hacia su casa, pero unas personas la paran y le preguntan si se ha herido, porque unas vistosas gotas de sangre marcan su camino. La mujer entiende al instante de donde procede la sangre y casi sin aliento corre hacia su casa, escondiendo rápidamente la hostia – envuelta en un paño – dentro de un baúl de cedro.
Todo pareció volver a la normalidad. El marido vuelve a casa, ambos cenan y se acuestan; pero0, durante la noche, sucede algo misterioso. Una luz resplandeciente que proviene del baúl de la habitación los despierta.
La joven entonces le cuenta al marido lo que ha sucedido y, una vez abierto el baúl, ambos permanecen en adoración, toda la noche, de esa hostia sangrante y luminosa.
La leyenda cuenta que gozaron también de la visión de ángeles que adoraban el Misterio con ellos. Verdad o no, lo cierto es que a la mañana siguiente la noticia del milagro se difundió por doquier y la hostia, por intervención del párroco, fue solemnemente llevada de nuevo a la Iglesia. La hostia siguió sangrando durante varios días a la vista de todos.
Los dos esposos se reconciliaron y encontraron, gracias a esa Presencia eficaz, la unidad y el amor perdidos. La hechicera de Santarém, sin saberlo, había dicho a la joven una gran verdad: la Eucaristía es, ciertamente, un alimento poderoso capaz de hacer que el hombre vuelva a la fidelidad y al amor originario. De hecho, los dos esposos de Santarém resolvieron su problema familiar gracias a la presencia viva y operante de Cristo, que les reconcilió con Dios y entre ellos.
Hoy, los cristianos consideran un derecho la Eucaristía, como por otra parte al resto de los sacramentos en general, mientras que estos son un don que hay que merecer. Son un medio poderoso para hacer que el camino hacia la santidad sea más cierto y seguro. Por esto, el problema de la comunión a los divorciados concierne a muchos aspectos y no simplemente a la indisolubilidad del matrimonio. Concierne, por ejemplo, al problema fundamental de la fe y de la educación a la fe.
La Eucaristía es un alimento que conserva el alma – como la sal conserva el alimento en la condición en la que lo encuentra. Si el alimento está malo, la sal aumenta el proceso de putrefacción; del mismo modo, si el alma está enferma, la Eucaristía es sacrílega. La comunión sacrílega de la mujer de Santarém hizo sangrar el corazón de Cristo, pero la luz de esa sangre derramada también por las infidelidades conyugales recompuso el matrimonio, educando a los dos a la verdad del Misterio.
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano.