Ya no se trata de que despunten por el horizonte indicios que hagan pensar que se quieran legalizar el suicido asistido y la eutanasia, sino que se ve con toda claridad. Las recientes declaraciones del ministro de Sanidad a un medio de comunicación son elocuentes. Entre las razones antropológicas que sustentan el suicidio asistido y la eutanasia está, a mi parecer, un intento por expulsar al sufrimiento de la naturaleza humana. En las palabras del señor ministro se detecta perfectamente. Decía, en la entrevista concedida a Tele5, que hay que “devolverle la dignidad al enfermo”. De sus palabras se deduce que el enfermo, y concretamente el terminal, no goza de la dignidad humana. Esto quiere decir que el sufrimiento que padece lo hace inhumano, no-humano, indigno. Concluyendo, que sufrir no es humano. Partiendo de esta premisa mayor, el señor ministro hace el siguiente razonamiento. Premisa mayor, el sufrimiento no forma parte de lo humano. Premisa menor, no hay medicina que elimine el sufrimiento (lo puede paliar). Conclusión, si no puedes eliminar el sufrimiento, elimina lo humano. Por tanto, el señor ministro, y quien piense como él, no tiene remordimiento de conciencia. Al igual que ocurre con lo problemas éticos del inicio de la vida humana, en este asunto del suicidio asistido y la eutanasia, lo que está en juego es el concepto de naturaleza humana. Jürgen Habermas, se ha dado cuenta de ello y escribió varios ensayos que se recogieron en un libro titulado El futuro de la naturaleza humana. En él reclama el concepto de naturaleza humana como dado antes de cualquier ley democrática o pluralismo cultural. Un concepto de naturaleza humana, “de autocomprensión ética de la especie”, que quepa en su ética discusiva, es decir, que pueda ser aceptado por todos los ciudadanos, incluidos los creyentes, que también somos ciudadanos. Un poco más acá, en el lado de la vida cotidiana, las palabras del señor ministro también son escandalosas. Bernart Soria presentó la posibilidad del suicidio asistido y la eutanasia, como una inocente invitación: ¿quiere usted que le sometamos a la sedación terminal? Todos, alguna vez en la consulta de un médico, por una enfermedad más o menos grave y, ante una propuesta del médico para someternos a una prueba, hemos contestado, “lo que usted diga doctor”. En el fondo, en la relación sanitario-paciente, por mucha autonomía del paciente (Ley 41/2002 de 14 de Noviembre), sigue existiendo esa confianza en el médico, en que desea lo mejor para nosotros. Vistas así las cosas, ante esa propuesta inocente del médico a la sedación terminal, ¿quién no estará tentado de decir “lo que usted diga doctor”? Y es que en el fondo los pacientes no somos tan autónomos como dice la ley. Esto de la autonomía moral del enfermo sirve para Kant y pocos más. Los demás, los enfermos del montón, no sabemos muchas veces lo que es mejor para nosotros, o tenemos miedo ante la gravedad de una enfermedad, o cercanía de la muerte; y ponemos nuestra vida en manos del médico. Si se llega a modificar el código penal como quiere el ministro, muchos médicos, sin querer, algunos; o con mala voluntad, otros; inducirán al suicidio asistido a muchos enfermos que nunca soñaron con esa atrocidad. Y esto, además, dejará de ser suicidio asistido para ser eutanasia. Rafael Amo Usanos, sacerdote