En el curso de las entregas previas, hemos ido desgranando todo el proceso de degradación moral de Sodoma descrito en Ezequiel 16:49-50. Tras ver cómo una sociedad va corrompiéndose paso a paso, Ezequiel señala que vino el juicio, un juicio descrito en Génesis y cuyas terribles características no vamos a repetir. Lo cierto es que a juzgar por lo contenido en las páginas de la Biblia cuando una sociedad llega a esos extremos de abominación sólo puede esperar verse reducida a cenizas. Se puede apelar a un concepto como el de la inmensa bondad de Dios, todo Amor, pero lo cierto es que semejante concepto no sólo no niega el juicio sino que lo confirma. Un Dios que es todo Amor no puede tolerar que toda una sociedad se convierta en un cáncer que va corroyendo la fibra moral de todo lo que toca. De la misma manera que un médico extirpará un tumor para salvar el resto del cuerpo, Dios aniquilará aquella cultura que se ha degradado de esa manera para evitar que contamine con su miseria moral lo que la rodea. Los ejemplos que contiene la Biblia al respecto son verdaderamente sobrecogedores y nos deberían llevar a pensar muy seriamente. Además de Sodoma y Gomorra, nos encontramos con los cananeos aniquilados al entrar Israel en la tierra cuya destrucción sólo se produjo cuando colmaron la medida de su maldad (Génesis 15:16), con el Israel infiel tal y como anunciaron Oseas y Amós, con Judá tal y como señalaron Jeremías y Ezequiel y a ello podríamos sumar los juicios, aceptando todos los matices que se deseen, sobre culturas como la Roma imperial, la España del siglo de Oro, la Francia napoleónica, la Alemania nacional-socialista o la Unión soviética, por sólo citar algunas. La historia de Sodoma nos indica que Dios puede retrasar el juicio cuando en la ciudad hay, al menos, “diez justos” (Génesis 18:23-33), pero se trata sólo de un aplazamiento, de un plazo de gracia en el que el Señor aún espera que alguien se vuelva a El y que la sociedad cambie su rumbo. Sin embargo, sin arrepentimiento, al final, el juicio acabará recayendo sobre una cultura que ha decidido darle la espalda y los pocos justos que queden –menos de diez– quizá (no siempre sucede) serán sacados por Dios de aquella ciénaga como sucedió con Lot (2 Pedro 2:9 ss). El juicio, desde luego, es inevitable y se producirá de manera tan inexorable como el de Sodoma (2 Pedro 2:6-7). Así será a menos que tenga lugar un hecho esencial, pero a ése, Dios mediante, me referiré la semana que viene. César Vidal El pecado de Sodoma (I): la soberbia El pecado de Sodoma (II): La abundancia de pan El pecado de Sodoma (III): La abundancia de ociosidad El pecado de Sodoma (IV): la ausencia de compasión El pecado de Sodoma (V): cómo no olvidar la compasión El pecado de Sodoma (VI): consumación de la soberbia El pecado de Sodoma (VII): La abominación de Sodoma