Estamos en la Semana a favor de la vida. El derecho a la vida es un derecho humano fundamental, recogido como tal por el artículo 3 de la Declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948 y en el artículo 15 de nuestra Constitución, siendo un principio fundamental del Derecho que ninguna norma legal de rango inferior puede anteponerse a otra de rango superior, por lo que el derecho fundamental a la vida está por encima de cualquier disposición legal que atente contra él, y por ello aunque se le considere en algunas legislaciones un derecho, ni el aborto, ni la eutanasia, debieran prevalecer contra el derecho a la vida. Pero desgraciadamente, hay ordenamientos jurídicos, como el español, que no aceptan la Ley Natural, a la que se considera una reliquia ideológica y un vestigio del pasado, y en nombre del relativismo y del positivismo jurídico hacen prevalecer las nuevas disposiciones legales, aunque sean contrarias a derechos humanos básicos, como pueden ser el respeto a la vida, la defensa de la familia y los derechos de los padres en temas educativos.
Pero hoy quiero hablar, más que de cuestiones jurídicas, de las razones que tienen los médicos que se hicieron médicos para sanar a los enfermos, y no para ser unos asesinos, y lo que alegan para defender la vida humana desde la fecundación. Los avances científicos permiten conocer con mucha más precisión que hace unos años, lo que conviene a la salud del feto. Voy a recordar para ello a dos documentos a favor de la vida: el llamado Manifiesto de Madrid, que es es un documento firmado por un grupo de más de 2.000 científicos, profesores e intelectuales de distintas ramas de la Biomedicina. las Humanidades y las Ciencias Sociales, encabezado por los catedráticos Nicolás Jouve, Luis Franco Vera y César Nombela, y presentado en Madrid el 18 de Marzo del 2009 como la «Declaración de Madrid». El segundo es muy reciente, presentado en este mismo mes de Marzo, por la llamada Plataforma Batas Blancas por la Ciencia, quienes se manifestaron en la puerta del Hospital de la Paz de Madrid el día 3.
En el primero encontramos las siguientes afirmaciones: El Manifiesto se articula en doce puntos, que afirman: existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación. Los conocimientos más actuales así lo demuestran. El cigoto, luego embrión y luego el feto, no forman parte de ningún órgano de la madre, sino que es la primera realidad corporal de un ser humano distinto. El aborto no es sólo la interrupción voluntaria del embarazo, sino la interrupción de una vida humana, por lo que es un drama con dos víctimas: una que muere y la otra que sobrevive, pero que va a sufrir a diario las consecuencias de una decisión irreparable, con consecuencias psicopatológicas conocidas como el Síndrome Postaborto. El aborto ni es ni puede ser un derecho y se debe respetar la libertad de objeción de conciencia en esta materia, de quienes no desean participar en el aborto.
En el segundo la defensa de la Vida merece las siguientes consideraciones: La vocación del profesional sanitario supone, ante todo, el deber de sanar y defender la vida humana, aliviar el dolor, consolar y acompañar, según dice el juramento hipocrático. El código deontológico del personal sanitario señala en el art. 51.1: «El ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, desde la concepción hasta la muerte. El médico está obligado en cualquiera de sus actuaciones, a salvaguardar la dignidad e integridad de las personas bajo sus cuidados».Cualquier acción que vaya en contra de estas premisas no entra dentro de su cometido y no debería ejercerse en centros sanitarios de titularidad pública, ni debería ser financiado con los impuestos de todos. El aborto no es un acto médico. De hecho, cada vez se realizan más intervenciones en el seno materno con el fin de preservar la salud fetal. El feto también es un paciente. Creemos que no se está prestando voz a los profesionales sanitarios en este debate y que se está ocultando información a los ciudadanos sobre qué es en realidad un aborto. Pedimos que los legisladores y los medios informativos abran el foco a los avances científicos. Toda mujer tiene derecho a conocer el desarrollo intrauterino de su hijo.
Consideramos –como señala nuestro código deontológico- que todos aquellos profesionales sanitarios que atiendan a la mujer embarazada en riesgo de abortar están realizando un acto médico y debe ser respetado su derecho a la objeción de conciencia sin que eso signifique que se la deje de atender. Ciertas ideologías o los eslóganes de otra época no deberían ponerse por encima de los conocimientos científicos en el debate del aborto. Tampoco nos parece legítimo argumentar la falta de medios económicos como criterio para decidir si se acaba con una vida humana o no.
Estos días ha nacido una niña en mi familia. La ecografía que le hicieron cuando tenía ocho semanas y media muestra, sin género de dudas hasta para un analfabeto, que es la ecografía de un ser humano, desde luego distinto de su madre. Ninguna mujer embarazada creo que pregunte: ¿cómo va el conjunto de células que está en mi interior, sino cómo va mi bebé o mi hijo? He sabido con horror estos días en una conferencia que en los hospitales públicos de Gran Bretaña, Holanda y Bélgica no se respeta el derecho humano fundamental de la objeción de conciencia en el caso de aborto, con lo que consiguen de una tacada dos cosas: desembarazarse de los médicos con conciencia y quedarse con todos los sinvergüenzas. No creo que con ello se favorezca el prestigio de la Sanidad Pública en esos países. Y es que el sectarismo ideológico denunciado en el segundo documento conduce directamente a la idiotez. Pidamos al Señor que la Medicina no se aleje del sentido común que tan bien supo plasmar Hipócrates.
Pedro Trevijano