Varios cientos de páginas y blogs participaron ayer en una protesta contra la pornografía infantil en internet. ¿Por qué en España estos delitos han aumentado en más de un 700% en menos de cinco años? Ayer fue el Día Internacional del Niño. Detesto estas efemérides onusianas: Día contra la Malaria, Día del Amor Universial, Día de la Cúpula de
Barceló. Multimillonarios reunidos para mostrar su bondad progresista y laica. Me uno a la
campaña de protesta contra la pornografía infantil en internet porque ha nacido en la Red. Algunos datos: --Los delitos por pornografía infantil
en el Reino Unido aumentaron un 1.500 por ciento desde 1988 --La pornografía infantil aumenta en España
en más de un 700 por ciento desde 2003 --Los detenidos por estos delitos aumentan cada año: si en 2003 los apresados fueron 52, en 2006 esta cifra se elevó a 238, lo que supone un incremento del 357 por ciento. --Mil pedófilos han sido detenidos en España en los cuatro últimos años.
Sólo 30 están en la cárcel. Este delito parece imparable y muestra como pocos hechos el fracaso de las doctrinas progresistas sobre el ser humano. Desde la Transición se nos ha dicho que la educación sexual, la libertad para establecer relaciones afectivas, la no discriminación por gustos, opciones y caprichos sexuales, la despenalización del adulterio, los anticonceptivos y las relaciones sexuales consentidas por menores sexuales (en el Código Penal de
Belloch votado por
ZP son 12 años)... reducirían los abusos, los abortos, el maltrato y todo tipo de conductas causadas por la represión de algo tan natural como la sexualidad. Las promesas eran mentiras y engaños. La pornografía infantil, junto con las
violaciones y el maltrato doméstico, son delitos aberrantes que crecen sin parar en todas las clases sociales. La única respuesta de progresistas y
bondadistas es aumentar la dosis de la medicina fracasada. Así tenemos Educación para la Ciudadanía,
gaymonios, programas de televisión que enseñan a usar consoladores, la ideología de
género... Luego los opinadores y legisladores se sorprenden cuando se revela que hay profesores, sacerdotes, funcionarios,
policías,
altos cargos políticos y muchos más que emplean su autoridad para satisfacer sus vicios a costa de los más indefensos y encubrirlos. Los
normales callan para no ser acusados de homófobos o racistas. Una solución material es acabar con la
impunidad de estos delitos. (¿A que da la impresión de que existe un
lobby o grupo dentro de los legisladores, jueces y policías
de todos los países para proteger a estos canallas?) Y la otra, la inmaterial, es tratar de recuperar
un sentido sano y normal de la sexualidad. ¿Le llamamos pudor? Pues sea.
Pedro Fernández Barbadillo